Peronistas exultantes por la victoria de CFK. Peronistas que piden reflexión y autocrítica después de la “derrota”. Macristas que ya se ven gobernando de acá a 20 años. En medio de todo eso, una operación fraudulenta, Milagro enviada a una tapera, y Santiago sin aparecer.

Más allá de los números reales, que se supone surgirán del escrutinio definitivo, las últimas Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (Paso) revelan singularidades y datos políticos que configuran un escenario por lo menos inquietante.

Como luego se pudo confirmar en la larga y bochornosa madrugada del lunes 14, todo lo que ocurrió desde las 21 del domingo electoral, cuando la ley ya habilita a comenzar a brindar datos oficiales que deben ir arribando a los centros de cómputos, tuvo ribetes irregulares.

Todos los medios electrónicos del dispositivo hegemónico parecían preparados para dar una información que, palabra más, palabra menos, era la siguiente: había un “empate técnico”.

Dicen quienes tienen muchas elecciones en su espalda, que los modernos sistemas de boca de urna, con mesas testigo en lugares clave del territorio, cantan cualquier tendencia, menos un “empate técnico”. Pueden indicar resultados ajustados, elecciones reñidas, pero al analizar esas bocas de urna, las proyecciones son claras y revelan quién ganará, aunque no por cuánto. En Rosario y la provincia de Santa Fe el socialismo y el PJ  saben de esto y mucho.

El domingo antes de las 21, los periodistas que recibían los boca de urna de Cambiemos ya anticipaban una elección “pareja”. Sin embargo, desde Unidad Ciudadana la información que surgía era otra, porque sus fiscales pasaban los boca de urna y en algunos distritos, sobre todo de la tercera sección electoral, Cristina ganaba por una diferencia indescontable.

Luego, todo se dio de la manera más escandalosa posible, con salidas al aire de funcionarios, dirigentes y precandidatos de Cambiemos que daban indicios de estar exultantes por una victoria que, de todos modos, no expresaban haber logrado. El broche de tan pésima comedia de enredos lo tuvo como protagonista al propio presidente Mauricio Macri, quien no se ahorró una sola de sus cínicas frases contra la oposición kirchnerista, e incluso alcanzó a dar un par de pases de su patética danza, celebrada por los asistentes, sobre los que comenzó a caer el papel metalizado que se mezcló con los centenares de globos ya característicos en los actos de Cambiemos. Pero ni el mandatario, ni Vidal, ni Bullrich se animaron en momento alguno a decir que habían ganado. Ya se acercaba la medianoche.

El fraude, a casi una semana de los comicios, flota en el ambiente político nacional.

Un mapa poselectoral en discusión

Aún dejando en suspenso el resultado final de la provincia de Buenos Aires, es indudable, como se dijo en la misma madrugada del lunes en Redacción Rosario, el oficialismo logró retener el núcleo duro de su electorado, y aunque es claro que dos de cada tres argentinos votó en contra del ajuste que ya viene ejecutando el gobierno nacional, con ese caudal Macri ya se siente validado para llevar adelante sus tropelías.

Haber triunfado en distritos como San Luis o Neuquén, tradicionalmente bastiones del peronismo y el Movimiento Popular Neuquino, respectivamente, le sirve a Cambiemos para exagerar su performance.

Pero tal vez lo más resonante en términos políticos sea que el macrismo se perfila hacia una suerte de consolidación como fuerza nacional, algo que le era harto difícil, ya que sus grandes triunfos se circunscribían a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Caba) y, desde 2015, a la provincia de Buenos Aires. Se dirá que Córdoba resultó una plaza clave en la victoria del balotaje presidencial, pero en esa provincia los actores que se podían adjudicar los votos excedían por mucho al macrismo. Desde el pasado domingo, su socio Juan Schiaretti es uno más de los perdedores a manos de Cambiemos, y debe estar preguntándose muchas cosas, entre ellas por qué no abandonar su obsesión de jubilar a CFK.

En síntesis, el régimen macrista puede decir sin temor a seguir mintiendo, que llegará a las legislativas de octubre con más aire del que se esperaba, tomando en cuenta las tremendas secuelas que en sólo 18 meses ya dejó su angurriento plan de saqueo. Como se expresó apenas interrumpido el escrutinio provisorio, ésa es una pésima noticia para los sectores más vulnerables.

