Frente Progresista RGB

La provincia o el país “normal” del que tanto hablaba el Socialismo generó otra elección que terminó en escándalo. Lifshitz y Cía., con síndrome de escrutinio precoz, se proclamaron ganadores. Del Sel, como mojarrita inexperta, mordió carnada y anzuelo. Entre el ruido, se rompe la hibernación del PJ y emerge el tercer hombre.

A esta altura muchos aún se preguntan cómo se llegó al triple escenario que los santafesinos con más sed de política pudieron observar en la temprana madrugada del último lunes 15 de junio. Recorramos el espinel. Nada es simple ni tan complicado al fin y al cabo.

El pueblo de la provincia de Santa Fe se lanzó hace apenas unos días, por novena vez en esas tres décadas y monedas, a elegir gobernador, diputados provinciales, intendentes, jefes comunales y concejales. En esta ocasión, tres fuerzas disputaron –con inusual paridad– por quedarse o llegar a la Casa Gris y gobernar el segundo Estado provincial del segundo país de Sudamérica, algo que muchos olvidan, acaso por padecer una baja autoestima de la que no son responsables por completo.

Estar a la altura de tamaña responsabilidad hubiera debido ser una obligación, tanto para postulantes como para electores. No parece que, a la luz de los hechos, haya estado tan claro para muchos, en ambos casos.

Continuidad y alternancia

Resulta curioso que, a más de 30 años de haber recuperado la democracia, deba recordarse que la continuidad de un gobierno o la alternancia dependen de la política, son inherentes a ella. Claro que la posibilidad que tenga el electorado de avalar una gestión u optar por alternativas que permitan producir cambios en el ejercicio del poder formal, pueden tener su eje principal en la política o cristalizarse en torno de la falta o escasez de ella.
Volviendo al intento de analizar o decodificar los escenarios que dejó el escrutinio provisorio del pasado domingo, vale la pena repasar estos 32 años de política en la provincia de Santa Fe.

Los primeros 24 fueron gobernados, en forma ininterrumpida, por el justicialismo, con variantes que no serán profundizadas acá, pero que casi todos saben o pueden reconocer. José María Vernet y Víctor Reviglio, y Carlos Alberto Reutemann y Jorge Obeid, ambos en dos oportunidades fueron los que mandaron en la bota criolla.

La primera alternancia, en término de signos políticos, se produjo hace ocho años, en 2007, cuando el fallecido ex gobernador Jorge Obeid le entregó el mando al socialista Hermes Binner, quien se convirtió en el primer gobernador surgido de esa fuerza política en toda la historia argentina.

Para el socialismo, ese cambio de timón fue –aún lo es– leído como la lógica consecuencia de tantos años en el poder por parte del PJ, sin apelar a distinguir matiz alguno entre los cuatro mandatos, que de hecho los tuvieron. Fueron muchos los ejes argumentales usados por el socialismo para reclamar que era su hora. Hicieron responsable al justicialismo de llevar adelante políticas conservadoras, diseñar la arquitectura del poder judicial para provecho propio, mantener la mayoría automática en la Cámara de Diputados para quien obtuviera la Gobernación, sosteniendo que ello conspiraba contra el equilibrio y el control republicano y, desde 1991, pergeñar un sistema electoral, la Ley de Lemas, amañado al propósito implícito de perpetuarse en el gobierno.

No importó mucho al socialismo entrar en detalles, como que la mayoría automática en la Cámara baja es una cláusula constitucional, o que la Ley de Lemas no ofreció obstáculo alguno para que el propio Binner gane y se consagre dos veces intendente de Rosario, o que Miguel Lifschitz lo suceda en 2003 compitiendo con esa normativa. Tampoco el socialismo le reconoció a Obeid haber impulsado la derogación de ese sistema electoral, decisión que le costó un fuerte cuestionamiento interno.

Los «tiempos de cambio», se dijo, llegaron. Pero el Binner gobernador dejó un arcón aquella beligerancia contra un supuesto vértice del Poder Judicial esculpido para dar garantías al PJ. Es más, apeló a quienes encarnan aún esa presunta cúpula para poner en marcha su proyecto de reforma del Código Procesal Penal.

