El anuncio empresarial de cesar en la explotación de El Ciudadano plantea un nuevo panorama en el escenario mediático de Rosario. La ciudad, sin El Ciudadano, tendría sólo a La Capital como diario. Queda el suplemento Rosario 12 y algunas trincheras, como este mismo semanario, y portales y diarios digitales en la web. Pero la tapa de un periódico impreso, sin embargo, no deja de tener un impacto irremplazable. Ahora, ¿por qué Rosario, la segunda o tercera ciudad más importante del país, no se banca más de un diario de papel que dispute la agenda? Fernando Irigaray, director de Comunicación Multimedial y de la Maestría en Comunicación Digital Interactiva de la UNR, reflexiona sobre éste y algunos otros interrogantes que tienen que ver con un entramado de nuevos negocios, de nuevas audiencias, de políticas en comunicación y tecnologías, y de concentración de medios.
“La concentración de medios es una marca distintiva de estos tiempos, a nivel global, latinoamericano y también local”, explica Irigaray, para quien el crecimiento de las corporaciones mediáticas se viene denunciando hace años. La cuestión es que ahora todo indica que esa concentración se profundizará. “Además de todo, no va a haber un respaldo del Estado para frenar este tipo de cuestiones. Esa ausencia va a terminar favoreciendo a las grandes corporaciones, y no a los trabajadores. Se le suma el freno a cuestiones relacionadas a la multiplicidad de voces. Desde ya, la primera medida de este gobierno fue sacar la Ley de Medios”.
La clave, pareciera, está en la política. Es la explicación lógica en un país –y un mundo– donde hay cada vez más herramientas de comunicación y menos fuentes de trabajo en la temática.
“La cuestión digital ha mejorado sustancialmente las posibilidades de romper cercos informativos, de filtrar información frente a la concentración de medios, y eso sí vemos que funciona. Pero la tecnología per se no democratiza ni genera laburo. Lo hacen las acciones de gobierno y los marcos regulatorios”, define el especialista.
“Por eso, lo que veo muy difícil es generar trabajo efectivo para contraponer otra forma comunicacional y profesional de un armado de un medio de comunicación. Estamos lejos de que suceda, entonces el problema ahora es cómo hacemos para defender la fuente laboral de los compañeros. Lo otro es más a nivel militante, contra-informativo: no es un buen panorama, es bastante complejo, de resistencia. Habrá que ver cómo se puede, por un lado lo primordial, tratar de solventar a los compañeros que ven perjudicada su fuente laboral, y también la cuestión social: cómo evitamos un bloqueo informativo cuando las voces son cada vez menos”, advierte Irigaray.
Todo cambia, pero las tapas siguen
Una premisa recorre las redacciones, las aulas en la universidad, los quioscos, la mesa de los lectores: el papel va a desaparecer, los diarios van a ser sólo digitales. Pero los medios impresos siguen de pie. Pasan los años y siguen saliendo. Y las tapas siguen siendo las tapas. El peso gráfico está ahí, entre las viejas y nuevas generaciones y en los escritorios políticos. “Es un actor político”, define Irigaray. “En América Latina y en Argentina todavía se está lejos de que eso suceda (que dejen de salir diarios de papel), pero empezamos a ver que eso va a cambiar. Son cada vez más las acciones interactivas en estos medios. Eso empieza a verse dentro de algunas empresas que apuestan a un futuro. Y mientras tanto, siguen cobrando por los medios más tradicionales. Pero están apostando, porque en breve, no podría decir cuándo, va a haber un cambio importante en este consumo, porque las audiencias jóvenes van creciendo”.
El primer cambio que impulsa a nuevos modelos de comunicación y negocios de la información está en las audiencias. En la redefinición de las nuevas audiencias, cada día más complejas. “Lo que se ve es que la gente está mutando, fundamentalmente los más jóvenes, que, a medida que van creciendo, son los grandes consumidores de medios y de información”, analizó el docente. Y trajo a colación, para entender qué son esos nuevos hábitos de consumo, un nuevo concepto: el de «second screen», o sea, segundas pantallas. Irigaray contó sobre una medición de la que participó durante 2014 sobre consumo de nuevos medios en Rosario y Argentina. Uno de los datos más interesantes que surgió indicaba que un 70 por ciento de jóvenes entre 13 y 25 años, cuando veían TV estaban utilizando otra pantalla, fundamentalmente un dispositivo móvil. “Este dato no es menor, tiene que ver con un cambio en el ámbito de consumo donde ya una pantalla no alcanza. Por eso aparecen nuevas narrativas. Los grandes multimedios tienen una base en lo gráfico, pero también están apostando a ese cambio”, comentó.
El desafío más fuerte es para los medios más chicos, los que tienen que plantear un nuevo modelo de negocios. “Eso es lo más importante. No podemos quedar sujetos a publicidades estatales, más en la Argentina de hoy en día. Lo que estamos viendo es que se va a tender a concentrar más los medios y dentro de ese proceso de gran concentración va a quedar poco lugar para medios más alternativos y chicos”, sostuvo Irigaray.
Fuente: El Eslabón