El 21 de agosto de 2016, Clarín publicó una sorprendente nota titulada “El hombre que secuestró a Macri hace 25 años: «Yo lo voté»”. En la misma, el diario de Héctor Magnetto y Ernestina Herrera señalaba en la bajada que “el ex subcomisario José Ahmed, integrante de la banda que secuestró a Mauricio Macri en 1991, dio por primera vez una entrevista y mostró admiración por su antigua víctima”.
El Síndrome de Estocolmo inverso viene a cuento porque algunos biógrafos vocacionales sitúan en aquel lejano 1991 el fervor del Presidente por los servicios de inteligencia, que hoy cogobiernan con él, la Unión Cívica Radical (UCR), la mayoría de los jueces y fiscales de Comodoro Py, los medios que integran el Clarinato de Apoyo Condicional (CAC), y las bandas de política cumbiera Lili La Pitonisa y La Viuda de Mr Magoo.
Un mundo lleno de sérpicos
El universo macrista está rodeado de galaxias de espías, canas e informantes provenientes de la política y los negocios oscuros.
A Macri lo secuestraron una madrugada, la del sábado 24 de agosto de 1991, y sus captores lo mantuvieron cautivo 12 días. Fue liberado tras pagar seis millones de dólares, rescate que –como consignaron el diario La Nación y otros medios– fue llevado al lugar donde determinaron los secuestradores por “Roberto Osvaldo Pascual, el chofer de Mauricio Macri, y Nicolás Martín Caputo, uno de los mejores amigos del empresario”.
Es harto conocida la foto de la agencia Diarios y Noticias que lo muestra a Macri el día de su liberación junto al pagador –su padre Franco– y al entonces ministro del Interior y actual empresario de medios y petrolero José Luis Manzano.
Este último fue –algunos dicen que sigue siéndolo– jefe político de Miguel Ángel Toma, quien a su vez fue titular de la Secretaría de Inteligencia del Estado (Side) de Eduardo Duhalde entre el 10 de julio de 2002 y el 25 de mayo de 2003, o sea 14 días después de los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. También había sido –entre 1998 y 1999– secretario de Seguridad Interior de Carlos Menem y fugaz ministro del Interior de Ramón Puerta en 2001.
En agosto de 2016, Macri designó a Toma como director en representación del Estado en Siderar, la empresa emblema del Grupo Techint. Los rumores del momento indicaban que la verdadera tarea del discípulo de Manzano era espiar al conglomerado de Paolo Rocca, cuya relación con la familia presidencial siempre fue fluctuante entre los negocios y el odio.
El periodista e investigador Alfredo Silletta, luego de conocerse las escuchas a partir de las cuales el juez federal Ariel Oscar Lijo procesó al ex titular de la AFI Oscar Parrilli, a quien el fiscal Guillermo Marijuan quiere meter preso, escribió en un artículo: “Parece una película, pero es real. De a poco, Argentina se convierte en la Alemania oriental, donde todos son «escuchados», especialmente los opositores al régimen. Hoy es Cristina Kirchner, Oscar Parrilli, políticos opositores, dirigentes sindicales o periodistas críticos como Roberto Navarro, Gustavo Sylvestre o Mauro Federico. Hoy los servicios de inteligencia van hacia los opositores, pero también caen sobre aquellos como Daniel Angelici que cuestionó el negocio del fútbol del Grupo Clarín”. Silleta sindica a Marijuan como “hombre de Jaime Stiuso y Héctor Magnetto”.
En septiembre del año pasado, luego de las denuncias formuladas por Elisa Carrió contra Arribas y Majdalani, La Nación sacó una nota que daba cuenta de presuntos cambios que se realizarían en el primer trimestre de 2017.
El artículo, titulado “En medio de un debate interno, Macri posterga una definición sobre la AFI hasta 2017”, narra un hecho significativo: “No habrá cambios en la Agencia Federal de Inteligencia (AFI). Al menos durante los próximos meses. Si bien Mauricio Macri respalda al director de la ex SIDE, Gustavo Arribas, en los primeros meses del próximo año realizará una evaluación de lo que sucede en el submundo de los espías para definir el futuro del cuestionado servicio de inteligencia nacional”.