Asimismo, usufructuó sin plantear crítica alguna, la mayoría propia en Diputados que la Constitución le garantizaba a él y cualquier otro gobernador hasta que su propio partido, acompañado por sus aliados y el propio justicialismo, reformaron el sistema electoral, dando a luz la boleta única. El resultado fue la primera experiencia en Santa Fe, desde 1962, de un gobernador electo sin mayoría propia en la Cámara de Diputados, que obtuvo el peronismo opositor.

Para sintetizar, los mandatos consecutivos de Binner y Bonfatti dejan como saldo, entre otras cosas, el fracaso o la falta de políticas públicas que generen profundos cambios a favor de un mayor bienestar de los santafesinos.

Obeid dejó encaminados los procesos licitatorios para la construcción de tres acueductos –Norte, Centro y Sur– que hubieran beneficiado a casi un millón de habitantes de 170 ciudades y localidades santafesinas. A casi ocho años de gestión, socialistas y radicales anularon esos concursos y no comenzaron a construir uno solo.

La política hacia la minoridad en conflicto con la Ley penal o en riesgo nunca formó parte de las prioridades de ambos mandatos, pese a que Binner, para citar un emblemático ejemplo, prometió cerrar el Instituto de Rehabilitación de Adolescentes de Rosario (Irar). No lo hizo, y la Coordinadora de Trabajo Carcelario (CTC) y el Colectivo de Investigación Militante sobre los Jóvenes y el Poder Punitivo (CIMJPP), integrado por trabajadores del Irar y de otros organismos vinculados con la problemática de niñez y adolescencia, denunciaron el año pasado que desde mediados de 2009 hasta ese momento, al menos 45 chicos que estuvieron detenidos en ese establecimiento «fueron asesinados después de recuperar la libertad: en su gran mayoría, en el año siguiente a su egreso»(1).

La por momentos errática –en general inexistente– política para enfrentar al narcotráfico es otro dramático déficit del socialismo en el gobierno. El escenario social comenzó a verse sembrado, de tanto en tanto, con las semillas de una violencia inédita protagonizada por decenas de soldaditos, capos narcos y dealers, algunos de ellos muertos a tiros que no casualmente alcanzaron a mujeres, hombres y niños ajenos a esa actividad o activos militantes en busca de alternativas para un vasto sector, el más vulnerable de todos, que no se resigna a vivir la lógica narco.

Hasta la salud pública, un capital real del socialismo de todo color en Rosario, sufrió una pronunciada declinación en la atención primaria, al tiempo que por ineficacia o a causa de yerros de origen, el tan promocionado como ambicioso plan de creación de hospitales regionales navega a la deriva, con lentitud, y exhibiendo apenas las cáscaras de lo que se prometió iba a ser la solución que la provincia merece en ese derecho básico.

La decisión de recostarse en las corporaciones más retrógradas antes y durante el conflicto entre el gobierno central, que intentó establecer retenciones móviles, y los sectores agroexportadores más beneficiados con el modelo económico –alianza que el socialismo mantiene hasta la fecha–, no es menos grave que los apoyos que hicieron explícitos ambos mandatarios a los factores de poder cada vez que éstos montaron evidentes maniobras que procuraban desestabilizar a la administración de Cristina Fernández de Kirchner.

No hace falta abundar respecto de los resultados de políticas, o la falta de ellas, que garanticen estándares de seguridad comunitaria. Las cúpulas policiales ungidas por Binner y Bonfatti fueron desplazadas por ineptitud, procesadas por connivencia con el crimen organizado (en particular el narcotráfico), o blancos de un implacable descarte táctico expresado como lastimero reclamo en demanda de fuerzas federales como Gendarmería, Prefectura y otras reparticiones.

Un ex diputado provincial del PJ decía que «es comprensible que a las mayorías les cueste reconocer que se equivocaron», al analizar el por qué de la victoria estrecha de Bonfatti sobre Miguel Torres Del Sel en 2011, en comicios que inauguraron una penosa seguidilla de ponderables sospechas en el desarrollo de escrutinios provisorios. Pero ya el huevo de la sierpe que surge cada vez que la política quiere ser reemplazada por el mercadeo, la publicidad engañosa o efímeros golpes de efecto, mostró el cascarón roto y una amarilla cabeza que asomaba amenazante.

