Las editoriales Municipal e Iván Rosado lanzaron un libro sobre la vida y obra del difunto artista plástico rosarino, acompañado por una muestra de su producción que puede visitarse hasta el 20 de junio en el Museo Castagnino.
Hasta hace tan sólo un tiempo, el portal más accesible a la obra del pintor, escultor y restaurador rosarino Luis Agustín Ouvrard (1899-1988), era mediante la reproducción de un retrato de su esposa, alojado en la medianera de un edificio ubicado en Mendoza al 864, a tan sólo unos metros de donde se encontraba el Café de la Flor, recinto nocturno que funcionó hasta el año pasado, cuando un joven músico murió electrocutado por negligencias en las instalaciones.
Pero esa tosca reproducción –parte del proyecto Municipal, Museo Urbano Arte a la Vista–, fue reemplazada por uno de sus colegas: Augusto Schiavoni.
Retrato de Ester Vidal (1928), título de la obra de Ouvrard en cuestión, forma parte del patrimonio del Museo Castagnino, junto a otros quince trabajos del artista. Los mismos son expuestos de manera intermitente por el personal del Museo, quienes hasta la fecha le habían dedicado su última retrospectiva en 1980. Razón por la cual, el lanzamiento del libro Ouvrard. Pinturas y dibujos 1916-1986, de manera conjunta entre la editoriales Municipal e Iván Rosado, y la muestra que reúne gran parte de su obra y puede visitarse actualmente en el Castagnino, resaltan por su importancia.
La flamante pieza editorial, al igual que la muestra de pinturas y dibujos Ouvrard. La llave de los sueños. Obra reunida, recorren la producción del artista junto a material documental. El equipo curatorial de ambos proyectos estuvo integrado por Juan Manuel Alonso, Mónica Castagnotto y Maximiliano Masuelli, quienes reunieron obras que pertenecen a la familia del artista, de colecciones privadas y las del Museo.
Contemplar la antología de Ouvrard permite ver con claridad su búsqueda por un estilo singular, del cual muestra sus primeros atisbos en la década del 50, cuando se jubila de la docencia y se recluye a producir en su taller. Y alcanza su punto álgido desde los setenta hasta el final de su vida, período en el que se consagra como un eximio colorista y donde abunda la naturaleza muerta y los desolados paisajes pampeanos, realizados mediante el uso de óleo y pastel sobre diversos soportes. Antes, había pasado por el retrato impresionista, el paisaje expresionista, el costumbrismo, y hasta la pintura metafísica.
Luis Ouvrard, hijo de inmigrantes de Périgord, antigua provincia del sudoeste de Francia, nació en Rosario, estudió unos meses con el academicista Fernando Gaspary y dos años en el Ateneo Popular, institución gratuita de la ciudad que funcionaba en los altos del Mercado Central, donde se relacionó con otros jóvenes artistas. Coordinó un taller de restauración de piezas religiosas junto a su hermano y en 1918 fue admitido en el VII Salón Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, donde expuso junto a Fernando Fader y César Bernaldo de Quirós, que ya eran artistas reconocidos. Integró el grupo de artistas Nexus, junto a Alfredo Guido, Manuel Musto, Lucio Fontana, Antonio Berni y Augusto Schiavoni. En 1941 participó de la fundación de la Escuela Provincial de Artes Plásticas, en la que se desempeñó como profesor de cátedra del color.
Publicado en la edición 150 de El Eslabón.