Resulta inocultable que el macrismo se impuso en provincias en las que no lo había hecho en 2015, pero los resultados de Santa Fe, Tucumán, Formosa, Salta, San Juan y otros distritos mostraron que la resistencia al criminal programa económico de Macri es mucho más que un suceso electoral.

Jorge Giles, un referente con muchos años de peronismo en su haber, se animó a describir algunos aspectos de lo que dejaron las Paso. Lo divulgó a través de las redes sociales bajo el título “El día después”.

Uno de los abordajes de Giles es el siguiente: “No subestimar a la derecha que por primera vez en la democracia moderna suma una representación política electoral propia a los otros factores de poder que tuvo desde siempre: poder económico, poder financiero, poder en la justicia, poder de los medios masivos de comunicación”. No es un dato menor, y aunque se venía perfilando desde las victorias de Macri en la Caba y sobre todo desde el exiguo pero sorprendente triunfo en el balotaje a Daniel Scioli, estas Paso lo confirman.

Los peligros de esa representación con base en lo electoral son claros, porque el macrismo ya demostró, esta misma semana que culmina, con qué fines le sirve esa revalidación y legitimación. Giles recuerda que “el neoliberalismo no es un proyecto sólo económico sino profundamente ideológico-cultural que disputa e impone la batalla por el sentido común de los ciudadanos.No los subestimemos. Ellos no vinieron a despedirnos del trabajo un día para que salgamos al otro día a buscar otro empleo. Ellos vinieron a destruir la categoría trabajo, que es muy distinto”.

Pero, en esa línea, habrá que decir que no sólo en el universo de los trabajadores es que el régimen macrista se soliviantó ante el “triunfo” en las Paso. La arremetida grotesca con que la mayoría trucha del Consejo de la Magistratura, mediante una operación que involucró al mismísimo presidente de la Corte Suprema Ricardo Lorenzetti, se cargó al camarista federal Eduardo Freiler, escándalo del cual Macri llegó a solazarse delante del titular del Banco Mundial, de visita en Buenos Aires, algo que no ocurría desde las épocas del menemismo.

Incluso el burdo ida y vuelta del juez jujeño en el caso del otorgamiento de la prisión domiciliaria a Milagro Sala está determinado por la autopercepción del macrismo de que le dio una paliza casi al borde del nocaut a toda la oposición, pero en particular al kirchnerismo.

De nada vale mencionar que el kirchnerismo se impuso en dos distritos que suman el 60 por ciento del padrón electoral, si se computa ganadora a CFK en Buenos Aires y se le agrega el potente triunfo de Agustín Rossi en Santa Fe, que fue acompañado por dos listas peronistas dispuestas a dar batalla en octubre contra Cambiemos, que resultó la segunda fuerza en la provincia Invencible. Macri cree que arrasó.

Y tan convencido está que, también en presencia del banquero Jim Yong Kim, reprendió a la CGT por haber hecha pública la osadía de confirmar la marcha del 22 de agosto próximo. “Han perdido la capacidad de escuchar”, le espetó a la central obrera, cobijándose bajo los resultados del domingo pasado. Y fue tan explícito como quiso: “Mi reacción ante la noticia fue de sorpresa. Tuvimos una elección el día domingo, los argentinos han ratificado esta vocación de cambio, el apoyo a lo que estamos haciendo como Gobierno».

Ante esa blitzkrieg, desaforada, brutal, carente de la más mínima sutileza política, las fuerzas opositoras, con excepción del kirchnerismo y la dirigencia del movimiento obrero organizado, sigue haciendo mutis por el foro, como en el último año y medio.

Para completar este mapa en disputa posterior a las Paso, es preciso dar un lugar a quienes perdieron el tren de ida y el de vuelta, esto es, los que en un movimiento pretendían mandar a CFK a cuidar sus nietos en El Calafate, y de paso poner condiciones al gobierno nacional para negociar desde una posición de fuerza.

Los gobernadores que planteaban eso perdieron en forma aplastante. Y tanto Florencio Randazzo como Sergio Massa mostraron que sus límites no son sólo estratégicos. No hubo una sola de las tácticas empleadas para esmerilarle poder interno a Cristina y a la vez exhibir fuerza propia hacia afuera que resultara exitosa.

El primero le hizo pagar muy caro al Partido Justicialista, que tanto supo ponderar, su capricho de pretender que las Paso se hicieran en su seno. Así, no se conoce otra compulsa electoral en la que el PJ bonaerense haya sacado un porcentaje tan mezquino a sus tradiciones.

