En las eliminatorias previas para jugar el Mundial de México ’70, El Salvador y Honduras, jugaron tres partidos definitorios que fueron la excusa para desatar un absurdo conflicto bélico.
Fundada el 18 de septiembre de 1961 nació en México la Confederación de Fútbol de Norte, Centroamérica y el Caribe, más conocida como Concacaf. En su estatuto quedó plasmado que sus funciones eran las organizaciones de competiciones de equipos nacionales y clubes, como también “llevar a cabo torneos de clasificación para los mundiales”.
Jamás imaginaron sus fundadores que ocho años más tarde, una semifinal de eliminatorias sería parte de una batería de mechas que se prendieron para llegar a una guerra. La que un reconocido periodista de origen polaco, Ryszard Kapuscinski, único corresponsal europeo en el momento del hecho, bautizara como “La Guerra del Fútbol”. El conflicto bélico entre estos dos países centroamericanos también se conoció como “La Guerra de los 100 días” y dejó un saldo de 6 mil muertos y 12 mil heridos.
Más allá del verde césped
En las eliminatorias para acceder a participar del Mundial de México 1970, la Concacaf, en 1969, decidió armar cuatro grupos cuyos ganadores se cruzarían en semifinales para llegar a una final en la que el campeón sería el único equipo de la confederación clasificado para el mundial. En una de las semifinales jugarían Haití y Estados Unidos; en la otra El Salvador y Honduras.
Pero antes hubo otra historia. En El Salvador, durante los años 20, grandes extensiones de tierra cultivable pertenecían y era controlada por un puñado de hacendados. Durante décadas, campesinos salvadoreños, pobres en su mayoría, emigraron Honduras y se ubicaron en regiones cercanas a la frontera. A comienzos de 1969, el gobierno hondureño anunció una reforma agraria que beneficiaría solamente a sus ciudadanos. La medida no tardó en mostrar el disgusto de los terratenientes salvadoreños, ya que la reforma provocaría el retorno de 200 mil campesinos salvadoreños que habitaban Honduras y que les reclamarían tierras que no estaban dispuesto a ceder.
Ese fue el contexto en el que ambos seleccionados se enfrentaron en el partido de ida de las semifinales de las eliminatorias en Tegucigalpa, y donde el local, Honduras, se impuso por 1 a 0. La revancha se jugó una semana después en El Salvador. El resultado fue 3 a 0 para los salvadoreños; por esos años no existía la regla de la diferencia de gol y había que definir en un tercer partido. Obviamente, los medios masivos no estuvieron ajenos a la contienda y El Salvador fue regada con una gran campaña anti-hondureña. Eso derivó que durante los 90 minutos del segundo partido haya varios incidentes en el estadio y hasta algunos enardecidos hinchas locales, persiguieran a la delegación hondureña de la ciudad capital, San Salvador, donde se jugó el partido, hasta el paso fronterizo de
El Amatillo
Enterados de este maltrato hacia sus jugadores en Honduras sus habitantes salieron a la calle a agredir, saquear los negocios y casas de los habitantes salvadoreños. Las relaciones entre ambas naciones se habían roto definitivamente.
Táctica y estrategia
La fecha dispuesta por la FIFA para jugar el partido definitivo fue el 27 de junio de 1969 en el Estadio Azteca de México. Mientras los jugadores estaban concentrados el gobierno de El Salvador decidió romper relaciones diplomáticas con Honduras, conformó un bloque de Unidad Nacional y la formación de milicias. Al llegar la noche, los jugadores de ambos equipos se saludaban en la cancha a minutos de empezar el partido, sin saber lo que ocurría entre sus naciones. El encuentro se jugó con total normalidad y terminó con la victoria de El Salvador por 3-2 sobre Honduras en tiempo suplementario.
Pero la guerra ya estaba latente, más allá de la alegría por su pase a la final, y la situación en la frontera era caótica. El 14 de julio el representante de Honduras ante la OEA (Organización de Estados Americanos) informó que El Salvador había comenzado un ataque masivo sobre su nación. El Salvador llegó a ocupar 1.600 kilómetros cuadrados de territorio hondureño. Según se supo después, con la idea ingresar con sus tropas, avanzar hasta Tegucigalpa y así lograr una salida al mar Caribe. Luego de arduas y tensas negociaciones la OEA ordenó el 18 de Julio el cese del fuego. Ambas naciones lo acataron. Ese fue el fin de la denominada Guerra del Fútbol, una de las más ridículas de la historia mundial.
Cómo anécdota final, cabe recordar que la selección de El Salvador lograría luego su clasificación al mundial al vencer a Haití por 1-0 en Kingston, Jamaica y jugaría su primer Mundial en México ’70 y su paso por la galería de élite del fútbol internacional pasó absolutamente desapercibida.