Foto: Facundo Vitiello.
Foto: Facundo Vitiello.

De regreso de la escuela, comenta Pedro, el mes de noviembre era un mes en el que ya pintaba el calorcito y uno iba ligero de ropa. Apenas cruzaba la vía, había un campito donde había un gringo que había sembrado alfalfa. El campito era tentador para nosotros, que al toque nos prendíamos en un partidito a las cabezas. No sé de dónde salía la pelota, pero siempre aparecía. O, por lo menos, algo que se pareciera a una pelota. Y ahí nomás, a pararla de pechito y a salir jugando. A estar atento al rebote o a hacer una palomita, que valía 3. Pero, también, siempre atentos al Tano. Porque el Tano, con justa razón, siempre estaba atento a que nosotros, cuando pasábamos, seguro que algo le íbamos a arruinar de lo que había sembrado.

Al tiempo, nosotros, ya medio muchachones, cuando veníamos del centro, de algún bailongo o alguna trasnochada, tomábamos cualquier bondi que nos dejara más o menos cerca, aunque sea del otro lado. Si pintaba el 53, que iba por barrio Acindar, se lo tomaba. Y sobre todo cuando veníamos bien acompañados, en pareja, porque los últimos encuentros amorosos los podíamos hacer ahí, cerca de la vía, porque no había tanto caserío como hay ahora y porque siempre había un lugarcito para la dulce despedida, antes que pinte el amanecer. Y otra cosa, muy distinta, era cuando veníamos perdedores, silbando bajito y pateando bolsas de basura.

Al tiempo, por las paredes del barrio y de la ciuad, empezó a ser visible la palabra “regreso”. O sus sinónimos. “Perón vuelve” o “luche y vuelve”. Y de pronto, lo que se murmuraba se empezó a decir a boca de jarro, como si la gente hubiera perdido el temor. Y el General regresó, le dio el cuero. Y con el regreso del General, regresó la militancia. Fue como tomar carrera para patear mas lejos, o para pegar el salto más largo, o –como dice nuestro amigo Miguel Franchi– porque “somos nostálgicos del futuro”.

Incluso podríamos escribir un poema, como el que escribió Homero de la guerra de Troya. Hay que agarrar la metáfora –dice Pedro–, hay que regresar para tomar carrera, para juntarse, para pararla de pechito. Por eso no estoy de acuerdo –aclara– con los tipos que putean a un jugador, y dicen: «Éste está de regreso». Ojalá que todos los jugadores estén de regreso, para enfrentar a estos que regresaron momentáneamente y que, como dueños de la tarasca, nos gobiernan. ¿Y si la regresamos, y la paramos de pechito y se la damos al compañero, y volvemos a pedir por nuestros derechos?

Y un “luche y vuelve”, para que vuelva lo nuestro, para que vuelvan las cosas que nos pertenecieron y que estos fulanos –o los parientes de estos fulanos–, desde el principio de la historia, se apoderaron. Por eso la frase “de regreso” está buena, y es más que una metáfora: es como tomar carrera pensando nostálgicamente en el futuro.

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