Foto: Andrés Macera
Foto: Andrés Macera

El ilustrador rosarino Feli habló con este medio, en el que colabora semanalmente, sobre el lanzamiento de su primer libro, Punch, una antología publicada por la editorial porteña Galería.

Feli –seudónimo de Pablo Bofelli–, es un artista plástico de la ciudad que trabaja como arquitecto en el estudio de la ex vice gobernadora de Santa Fe, María Eugenia Bielsa. Además, canta y toca la guitarra en la banda en ascenso Mi Nave y realiza ilustraciones para algunas publicaciones locales, entre ellas este periódico, que exhibe semanalmente en sus contratapas sus desopilantes críticas sociales con matices escatológicos y hasta pornográficos.

—¿Cómo fue el proceso que derivó en la publicación del libro?
—Al poco tiempo de que creé una página en facebook para publicar mis dibujos –a pesar de que no me gusta mucho esa plataforma–, fui contactado por los coordinadores de la editorial Galería de Capital Federal, quienes me propusieron hacer algo en conjunto. Y hace apróximadamente un año viajé a Buenos Aires, me reuní con ellos y empezamos a planear la publicación del libro. Desde aquel primer encuentro empezamos a llevar cabo reuniones informales. Fue difícil darle forma al libro porque ellos no querían que arme nada nuevo, sino que haga una selección de todos mis dibujos, los cuales son muy distintos, tienen diferentes tipos de línea, trazo, temáticas. Pero por suerte, en el medio de ese ida y vuelta con los editores conocí a José Sainz, quien me ofreció su ayuda en calidad de gestor-editor. Y él, mediante mi aprobación, eligió cien dibujos que seguían una línea. Luego, de los 100, quedaron 64, que son los que finalmente hicieron al libro.

—¿Cuál es el eje temático de la publicación?
—José y yo agrupamos los dibujos bajo diferentes temáticas, una de ellas, la más interesante, era “paisaje complejo”. La noción de paisaje que elaboramos reunía tanto un lugar como una situación. Si uno saca una foto de una esquina puede contar a partir de ella un montón de historias. No sólo la esquina como una de las formas de la ciudad, sino lo que allí sucede: puede haber una persona baldeando, una robando, otra vendiendo o paseando. En la publicación no hay un personaje que se repita. Si bien aparecen hombres, el lugar del personaje –en todo caso– es el espacio. Es el lugar donde las cosas pasan, donde las cosas se viven. Un lugar sin hombres no es un espacio, en todo caso es naturaleza. En algunas de las ilustraciones no hay hombres, pero están implícitos.

—¿Cómo interviene la arquitectura en tu producción?
—A mí la arquitectura me dio una manera de ver las cosas, una manera de razonar y reflexionar. Cualquier cosa la miro con ojos de arquitecto porque es la manera en la que aprendí a conceptualizar un punto de vista donde todo está organizado de cierta manera. El espacio y la ciudad son mis maneras de expresarme. Si bien yo dibujaba de antes de dedicarme a la arquitectura, ésta me formalizó para dibujar más preciso. El dibujo arquitectónico no deja de ser una abstracción de la realidad, pero a diferencia de cómo se concibe el dibujo en una carrera como Bellas Artes, lo que se trata de expresar es la idea y no una sensación. Se dibuja lo mínimo indispensable, lo mínimo para entender las tres dimensiones. De más, es un adorno; y de menos, no se entiende. Es un tipo de dibujo austero. Pero no de una austeridad vaga, se intenta expresar lo básico para que haya entendimiento, que no pierda lo esencial.

—¿Realizás todos tus dibujos a mano, o también te valés de alguna herramienta digital?
—Dibujo y escaneo. Lo que hago digitalmente es la edición. Si no me gusta el dibujo de la cabeza de una persona, la hago de nuevo al lado y con Photoshop se la pego. No concibo la idea de dibujar con la computadora, me genera desconfianza, confío en mi mano. Siento que la mano me lleva a lugares que la computadora no. De todos modos la computadora es fundamental en mi producción. Si no fuese por la edición no podría darles tanto contraste, quedarían grises. Con la computadora los quemo. Otra cosa que también tiene que ver con mi formación como arquitecto es la manera de pensar al vacío, la cantidad de espacio blanco alrededor de un dibujo no es lo que sobra, sino lo que le da escala y proporción. Si bien en la hoja lo pienso, muchas veces lo termino resolviendo con la compu.

—¿Y cómo se dio tu incursión en el humor gráfico?
—Siempre hice humor gráfico, aunque no sé bien de dónde salió. Siempre me gustó mucho Quino, el animé y los libros de ¿Dónde está Wally?. Del animé me gusta cómo se dibujan las ciudades. ¿Dónde está Wally? me parece puro humor, está compuesto por paisajes de humor. Y de Quino rescato –sobre todo– las ideas, él hace humor “dedo en el orto”. Y mi participación en El Eslabón fue como una especie de master de mi carrera como dibujante. El hecho de tener que concentrarme todas las semanas en una imagen congelada, compacta, al grano… más Punch que eso, imposible. Hace más de un año que participo del semanario y ya tengo un entrenamiento para buscar situaciones que me pueden llevar a ese lugar. Yo no sé cuál es la reacción de la gente cuando mira mis dibujos en el periódico, en ese aspecto facebook me ayuda. El Eslabón también me dio la posibilidad de hacer una especie de tira, de inventar a algún personaje que se repita, como el arco de fútbol que suelo dibujar, donde el personaje es el penal, y no el que patea o el que ataja.

—A tus viñetas, a menudo, se las ha calificado de apologéticas a la despolitización ¿Qué opinión te suscita esa apreciación de tus trabajos?
— Las concepciones de política son muy diversas, a mí me cuesta mucho creer en la política tradicional. Lo que intento con mis dibujos es que expresen ideas políticas pero no apuntando a un bueno y un malo. Lo que trato de hacer, y en un punto lo aprendí de Quino, tiene que ver con el lenguaje universal, sin representar a nadie en particular, represento a todo el mundo al mismo tiempo. Por eso no tienen texto, si lo ve un chino lo entiende. Estoy mucho más cerca del kirchnerismo que del nuevo gobierno, con el que no me siento representado en absoluto, pero de todos modos mi identificación dista de ser plena.

Publicado en la edición #230 del periódico El Eslabón.

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