Una reflexión en torno de la circunstancial empatía de algunas/os legisladoras/es con colegas del macrismo que votaron a favor de la ley de aborto legal, seguro y gratuito, pero sostienen un modelo negador de derechos.
Me pasó que, a propósito de una publicación de la compañera Andrea Ximena Holgado en facebook, el Mundial Rusia 2018, el empate de Argentina contra Islandia, el penal marrado por Lionel Messi, incluso el Prode de La Masa –en el que me va bastante bien–, todo eso, por suerte, se me quedó un paso atrás, como el que da el arquero cuando se da cuenta de que si no la pelota se le cuela de emboquillada.
La colega Holgado colgó la misma foto que ilustra estas líneas, y la acompañó –o tal vez fue su intención acompañar sus palabras con la foto, eso que lo diga ella– con esta reflexión: “Seguimos pudriéndola para debatir en serio. De (la diputada de Libres del Sur Victoria) Donda nada me sorprende (si hago hilado fino hoy el Evita y Libres del Sur son aliados). Explicame Mayra Mendoza con (el diputado de Cambiemos Daniel) Lipovetsky… no es sólo la foto de (la diputada del Movimiento Evita Lucila) De Ponti abrazando a (la diputada de Cambiemos Silvia) Lospennato. Es que se comen todas las curvas, porque estamos perdiendo la batalla del sentido sobre feminismo y despenalización del aborto. Despenalización y feminismo también son reivindicaciones del enemigo. No podemos quedar entrampados”.
Tal vez se trate de un párrafo que encierra demasiados sobreentendidos, pero me parece que para quienes venimos siguiendo con compromiso el debate en torno del Aborto Legal, Seguro y Gratuito, la cosa queda clara y que, salvo alguien mal intencionado, nadie puede entender que Holgado cargue contra quienes, en el marco del campo nacional y popular, votaron afirmativamente el jueves pasado, sino contra el riesgo de caer en la trampa para osos que siempre planta la partidocracia liberal: “Podemos hacerlo, sin odios, sin antagonismos definitivos, unidos como argentinos. Sí, se puede. Juntos”. Bueno, al menos a mí, por cuestiones biológicas, me salió un “las pelotas”, pero se reciben con beneplácito todos “los ovarios” que consideren necesarios las compañeras que piensan parecido.
Porque me acordé, además, de otra foto, que si no me equivoco también posteó la colega Holgado en estos días, en la que posan diputadas/os de Cambiemos –desde Nicolás Massot hasta la propia Lospennato–, sosteniendo una bandera que rezaba: “Nunca más a los negocios con los DDHH”.
No es verdad que no existan conceptos y acciones límite, esos que trazan una frontera que jamás se debe traspasar desde este lado hacia el otro, y que es preciso evaluar muy bien las razones que pueden darse para que alguien la atraviese en sentido inverso y se ponga de nuestro lado.
Tan luego Cambiemos –o mejor dicho lo que expresa esa alianza en términos políticos–, precisamente esa fuerza, que llegó a ponderar, desde la oposición, que el peronismo o el kirchnerismo enarbolaron las consignas Memoria, Verdad y Justicia, e impulsaron los juicios por delitos de lesa humanidad porque el costo político era bajo, que tacharon esas políticas de DDHH de oportunistas, no pueden erguirse como paladines del acceso de las mujeres a derechos postergados como la despenalización del aborto.
En principio porque es una lucha de las mujeres, de millones de mujeres, desde hace un tiempo tan largo que permite observar que la misma no estaba en la agenda de Cambiemos, y que durante doce años tampoco lo estuvo en la del peronismo, el kirchnerista, el no kirchnerista, y el que nunca se sabe de dónde viene o adónde va.
Pero a favor de muchas/os compañeras/os peronistas y kirchneristas, vale destacar que en esos mismos doce años hubo proyectos propios que no prosperaron porque Cristina Fernández de Kirchner no los habilitó. Las iniciativas de lo que luego fue la alianza hoy gobernante brillaron por su ausencia o fueron tan minimalistas que jamás fueron tapa de diarios que se ocupaban de promocionar cualquier propuesta opositora. La despenalización del aborto nunca fue tema central de tapa en Clarín o La Nación en boca de diputadas radicales o del PRO.
Leyendo otro aporte en facebook, en el mismo hilo de conversación de Holgado, en este caso de Marcelo Isidori surgió un planteo sencillo pero contundente: “En un tiempito se viene el proyecto de reforma laboral. ¿Qué votarán los «cumpas» del PRO que votaron a favor de la despenalización del aborto?”. Pertinente pregunta, no porque sitúe a las/os diputadas/os del PRO en el lugar equivocado cuando levantaron la mano a favor de una ley que emancipa cuerpos, cobija con derechos que les eran negados a las mujeres, sino porque interpela a quienes con liviandad un tanto urgente indultan momentáneamente a quienes arrebatan a las grandes mayorías casi todos sus derechos sólo porque acompañan el otorgamiento de otro, importante, vital, pero tanto como tener trabajo digno, poder poner un plato de comida sobre la mesa o poder vacunar a las/os más pequeñas/os.
