En la previa del Día del Niño, el ex delantero de Colón y Rafaela –entre otros clubes– publicó Cañito vale doble, libro de cuentos infantiles que giran en torno al deporte de la redonda. “El objetivo es acercar a los chicos a la literatura a través del fútbol”, señaló.
César Carignano nació en Freyre, un pueblito cordobés ubicado a unos 240 kilómetros de la capital de esa provincia, en septiembre de 1982. En 2001, con 19 años, debutó profesionalmente con la rojinegra de Colón y a fuerza de goles se ganó un par de convocatorias al seleccionado nacional, que por aquel entonces conducía técnicamente el Loco Marcelo Bielsa, y una transferencia a Europa. Tras dos temporadas en el Basilea suizo, en las que jugó poco por una seguidilla de lesiones, emigró al América de México. Después de defender las camisetas de Independiente Rivadavia de Mendoza, Ferro, Atlético de Rafaela, Universidad Católica de Chile y Patronato de Paraná, quemó sus últimos cartuchos en Sportivo Belgrano de San Francisco (localidad vecina de su Freyre natal) y el Club Atlético Pilar, de la homónima ciudad santafesina, donde terminó colgando los botines en 2016. Ahora, alejado de las canchas, transformó gambetas y goles en palabras y se acaba de dar el gusto de publicar un libro, con relatos bien futboleros, dirigido al público infantil. “La idea es aportar en un lugar en el que no había mucho, y con el objetivo de acercar a los chicos a la literatura a través del fútbol, que es algo tan masivo”, asegura el ex atacante, y añade: “Que los pibes vean que leer un libro es tan mágico como los aparatos tecnológicos que usan, y que le den un lugar”.
Nunca Más dejó de leer
La historia entre el delantero y los libros arrancó casi a la par con su debut en la Primera del Sabalero, antes de cumplir las dos décadas de vida. “La lectura me empezó a gustar de grande, cuando terminé el secundario y entré en Colón”, recuerda el otrora futbolista, devenido en periodista deportivo y escritor. “Cuando me fui para Suiza empecé a leer historia argentina, me enganché y se transformó en mi hobbie”, agrega sobre sus inicios en el mundo de los libros, y asegura que esa pasión –como la del fútbol– lo persigue en la actualidad “aunque no me sobra tanto el tiempo como sí me pasaba en las concentraciones o en los viajes”, cuando aún corría detrás de una pelota con los cortos puestos.
El primer libro que tuvo en sus manos y que lo inició en la literatura fue nada menos que Nunca Más, el informe de la Conadep sobre los desaparecidos. “Me lo regaló mi cuñada, y a partir de ahí no paré”, asegura el hombre que dejó el fútbol con más de 100 goles en el lomo. “Vos leés un libro y te genera disparadores a otros libros, y entrás en un lugar que es fascinante, así fue que arranqué leyendo historia argentina de los 70. Y después, en vez de empezar de 1810 para acá, hice el camino inverso”, cuenta.
Sus primeros pasos en el universo de la ficción se produjeron cuando el rosarino Ignacio Bogino –hoy defensor de Temperley y con pasado en Rosario Central– se cruzó en su camino en Patronato de Paraná, y le acercó textos de Eduardo Galeano, Gabriel García Márquez, Eduardo Sacheri, Roberto Fontanarrosa, entre otros. “Con Nacho generamos mucha empatía de entrada. Él venía de otro palo, más de la literatura tradicional, de la novela, y fue así que empecé a abrir un poco el espectro”.
El sueño del pibe
César Carignano no le saca la vista a los libros, como no se la sacaba a la pelota dentro de un campo de juego. Pero un día, durante su dura estadía en territorio azteca, se atrevió a empuñar la pluma para poner en palabras sus ideas, aún alejadas de las cuestiones infantiles. “Lo primero que escribí fue una especie de autobiografía”, revela el ex jugador en referencia a su primera –y hasta la semana pasada, única– publicación, denominada Andando detrás de la pelota. “Estaba en México, en una etapa complicada porque vivía lesionado. Me propuse dejar escrito para mí mismo, y para mi familia, un testimonio de que no todo es lindo en este deporte y relatando aquellos días. Después empecé a ir para atrás en mi carrera, hasta que cuando ascendimos en 2011 con Atlético Rafaela, sentí ganas de cortarlo ahí y le dí formato de libro. Lo edité, pero hice pocas copias y se las regalé a gente amiga”, aclara.