Dramática paradoja la de Santa Fe. El abandono de la política que decidió ensayar el socialismo dio paso a lo peor de la antipolítica, corporizada en un candidato tan famoso como incapaz de dimensionar las complejidades que depara la gestión de una provincia como ésta, con un presupuesto de 80 mil millones de pesos, y esponsoreado por una fuerza nacional liderada por uno de los emergentes más visibles del neoliberalismo de los años ’90, Mauricio Macri, que está empeñado en restaurar aquella edad de oro en la que gobernaban las corporaciones.

Si de escenarios se trata, el domingo pasado se asistió a dos en los que el socialismo, por adolecer de una grave crisis ideológica, o el PRO, que depende de la negación de la política para seducir electorados hastiados, desesperanzados, y en buena parte incautos, se pelearon por decir antes que el otro quién había ganado.

Escenario I

Miguel Lifschitz, contando sólo con los datos de las mesas testigo propias, se autoproclamó gobernador electo. Tan extraño síndrome de escrutinio precoz parece afectar a muchos socialistas. No es la primera vez que eso ocurre, no es una sorpresa, basta recordar a Rubén Galassi, pero el domingo, a la hora de anunciar su victoria, no dejó de llamar la atención que a Miguel lo rodearan todos los popes de su partido. En nombre de la construcción de ciudadanía, la salud de la República y la calidad institucional, en el bochinchero Patio de la Madera, dando un aval institucional digno de mejores metas, el audaz candidato fue rodeado por el gobernador Antonio Bonfatti, la intendenta de Rosario Mónica Fein, el diputado nacional Hermes Binner, y varios caciques más.

Escenario II

Del Sel, como mojarrita inexperta, mordió carnada y anzuelo. En lugar de requerir seriedad a la hora de anunciar victorias basadas en papeletas extraoficiales, trepó al proscenio, y retrucó a su tocayo competidor reclamando para sí el cinturón de seguridad que lo amarre cuatro años al Sillón del Brigadier. Micrófono en mano, y dando saltitos que deben haber hecho las delicias de algún televidente lacaniano, gritaba lo que se espera aúllen sus militantes, que estaban abajo. «¡Boróm bom bom, boróm bom bom, Miguel del Sel, gobernador!», canturreaba el ex Midachi, en estado de trance pos eleccionario, hasta que algo de la compostura radical que sobrevive en Jorge Boasso hizo que el micrófono cambiara de manos y el postulante a vice del PRO dijera lo mismo, pero a la mitad de volumen y sin practicar los espasmódicos saltitos.

Un rato más tarde subió Mauricio, a quien le habían jurado que se suba al avión porque en Santa Fe lo esperaba su pollo como gobernador electo. Muy serio, le recomendó a Bonfatti que hiciera lo que corresponde, mencionó un par de veces al «señor Perotti», y volvió a boxes, donde debe haber continuado un previsible sermón y la exigencia de explicaciones, respuestas e interpretaciones de augures y clowns semicubiertos por el obvio excedente de globos amarillos. «¿E la festa?», preguntaba desilusionado un desorientado jubilado genovés.

Escenario III

Como en El tercer hombre, aquel extraordinario film de Carol Reed, el domingo Omar Perotti ocupó, entre otros roles, el de testigo de un hecho cargado de misterio e intrigas. En rigor, no existió un Escenario III. El candidato a gobernador del Frente Justicialista para la Victoria dialogó literalmente en un mismo plano con el enjambre constituido por movileros locales y de todo el país asignados a su centro de cómputos. En tono mesurado pero con firmeza, cuestionó las formas y el fondo de las celebraciones de sus dos principales contrincantes, destacó que su fuerza haya sido, como lo venía expresando en el último tramo de campaña, la que más creció, se mostró preocupado por las implicancias institucionales que podrían sobrevenir a partir de esos apresurados anuncios y de los agujeros negros que ya se habían detectado en el escrutinio provisorio, y requirió que se lleve adelante un minucioso conteo de todas las urnas, a fin de despejar cualquier duda o suspicacia alrededor del voto popular y de los resultados finales. El contraste entre las autoproclamas del progresismo y del PRO, no fue Perotti quien tuvo que decir que había un triple empate virtual. De eso se encargaron los propios medios, que a esa altura no podían soslayar que los tres postulantes, faltando demasiado por escrutar, estaban separados por menos de dos puntos porcentuales.