Alguien, en ese mismo hilo, sostuvo que al fin y al cabo son compañeros de trabajo, que se unen en ciertos momentos y se oponen en otros. Me pregunté, le pregunté a la autora del posteo: “¿Compañeros de trabajo? Eso pasa en una oficina o en un bazar. En el Congreso, como mínimo, son adversarios a los que separa un proyecto de país que deja afuera, en el hambre, la indigencia, sin techo, sin futuro, a millones de argentinas/os que alguien tiene que representar más allá de las leyes puntuales.
No son momentos para la celebración transversal, cuando unas/os bancan el acuerdo criminal con el FMI y otras/os saben que ese acuerdo trae aparejado muerte y dolor.
Que celebren las cientos de miles de compañeras que se cagaron de frío esperando la votación, y que celebren, cada quien con quien quiera, las/os diputadas/os, pero que después se banquen las críticas, ¿no?
Porque, al fin de cuentas, como señala Holgado, “todos podemos equivocarnos, pero el error de los que estamos de a pie no es el mismo que el de un referente”. O cuando desliza que “unos son referentes del genocidio social y otros deberían serlo del pueblo”.
Y sobre el punto vale detenerse unos instantes. Andrea señala, y me parece una cuestión central: “El poder, que por algo lo es, la tiene más clara. Feminismo y aborto no son incompatibles con el modelo que implementan, los que nos comemos la curva somos nosotras”.
Y eso viene a cuento porque también es preciso separar la paja del trigo: a caballo de esa cuestión liminar de que el neoliberalismo encuentra hendijas por donde entrarle a las causas populares sin pagar costos pero cosechando beneficios, algunas/os postulan que la despenalización del aborto es parte de un plan de exterminio social surgido en las bóvedas de la banca Rothschild, financiado por el FMI y el Banco Mundial, con el fin de que cada vez nazcan menos negros de mierda a quienes alimentar.
Les tengo malas noticias a esos postulados conspiranoides: a las/os negras/os de mierda las/os matan de hambre con los ajustes del FMI, quedan en los quirófanos improvisados donde abortan clandestinamente miles de mujeres, y trabajan en modo esclavo en los talleres ilegales de señoras como la Primera Dama Juliana Awada.
Es cierto y notorio que, por ejemplo, el Banco Mundial financia la participación ciudadana por fuera de las organizaciones políticas para debilitar la disputa de poder real en temas como género, aborto, pueblos originarios, diversidad, etc, como también se encarga de traer al debate la compañera Holgado. Y es cierto, y lamentable, como dice la colega, que “lo más grave es escuchar a quienes se supone tienen análisis de la realidad hablar de una lucha donde la ideología no cuenta”.
Para dar otra vuelta de tuerca, siempre en los límites tan denostados –pero también harto prolíficos– de las redes sociales, una luchadora por los DDHH, ex detenida desaparecida, querellante y testigo en los juicios de lesa humanidad, Ana Testa: se sube a la polémica y opina con sencillez sobre Lospennato, pero con una profundidad que excede a la legisladora del PRO: “Esta mujer podría haber sido más modesta y hablar como hablaron tantos, como una más… Esto es una «marea», pero lo ideológico las va a separar naturalmente en algún momento. El poder tiene una estructura ideológica. Y muchas de todas esas pibas, las hijas de mis compañeras, las nietas, mi hija o mi nieta nunca estarán con ella. Sólo en estas oportunidades. No me cierra esta mujer, cuyo discurso a favor del tarifazo fue demoledor”.
Testa también repara en que otro de los grandes temas en los que Lospennato estará donde está casi siempre será cuando se requiera que el acuerdo con el FMI se trate en el Congreso: “Ella estará del otro lado de la grieta”, sentencia. Y redobla la apuesta, al sostener que “es una delgada línea, porque para para destruir el patriarcado hay que destruir al capitalismo, y entonces es como que falta mucho, y ahí no van a estar juntas”.
Está más que claro que una foto es sólo eso, que estar en ella no devalúa el sentido o la intensidad de una lucha. Pero vale cerrar, ya que su publicación fue inspiradora de estos párrafos, con otra reflexión de la colega Holgado. Lo dice como mujer, lo afirma como militante: “No veo a nadie del PRO reivindicar y emocionarse con ninguno de los discursos de nuestras compañeras… Se ve que la tienen más clara, a lo mejor por eso son gobierno y nosotros todavía estamos viendo como no nos rompen más el culo”.
La frase puede que adolezca de cierta falta de academicismo, pero considero que la entiende hasta el más taimado.