20 hilo rgbYo no sé, no. Era un caminito especial, fundamentalmente después de un par de días lluviosos que ya sabíamos que se iban a formar algunas lagunas naturales. Lo primero que encontrábamos eran los huevitos de gallo, una planta que era semiacuática y que siempre estaba en esos charcones de agua limpia. Daba unos frutos que eran dulzones, verdaderamente dulzones. Las zanjas ya estaban preparándose con los huevos de batracios y surgía el debate de si salían ranas o sapos, porque –en principio– cuando éramos pibes, se pensaba que el sapo era el marido de la rana, pero después nos dábamos cuenta que se trataba de dos batracios distintos. Justamente cuando aprendimos la palabra batracio: una cosa es ser una rana y otra ser un sapo.

También por el camino, cuando íbamos a cruzar la Vía Honda, pasábamos por atrás del tambo donde había huevos de gallina por doquier, y era una tentación. Tanto para nosotros como para los perros, que eran medio ratoneros. Cuando salíamos a cazar, la tentación eran los nidos con huevos. O los huevos de codornices. Siempre los buscábamos. Y más aún, como sabíamos que eran los últimos años que iba a haber perdices cerquita de la Vía Honda, íbamos en busca de sus huevos.

Y en el campito, jugando al fútbol, ya aparecía la palabra “huevo” como sinónimo de “coraje”. Y aparecía en el mediocampo, en el 5. Y también la palabra “leche”, a la hora de tener mala o buena leche jugando al fútbol. Y los dos se condensaban –y no como la leche– en el 5, porque en esos tiempos era el jugador que le metía y le metía, tanto para la recuperación como para después salir jugando. Y había que tener coraje, huevo, no sólo para ir a buscarla sino para después jugarla bien. Así lo interpretábamos algunos, que no solamente había que recuperarla y dársela al mejor compañero ubicado, sino también había que tener huevo, o sea, coraje. Y también había que tener huevo para estar de arquero y enfrentarse a los fusilamientos que a veces te exponían, porque había tipos que te pateaban de punta, y otros que apenas te pateaban a colocar. Aparte las pelotas eran recontra pesadas, y no tan livianitas como son ahora.

Me acuerdo del coraje que tuvieron los que resistieron, por lo menos los que recuerdo yo de mi infancia, en el 69, en la revuelta. Los pibes, los estudiantes. Ahí sí que se tuvo coraje y huevo contra la mala leche de las distintas dictaduras. Y sobre todo de los planes económicos que llevaban al descalabro y a sacarte lo logrado. En la capillita del barrio tuvimos un cura piola, en tiempos en que la religión –fundamentalmente la católica– parecía ser la opción para los pobres o los curas por el tercer mundo. Éste, sin llegar a tanto, hacía un laburo social y colectivo que era admirable. No me acuerdo del nombre, pero sí del apodo: “Gallina Clueca”, le decían, porque se vivía acomodando los que te jedi.

El otro día, Pedro me dice: ¿Viste cuando conocimos el Casino?, nunca supimos porqué pero cuando le apostás al cero te paga doble. Y fijate ahora, en esta timba financiera, si vos zapateás por la leche de los pibes, no te pagan doble, sino que te pegan doble. Y si encima laburás, aunque sea para poder comprar los huevos, la leche, o la manteca que está por las nubes, te pagan la mitad. Después de la lluvia –dice Pedro–, tienen que aparecer los huevos. Después de esta lluvia ficticia, de inversiones que no vienen y de verdes que sólo son para la timba, tienen que aparecer los huevos.

Hago un minuto para sacarme el sombrero por los que se levantaron después de esa lluvia de la fusiladora del golpe del 55. A los Valle, a los tipos que se levantaron en todo el país y fracasaron. A los que al final terminaron fusilando, pero marcaron un hito en la resistencia. Esos sí que tuvieron huevos. Y después de los que, equivocados o no, resistieron con o sin fierros a las distintas dictaduras. Huevo también tuvo Cassius Clay, cuando se cambió el nombre y le dijo no a Vietnam. A ellos sí, me paro y les rindo un homenaje.

Y hoy, cuando uno se entera que se hacen los turros y no aparece la leche en los dispensarios, la leche maternizada y la que aconsejan los médicos, ahí sí, ante esa posición dominante hay que plantarse y decirle “por acá, no”. Con los planes de vacunación y el atraso que hay en algunas vacunas, tampoco, porque ahí sí estarán mostrando lo que muchos sospechábamos: que detrás de estos gobiernos de derecha está el huevo de la serpiente, como diría la película, que en definitiva es la creación de un gobierno por un país para pocos. Aquellos que se hacen los ranas y al final son unos sapos con mala leche.

Así que después de esta lluvia, o antes de que termine, es la hora de los huevos. Y del coraje de plantarse, como un 5 (o como varios 5) para recuperarla y salir jugando. Salir jugando –me dice Pedro–. Eso: salir jugando.

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