Pero lo que sucedió en los primeros 40 días de este año es que los servicios se desmadraron, mostrando afiladas uñas que exceden por mucho a los intereses del gobierno de Cambiemos. Arribas fue acusado de percibir un soborno, Macri lo defendió, los sérpicos contratacaron con las escuchas a CFK y Parrilli, y como colofón de esta tragicomedia, el canal de deportes de Clarín, TyC, divulgó escuchas telefónicas que comprometen al íntimo colaborador de Macri, Daniel Angelici, presidente de Boca Juniors, en aprietes a dirigentes del fútbol profesional.
Lo realmente llamativo del artículo de la Nación mencionado, es el tironeo interno que existe en torno de la inteligencia en el gabinete de Macri. Jaime Durán Barba le pidió muchas veces que cierre la AFI y cree otro organismo, pero otros lo convencieron de lo contrario.
Tres párrafos de aquella nota son más que ilustrativos de cómo piensan los aliados de los servicios en el gobierno, dentro de los cuales todos señalan que está incluido el Presidente:
“El jefe del Estado, en tanto, sigue de cerca lo que ocurre en la AFI. Macri considera que en poco tiempo Arribas «hizo un gran trabajo». El Presidente destaca en privado las alianzas que el Señor 5, como se denomina al director de la agencia, alcanzó con organismos similares en el mundo”.
“Hoy la AFI, según pudo saber La Nación- trabaja con el Mossad (Instituto de Inteligencia de Israel), la CIA (Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos) y los servicios de inteligencia de Colombia y Perú, entre otros países de la región”.
“«Salvo con los militares, la SIDE nunca funcionó. ¿Por qué pensar que nosotros vamos a poder cambiarla? Son una mochila», confió uno de los hombres que el Presidente más escucha”.
La plata más oscura
De los cambios que iba a analizar el primer mandatario en el primer trimestre de este año, según el diario de los Mitre, no pasó nada.
Lo que sí ocurrió, pero el año pasado, y está teniendo repercusiones por estos días, es que los servicios disponen de mucha plata que no conoce otra luz que la de las lamparitas de bajo consumo que iluminan las guaridas de la AFI.
Mediante el decreto 656/16, de junio del año pasado, Macri produjo cambios sustanciales en la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), a la cual le devolvió la potestad de manejar en secreto los fondos que maneja, unos 1.450 millones de pesos, que ahora revisten la categoría de “gastos reservados”. El gobierno de CFK había transparentado ese presupuesto, en uno de los muchos cambios que había introducido al área de los servicios.
Aquellos cambios fueron defendidos por el director y la subdirectora de la AFI, Gustavo Arribas y Silvia Majdalani, respectivamente, y cuestionados por el Centro de Estudios Legales y Sociales (Cels), y las organizaciones Memoria Activa e Iniciativa Ciudadana para el Control del Sistema de Inteligencia (Iccsi).
No mucho mejor es el proyecto que Carrió presentó en el Congreso para derogar la ley de inteligencia y eliminar la AFI. La iniciativa crea un “Sistema de Inteligencia Nacional” y, por separado, un “Sistema Nacional de Investigación”, que serviría para pesquisar “los delitos federales de terrorismo, narcotráfico, sedición, tráfico de armas, tráfico de divisas, tortura, tráfico y trata de personas”. Un mandato que tanto la CIA, como el Departamento de Estado yanqui y el Comando Sur del ejército de los Estado Unidos le viene reclamando a Macri desde que asumió.
Lo cierto es que hoy la Argentina está tapizada de servicios que hurgan en las redes sociales, a través de la Administración Federal de Ingresos Públicos (Afip) y la Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses).
Como se recordará, a través de un decreto, los datos de 16 millones de ciudadanos –incluyendo nombre y apellido, DNI, Cuit/Cuil, domicilio, teléfono, dirección de correo electrónico, fecha de nacimiento, estado civil y estudios– fueron a parar desde la Anses a la jefatura de Gabinete comandada por Marcos Peña, uno de los principales impulsores del ciberespionaje macrista. Nadie está a salvo de la mirada inquisidora de un gobierno de espías.
Fuente: El Eslabón