Epílogo

Sea cual fuere el resultado final de la elección del 14 de junio, Santa Fe muestra al resto del país varias cosas.

El socialismo y el radicalismo, como principales socios de una alianza autodefinida como progresista que incluye a otros espacios, menores pero no menos responsables, le dieron la espalda a la política en términos de forzar, conmover, al menos levemente, a una realidad de piel gruesa, y generar cambios en ella.
Como eran la ilusión de un vasto universo de santafesinos que creyeron las promesas progresistas, pero lo que terminaron siendo fue una ilusión de movimiento, en el sentido cinemático pero también en el político, muchos desilusionados buscaron cómo castigar tal desengaño. Con el peronismo en estado de hibernación en espera de que algún semidios o vestal lo lleve de la mano a la victoria, una generosa mano apareció como una chance para canalizar ese castigo. Del Sel como emergente grasa de un espacio de derecha cool, en el mejor de los casos, fue elegido por mujeres y hombres que son víctimas del abandono de la política que el frente que se dice progresista, y buena parte del peronismo que se fue y del que se quedó decidieron hacer.

Las buenas noticias son que, en medio de un nuevo episodio de gravísimas irregularidades en un escrutinio, pareciera que nace una nueva etapa, en la que la inocultable crisis institucional general del sistema democrático en la provincia –a nivel de partidos y de sus poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial– ofrece la oportunidad a las fuerzas mayoritarias de volver a la política. De hacer política. En ese sentido, y por haber construido con esfuerzo, sorteando zancadillas y demoras internas difíciles de justificar, un nuevo liderazgo con respaldo electoral indiscutible y mostrando una clara apuesta a la política, tal vez el peronismo arranque con notable ventaja. Basta recordar cómo se construyeron, o más bien se impusieron, los liderazgos del frente progresista y del PRO para concluir que llega un momento en el que no hay marketing o fama que alcance para ganar el favor popular.

Reutemann y el efecto suelo

Con Reutemann resulta impracticable el desafío de intentar no caer en el lugar común de analizarlo apelando a las reglas, guiños y jerga automovilísticos, acaso porque él mismo decidió ejercer la política como lo hizo a lo largo de su carrera deportiva o por otras innumerables razones.
Habiendo explicitado su salto a la derecha con foto, declaraciones y hasta una presencia algo autista –mientras sus socios bailaban él leía mensajes en su celular– en la mini bailanta organizada para celebrar la buena primaria de Del Sel, luego se replegó en su proverbial individualismo, que lo llevó a relativizar su apoyo al cómico y a sugerir que lo hecho hasta entonces era un favor pedido por Mauricio.

Macri hijo entendió el mensaje y al otro día le anunció a los medios, con Del Sel presente, que el Lole sería su candidato a senador nacional, lo que venía reclamando el corredor sin respuestas que lo dejaran tranquilo.

Con los antecedentes del ex piloto en mano, a nadie le pasó por la cabeza siquiera la idea de que iba a enseñarle a Del Sel los secretos del Fórmula I que lo mantiene invicto en términos electorales. Pero que ni siquiera le haya querido susurrar al oído la importancia del espejito retrovisor para que tomara nota de que alguien podía venir acercándose vuelta a vuelta y terminar cruzando la recta final trompa a trompa, bueno… ni el menos generoso de los pro-totipos macristas pudo pensar en tamaña mezquindad.

Para rematar, luego del frustrado festejo PRO, el Lole se despachó con una suerte de análisis sociológico pre gorila. “Siempre me quedó la duda respecto de si los núcleos medios a altos pensantes iban a analizar el voto. Sin embargo, en los sectores más populares (Del Sel) tenía mucho arraigo”. Es notable. No se le escuchó al ex conductor de Brabham preocupación alguna en torno de la capacidad de gestión que pudiera poseer o no el ex Midachi, pero sí estaba inquieto por no concitar el favor de una estrafalaria categoría social que, de todos modos, huele a que él la relaciona con alguna cuota de poder. Es probable que Reutemann jamás se percate, pero no es al cómico a quien humilla con esa mirada, sino a las grandes mayorías de la provincia, en quienes, está más que claro, no piensa en absoluto a la hora de analizar una elección.

Publicado en El Eslabón.

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