Lo de Massa puede obviarse en clave de análisis. Basta con observar su rostro y el de su socia Margarita Stolbizer cuando debieron salir a reconocer que habían quedado muy lejos. Pero el tigrense no aprende más. No sólo siguió machacando con su mentirosa consigna “Ni ajuste permanente, ni corrupción e impunidad”, sino que fue el único en adjudicarle la victoria a Cambiemos. Como dijo Julio Bárbaro antes de las Paso, su odio a Cristina pudo más que su amor por sí mismo.

Giles, para destacar el triunfo virtual de CFK, señaló: “Por eso es ella la que se impone en el horizonte como la única figura política desde donde reconstruir el campo popular todo, con un claro y conciso programa de oposición al neoliberalismo. Y esto sucede con alguien que, como Cristina, viene de sufrir el mayor asedio, persecución política, mediática y judicial, ofensas, traiciones y difamaciones como nunca o pocas veces se vio en la historia de los argentinos. Quizá este rasgo la haga más fuerte aún en su liderazgo. Barajar y dar de nuevo significará volver a dialogar con todos o casi todos aquellos gobernantes que tengan la voluntad de unir al pueblo con el liderazgo de CFK”.

Hipótesis modelo 1976 sobre Santiago Maldonado

El jueves 17, el diario La Nación publicó un artículo sin firma titulado “Una hipótesis que circula con insistencia”, reproduciendo una de las hipótesis echadas a rodar por la execrable ministra de Seguridad de la Nación Patricia Bullrich en su exposición ante el Senado un día antes sobre la desaparición de Santiago Maldonado.

La histórica tribuna de doctrina de todos los crímenes organizados en la Argentina desde el siglo XIX sostiene que la versión difundida por la funcionaria “desde hace dos semanas también circula con insistencia en la Patagonia”, como si ese detalle le diera mayor credibilidad a la especie.

La Nación describe la hipótesis así: “Se trata de la última incursión violenta, atribuida a Resistencia Ancestral Mapuche (RAM), a un puestero del grupo Benetton en Epuyén. El 21 de julio pasado, Evaristo Jones fue sorprendido en la madrugada por entre dos y cuatro personas encapuchadas que irrumpieron en su casa a punta de pistola. Para defenderse, Jones tomó su cuchillo y lanzó una estocada al aire que, según denunció a la policía, hirió a uno de los agresores. Si bien no pudo precisar la gravedad del corte, vio manchas de sangre en el piso y escuchó la recriminación de uno de ellos. Luego lo redujeron, le apuntaron con armas de fuego y más tarde lo trasladaron desnudo al interior de su auto, mientras el grupo incendiaba su puesto”.

A nadie debería sorprender que la usina de los Mitre asuma la defensa de un grupo como Benetton presentando, sin otra prueba que los dichos de una ministra que llegó a decir que “todos los días están buscando gente que desaparece”, un presunto ataque a un puestero de una de las estancias del hacendado italiano.

El matutino prosigue desarrollando la versión de Bullrich: “El Ministerio de Seguridad sospecha que entre los atacantes, que hablaban en mapuche, podría haber estado Maldonado. Ninguna dependencia sanitaria de la zona atendió ese día ni los siguientes heridas punzocortantes. Así, detrás de ese suceso aflora la sospecha de que el agresor podría haber muerto a causa de la herida y de que RAM hubiera transformado esa muerte en una desaparición forzada de persona por parte de la Gendarmería”.

Ninguna de las infamias circulantes en torno del gravísimo hecho que debe resolver el régimen macrista tiene tantas aristas en común frontera con las abominaciones que publicaban ese y otros medios durante la última dictadura para encubrir los asesinatos y desapariciones de militantes y combatientes.

Con un dejo de culpa del que carecía La Nación entre 1976 y 1983, remata el breve artículo con las expresiones del abogado titular del CELS, Gastón Chillier, quien confrontó los dichos de la ministra con lógica de hierro. “Esa hipótesis expuesta por la ministra, quien debería investigar el accionar de la Gendarmería, muestra que está obstruyendo, desviando o confundiendo la investigación”.

Mientras algunos “pensadores” del campo nacional y popular se desloman reclamando autocrítica y reflexión, y revolean sus quejas en torno del “exiguo” porcentaje de votos obtenido por CFK en las últimas Paso, la sociedad se enfrenta a esta corporación político-mediático-judicial, que muestra día a día que no reconoce límites para llevar adelante su criminal ofensiva.

Fuente: El Eslabón.

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