Los datos oficiales sobre el índice de desempleo en el país arrojaron una tasa de desempleo del 9, 6 por ciento. Desde el gobierno culpan a la pesada herencia; aunque también innovan: una nueva metodología en el cálculo del desempleo sería la explicación a las cifras difundidas.
El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, más conocido como INDEC, publicó, entre otros indicadores, la Tasa de Desocupación y Subocupación de los principales aglomerados urbanos del país, es decir, el índice que mide oficialmente el desempleo en Argentina. En total sintonía con las estimaciones más realistas acerca de los efectos de las políticas económicas encaradas por el gobierno de Cambiemos, el índice arrojó una tasa de desempleo del 9,6% a nivel país, con picos de 11,7% y 11,6% para ciudades como Rosario y Mar del Plata, respectivamente. El propio Director del INDEC, Jorge Todesca, definió de “grave” la situación del mercado de trabajo en Argentina, lo cual coincide rigurosamente con la realidad cotidiana de la calle, tanto para los que trabajan o buscan trabajo, como para los comercios, PyMEs y actividades productivas en general.
Sin embargo, el gobierno y gran parte de sus voceros, eluden, o directamente niegan, lo que el propio organismo público está informado acerca de esta situación. Algunos hacen mención a la ya desgastada y poco creíble excusa de la pesada herencia; otros, con un poco más de creatividad, hablan del cambio metodológico en el cálculo del desempleo y, por lo tanto, explican la situación más por una cuestión estadística que por una decisión de política económica que se evidencia con más crudeza día tras día.
En recientes declaraciones públicas, el presidente Mauricio Macri, habló de salir del populismo diciendo la verdad, lo cual despeja cualquier tipo de dudas acerca de las causas del crecimiento del desempleo. El Presidente utiliza peyorativamente la palabra “populismo” en vista de la connotación negativa que se la asigna al término, pero si ello significa incrementar la cantidad de desocupados y subocupados, presionando a la baja los salarios para que las empresas (mejor dicho, algunas empresas) tengan ganancias extraordinarias, la cosa deja de ser semántica y pasa a ser una cruda realidad para miles de argentinos.
Es interesante observar que algunos efectivamente piensan que el crecimiento de la desocupación es un problema de métodos, afirmando que las políticas económicas del gobierno están equivocadas y que, la improvisación y el error de diagnóstico son los responsables del mal desempeño de la economía. Generalmente, esta visión proviene de quienes siguen creyendo que dentro de poco tiempo se deberían sentir las mejoras de un modelo cuya aplicación era inexorable, omitiendo resaltar las contradicciones entre los hechos y las promesas de campaña que hablaban de “pobreza cero” y de una Argentina con igualdad de oportunidades para todos.
En vista del creciente descontento social que se observa a diario, valdría la pena considerar que el problema no está en las estadísticas, ni en los cambios metodológicos, incluso tampoco en el diagnóstico o la forma en la que se implementan las medidas, sino que se trata primeramente de una cuestión de objetivos de política y de visión de país. Macri lo expresa con sus propias palabras y ahora prefiere decir la verdad. El país que se está digitando es uno donde bien viven algunos pocos, mientras que las grandes mayorías sobreviven como pueden y esperan lo que no llega nunca.
No es la primera vez que esto ocurre en la historio del país; se trata de una visión que se encuentra a todas lucen en la conformación del Estado Nacional durante la segunda mitad del Siglo XIX y que se termina de plasmar con la denominada “generación del ‘80”. En aquel entonces también, mientras que las elites dominantes concebían el progreso desde y para ellos mismos, el “populacho” vivía en el hacinamiento, la insalubridad, el permanente deterioro del poder adquisitivo de la moneda y la exclusión total de las decisiones de los asuntos públicos.
No hay dudas de que para este gobierno, que los argentinos tengan trabajo, no es un objetivo principal, sino un escenario posible sólo después de que los grupos dominantes y “bien ubicados” logren sus pretensiones. Si el trabajo fuera un objetivo, no se frenaría la obra pública, no se sub ejecutaría el presupuesto público, no se limitaría la intervención del Ministerio de Trabajo en los conflictos laborales de las empresas, entre otras tantas cosas que el gobierno está haciendo en contra del trabajo. Si el déficit fiscal ocurre luego de un accionar tendiente a que todos tengan trabajo, es un criterio político; si en cambio, ocurre luego de conceder la quita de impuestos y de facilitar ganancias extraordinarias a los sectores con mayor capacidad de acumular riqueza, es totalmente otro.
La clave está en la visión de país que se tenga y en los objetivos políticos a desarrollar para hacerla realidad. Si ya se cuenta más de un millón de desocupados, no hay argumentos para eludir un replanteo de la cosa. El debate sobre las medidas y las estadísticas, eventualmente vendría después.
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