Padre de un niño de 9 años y una niña de 5, explica que en su búsqueda por incentivar a sus hijos en la lectura, le picó el bichito de dedicar sus próximas líneas a relatos juveniles, por supuesto con la pelota como denominador común. “Con mi nene , que le gusta mucho el fútbol, empezamos a indagar sobre literatura y nos encontramos con que hay muy poco sobre fútbol para chicos, donde los protagonistas sean chicos, y que se puedan imaginar ser parte de esas historias”, comenta el columnista de LT10, el medio de comunicación de la Universidad del Litoral, institución en la que labura. “A partir de ahí tomé confianza como para animarme a publicar cosas. Escribí 3 cuentos y se los mostré a Claudio Cherep, periodista santafesino que escribe sobre fútbol, y me dijo que él los publicaría. Así que junté coraje, hablé con Nacho Bogino, que es mi socio artístico y el que hizo los dibujos, y me largué. Fue todo a pulmón, con una edición de autor que fue presentada el martes”, en el auditorio de ATE Santa Fe.
Mientras tanto, este ex nueve de área deleitaba a sus lectores en el portal de LT10, donde comenzó a trabajar ni bien retirado. “Hacía columnas de opinión de deportes, que le gustaron a mi superior, y ahí fue que rompí un poco con el pudor del qué dirán, y me animé a publicar”, confiesa.
Recuerdos que mienten un poco
César Andrés Carignano lanzó el pasado martes en la capital provincial su obra Cañito vale doble, un centro para que los pibes –“y los no tan pibes”, como reza su tapa– le den más bola a los brolis. Y así lo presenta, apuntando a los lectores de el eslabón: “Tiene un grado de fantasía que es necesaria en cualquier ficción, en cualquier historia, pero la mayoría de las situaciones, las descripciones del campito, del barrio, del pueblo, tiene mucho de realismo. Esto permite que el chico pueda ponerse en la piel de los personajes con facilidad, porque no son ni estratosféricos, ni con virtudes de crack, sino que son pibes normales”.
El Carigol –que insiste en que el libro “está pensado para que también los adultos puedan leerlo, puedan viajar a su infancia”– adelanta una breve trama de los relatos que componen su primera obra de ficción: “Son 3 historias en las cuales hay mucho de lo que yo he vivido, o escuchado vivir a mis viejos, amigos, conocidos de mi pueblo, o gente que conocí de más grande. Una historia se da en los finales de los 80, para hacer una comparación entre lo que era la infancia en términos tecnológicos con respecto a lo que es hoy; otra habla de una situación actual de un club originado en la época de los ferrocarriles, como para poner un poco en perspectiva la época en la que en Argentina no había autos, camiones, y todo circulaba sobre rieles; y el otro tiene que ver con la final de un torneo infantil”.
Por último, Carignano se refiere al simpático nombre que eligió para titular este ejemplar que ya posa en las librerías santafesinas: “Es un mimo a mí mismo, una necesidad de volver a mi infancia cada vez que lea o que suene el título. Es algo muy descriptivo de los que tenemos entre 30 y 40 años, porque cuando íbamos al campito, el valor del caño estaba incluso por encima de ganar el partido, porque era de lo que se hablaba en el barrio hasta el otro día que se jugaba un nuevo picado. Es un homenaje a todos los que nos criamos en la libertad que probablemente hoy ni siquiera en los pueblos existe: en los pueblos por la tecnología y en la ciudad por la inseguridad”.
Reflejos
Al a hora de mencionar referente del planeta literario, César Carignano, autor de Cañito vale doble, enumera y argumenta: “Como ensayista, Felipe Pigna; como nexo entre la historia y lo novelesco, Galeano, que es historia pero contada con otro cariz; y como ficción, Sacheri. Después, he leído cosas del Turco Cherep, que me hizo la contratapa y el prólogo, y tiene publicado dos libros: La pulpo de trapo y Hambre de gol, que lo escribió con Walter Saavedra, relator que hizo escuela acá en Santa Fe y que ahora trabaja mucho en Buenos Aires.