Como nunca desde 2003, una elección pone a prueba los alcances de la incursión del kirchnerismo en la política nacional, al mismo tiempo que desafía a la derecha a demostrar si puede revalidar con votos su llegada al gobierno.
Sólo se elegirá quiénes serán los candidatos, pero esta elección fue planteada por todos quienes compiten como si se tratara de una general. No es caprichoso que se haya dado esto. Al fin y al cabo, se dirime quiénes competirán para intentar retomar el sendero que transitaba la Argentina hasta diciembre de 2015 o si se mantiene el iniciado desde entonces. Y ambas opciones representan dos modelos que antagonizan en el país desde lo profundo de su historia.
Cuando el 25 de mayo de 2003 asumió Néstor Kirchner cambió el paradigma político que rigió durante poco más de dos décadas de democracia recuperada, pero que debería medirse desde el Rodrigazo de 1975, cuando se interrumpió el último intento de gobernar prescindiendo de las políticas impuestas por las corporaciones financieras internacionales con sede virtual en Washington.
Desde aquel día de 2003, y hasta noviembre de 2015, en que la alianza Cambiemos venció al Frente para la Victoria por un punto y medio por ciento y permitió la llegada a la Casa Rosada de Mauricio Macri, las políticas públicas llevadas adelante, se adhiera o no a ellas, descartaron explícitamente el monitoreo de la economía por parte del Fondo Monetario Internacional, replantearon los términos de pago de la deuda externa y consolidaron las relaciones internacionales con los gobiernos de Latinoamérica, reforzando particularmente al Mercosur en clave no tan sólo económica sino política.
Por lo demás, se promovió la sustitución de importaciones, se llevó adelante un proceso de marcado corte industrialista, al tiempo que se aplicaron medidas que pretendieron paliar la grave situación social en que la Argentina había quedado luego de la crisis de 2001.
Cuando en 2015 el peronismo ya no pudo contar con un candidato que llevara el apellido Kirchner, ganó la elección presidencial pero sin la suficiente ventaja como para evitar la segunda vuelta que marca la Constitución. En ese balotaje se alzó con el triunfo Macri, quien comenzó a gestionar en los términos que lo hacen las fuerzas que proponen el libre mercado, la apertura de la economía y la reinserción en los mercados financieros internacionales.
Eso, ni más ni menos, es lo que se pone en juego en esta jornada de elecciones Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (Paso), que sirven para determinar cuáles serán los candidatos definitivos que competirán por lugares en ambas bancas del Congreso nacional en octubre próximo.
No en todos los distritos electorales se definirán postulantes a senadores, pero en el principal de ellos, la provincia de Buenos Aires, que representa el 40 por ciento del padrón electoral, una de las listas vuelve a llevar en la cabeza un candidato con el apellido Kirchner, nada menos que la ex presidenta Cristina Fernández.
En esa compulsa, en la que los principales rivales de CFK serán Esteban Bullrich, por Cambiemos, y Sergio Massa, por 1País, estará puesta la mirada de todo el país, más allá de los resultados que se den en otras circunscripciones.
Unos 33 millones de argentinas y argentinos están en condiciones de emitir su voto en las 24 provincias, donde se renovará la mitad de la Cámara de Diputados (127 escaños), y un tercio de la Cámara alta (24 senadores). Quienes ganen, serán candidatos el 22 de octubre próximo, aunque sólo en las provincias de Buenos Aires, Formosa, Jujuy, La Rioja, Misiones, San Juan, San Luis y Santa Cruz se elegirán los postulantes a senadores.
La de este domingo será la Madre de todas las Paso porque, claramente, el resultado dará un indicio de cómo se perfilan esos dos modelos de país que se intentó describir someramente al inicio de este artículo. No es poca cosa, tratándose de la Argentina, en la que hasta hace sólo 14 años, como se dijo, sólo se elegían candidatos pero no modelos.