Santiago Vega, escritor oriundo de Quilmes, visitó Rosario para la inauguración de una muestra con ilustraciones en el Museo de Arte Contemporáneo y habló con este medio sobre su último libro y su acercamiento a las artes plásticas.
Washington Cucurto, seudónimo de Santiago Vega, irrumpió en la escena literaria nacional a mediados de los noventa con sus relatos sobre marginales, cosechando elogios tanto de Beatriz Sarlo como de Jorge Rial. Además, tuvo su momento mediático maldito cuando uno de sus libros, Zelarayán, fue incinerado en la localidad santafesina de Ramona por ser considerado pornográfico, lo que llamó la atención y el escándalo de la prensa nacional. Hoy, con más de 40 años y una veintena de libros –relatos, novelas y poemas–, lanzó Si te copás y curtís, un poemario publicado por la editorial rosarina Iván Rosado.
—¿Cómo llegaste a editar con Iván Rosado y qué ventajas encontraste en publicar con un sello de Rosario?
—Lo conocí a Maxi (Masuelli), uno de los coordinadores de Iván Rosado y le mostré algunos dibujos y a partir de eso surgió la posibilidad de hacer aquí una muestra. Luego le mostré una selección de poemas inéditos que tenía, cosas que fui juntando con el tiempo y le dimos forma de libro. Y en Rosario hay mucha gente joven que lee mucho, las cosas se interpretan de otra manera, con otra mirada. Cada ciudad tiene su propia lectura.
—¿Cómo está compuesto el libro?
—Se trata sobre todo de poemas en homenaje a personajes literarios a los que vuelvo siempre, pero también hay vendedores, jugadores de fútbol. Los editores de Iván Rosado siguieron esa guía de edición. Pero también tiene algunos relatos ilustrados.
—En uno de los poemas rescatás la figura de Omar Chabán ¿Cómo lo pensás a ese personaje?
—Él es, en parte, responsable por lo que sucedió. Pero él asumió su culpabilidad, a diferencia de otros. Lo que pasó fue una desgracia pero toda la sociedad también es culpable por la tragedia de Cromañón, es absurdo culpabilizar a una sóla persona.
—Tu imaginario literario está sobre todo fundado en la vida de inmigrantes de países vecinos que llegaron al país durante el neoliberalismo, y hoy la coyuntura político social es muy distinta ¿Creés que parte de tu escritura perdió vigencia por tratarse de algo epocal?
—Es cierto que las cosas cambiaron mucho, pero yo no escribo noticias para un diario, como tampoco me baso exclusivamente en la realidad. Los personajes tienen vida propia y si bien son lo que representan, ellos toman forma en los libros más allá de las épocas. Si lo leés a Arlt también te pasa lo mismo, pero sin embargo sus relatos siguen vigentes porque funcionan de otra manera.
—La cultura popular fue encontrando más reconocimiento en diversas prácticas artísticas que históricamente se lo negaron ¿Te considerás parte de esa movida o creés que se trata de un mero acto de esnobismo que se mudará a otra cosa rápidamente?
—No creo que se trate de algo nuevo, me parece que en cierta medida es algo que siempre estuvo. Yo hago lo que me gusta y eso está relacionado en cierta medida con lo que podría considerarse popular. Pero tampoco me gusta pensar a lo popular como un estereotipo, porque el pueblo se apropia todo el tiempo de cosas muy distintas, los tiempos cambian. No soy sociólogo, pero si lo mirabas a Macri en su cierre de campaña en Humahuaca con un poncho rodeado de indígenas parecía Evo Morales. Todo está cambiando todo el tiempo y es muy difícil utilizar esa etiqueta.
—¿Cómo fue tu acercamiento a las artes plásticas?
—Comencé escribiendo cuentos y luego les fui dando forma de collage, pegando figuritas y haciendo dibujos. Luego fui haciendo dibujos sueltos, caras, personajes, sobre todo usando desperdicios, cosas que fui encontrando, papeles, cartones, telas. En los últimos tiempo comencé a pintar un poco más, a aprender un poco más el lenguaje de las formas y más que nada el de los colores. La muestra está compuesta por historietas, relatos gráficos.
—¿Cuál es el estado actual de Eloísa Cartonera? (editorial fundada por Cucurto en 2003 de libros manufacturados con cartón comprado a cartoneros)
—Somos una cooperativa compuesta por seis integrantes que nos dividimos las tareas, fabricamos los libros, atendemos el puesto que tenemos en La Boca, damos talleres, vamos bastante a ferias, más o menos lo que hicimos siempre. Mantenemos el espíritu del cooperativismo. Estamos constituidos legalmente como cooperativa, pero éramos una cooperativa mucho antes de hacer los papeles.
Apostilla futbolera
—En diciembre de 2014, escribiste una de tus habituales columnas de fútbol en el portal de noticias de ESPN tu renuncia pública a ser hincha de Independiente ¿Seguís sosteniendo esa postura?
—Sí, dejé de ser hincha de Independiente, me aburrí, me cansé, ya era mucho sufrimiento al pedo. No me interesa esa cosa masoquista que a veces tienen los hinchas. Pero, por supuesto muchos hinchas me han puteado, esos que tienen esa visión del fútbol como algo sagrado, intocable, que son boludeces en el fondo. Está bueno que el hincha tenga la flexibilidad de hacerse de otro equipo. Ojo, igual, no me hice hincha de otro equipo, lo que sí dejé es de ser hincha de Independiente, ya no me pongo la camiseta, ni veo los partidos, como tampoco sufro, ni nada. No pasa nada si te pasás de River a Boca, no se acaba el mundo. Igual tengo los recuerdos del Independiente glorioso, pero es una cosa muy sublime ver las cosas así, no aporta estar pensando en el equipo del 83. Cuando vi que las cosas estaban mal, no quise aportar a todo eso. Si no el hincha es un rehén.
COSA DE NEGROS. Pájaro afrodisíaco, pinturas, dibujos y collages de Washington Cucurto, es una muestra de trabajos sobre la que el escritor Pedro Mairal dice: “Cucurto tiene un radar gigante para captar lo que le sirve en su arte. Lo agarra al boleo y, tal como lo hace en su escritura, lo zampa en su pintura y lo convierte en algo completamente personal”. Podrá visitarse hasta el 1º de marzo de 2016, los lunes, martes, jueves, viernes, sábado y domingo de 14 a 20 (miércoles cerrado), en el 4º piso del Museo de Arte Contemporáneo de Rosario, Oroño y el río.
Publicado en la edición 223 del periódico El Eslabón.