En Bell Ville, Capital Nacional del elemento principal para la práctica del fútbol, una fábrica baja sus persianas porque no puede salir a jugar contra las importaciones promovidas por el gobierno de Cambiemos, al que sus dueños votaron y ahora se arrepienten. Además, culpan a YPF por las promociones veraniegas de balones.
El escritor uruguayo Eduardo Galeano, amante de todo lo que rodea al deporte de la redonda, rememora en su libro El fútbol a sol y a sombra los orígenes de la pelota. “Era de cuero, rellena de estopa, la pelota de los chinos. Los egipcios del tiempo de los faraones la hicieron de paja o cáscaras de granos y la envolvieron en telas de colores. Los griegos y los romanos usaban una vejiga de buey, inflada y cosida. Los europeos de la Edad Media y del Renacimiento disputaban una pelota ovalada, rellena de crines. En América, hecha de caucho la pelota pudo ser saltarina como en ningún otro lugar. Cuentan los cronistas de la corte española que Hernán Cortés echó a brincar una pelota mexicana y la hizo volar a gran altura, ante los desorbitados ojos del emperador Carlos”.
“La Cámara de goma –continúa Galeano– hinchada por inflador y recubierta de cuero, nació a mediados del siglo pasado gracias al ingenio de Charles Goodyear, un norteamericano de Connecticut. Y gracias al ingenio de Tossolini, Valbonesi y Polo, tres argentinos de Córdoba, nació mucho después la pelota sin tiento. Ellos inventaron la cámara con válvula, que se inflaba con inyección, y desde el Mundial del 38 fue posible cabecear sin lastimarse con el tiento que antes ataba la pelota”. Esos tres argentinos de Córdoba vivían en Bell Ville, que pasó a ser, desde ese momento y para siempre, la Capital Nacional de la Pelota de Fútbol.
La cuna de la pelota
Los cronistas y el fotógrafo de este semanario se trasladan hasta Bell Ville, localidad cordobesa ubicada a unos 200 kilómetros de Rosario, preocupados por el inminente cierre de Priball, una del tantas empresas dedicadas a la confección de balones. Bajo un sol que parte la tierra, Mariano Privitera recibe a la comitiva en la puerta del local en el que se destacan las imágenes de Carlos Tévez, Mario Alberto Kempes (oriundo de esa ciudad), y el inglés David Beckham que curiosamente posa con una camiseta argentina y una pelota que conmemora el 110 aniversario de Boca Juniors en la villa 31 de Buenos Aires. Mariano
es, junto a su padre, titular de la fábrica que no pudo afrontar los embates de la crisis, los tarifazos al ángulo y la importación desmedida de su principal producto. Pero antes de meternos en el área de las razones que desembocaron en este triste final del juego, cuenta la historia desde el pitazo inicial.
“Esta pelota nace en Bell Ville cuando los tres inventores de acá, Romano Polo, Antonio Tossolini y Juan Valbonessi desarrollan una válvula que hace posible la erradicación del tiento, que es ese cordón de cuero con el que la cerraban. Al inventar esto, que estuvo patentado durante mucho tiempo, se creó una industria de la fabricación de pelotas que perduró un tiempo hasta que por cuestiones que se desconocen, esa fábrica, que era la Superball, cerró”, rememora este joven que más tarde admitirá que en 2015 votó a Cambiemos y se arrepiente “porque hizo todo lo contrario a lo que había prometido, sobre todo en lo referente a la industria nacional”. Y continúa: “Después, con el tiempo, fueron resurgiendo varias fábricas, hasta tal punto que hoy en día hay más de 20 en la zona y que producen trabajo para mucha gente, ya que la pelota es 99 por ciento artesanal”.
“Esta es una empresa joven, que arrancó hace 13 años. Yo tenía 17 cuando con mi viejo emprendimos esto que primero era una negocio en el que sólo vendíamos, y teníamos a varias fábricas que nos proveían”, dice Privitera, que confiesa ser “un tronco” jugando al fútbol y que le da tan poca importancia al deporte que mueve multitudes al punto de no simpatizar por ningún cuadro. “Con el tiempo empezamos a fabricar nuestra propia marca, con la idea de tener un producto con la más alta calidad y un proyecto personal que nos parecía muy lindo para realizar. Así que hace 6 años que estamos fabricando las pelotas nuestras, con todo el amor, metiéndole los mejores materiales, haciendo esto que además de dar laburo a mucha gente, es una actividad muy linda que creemos que vale la pena”.
La descose
Este joven nació en Bell Ville y vive, literalmente, en la fábrica que lamentablemente llega a su fin pidiendo la hora. Cuenta que de su viejo, quien tampoco era muy futbolero, aprendió “la parte comercial” del negocio, pero la habilidad con el hilo y la aguja la conoció de la experiencia en otras fábricas de la zona. “Al oficio lo fui aprendiendo mientras veía y observaba a los fabricantes. Eso es lo bueno que tenemos acá, que como es un rubro que se viene realizando desde hace muchísimo tiempo, se ha generado una inteligencia y nos conocemos todo”, resalta el muchacho en la siesta bellvillense, que trae a colación los mejores momentos de su emprendimiento: “Acá se hacían un promedio de 500 pelotas por mes. Había meses que hacíamos mil, pero era cuando teníamos pedidos especiales”.
Sobre su labor, explica que “las pelotas son todas cosidas a mano, y lleva hacerlas aproximadamente entre 2 y 3 horas, dependiendo de la habilidad de cada uno”. Al respecto, remarca que este rubro “siempre fue un gran generador de trabajo, ya que mucha gente lo hace en su casa o donde quiera, porque nosotros le proveemos el material”.
“Se ha logrado un nivel de calidad que supera a muchas marcas importantes del mercado”, afirma orgulloso el entrevistado, que mientras entra en calor antes de hablar del conflicto, compara: “Esta pelota de YPF se pincha y hay que tirarla a la basura y casi no se puede reciclar nada. A las nuestras se les puede cambiar la cámara si se pinchan, se les puede cambiar el gajo, y tiene otra vida útil”.
Se quedó sin combustible
Priball atravesó tambaleando los tres primeros años de la presidencia de Mauricio Macri, pero en el final del mandato (esperemos no repita) no le dio la nafta para sobrevivir. Es que desde que la gestión Cambiemos desembarcó en la Casa Rosada, el ex presidente de Boca le comenzó a tirar centros a compañías chinas y pakistaníes, y empezaron a llover balones extranjeros con la marca de la petrolera estatal argentina que juega para los de afuera. “Lo de YPF se viene haciendo en los últimos tres años. Meten 800 mil pelotas por año, una cantidad monstruosa, a un precio muy bajo, por ende no hay mercado para las pequeñas empresas como estas”, cuestiona Mariano Privitera, que acusa a la petrolera de practicar una “competencia desleal contra todo el sector”.
“Ellos pagan la pelota 2 dólares, más impuestos, lo que queda en 6 dólares –revela el titular de Priball–. Siempre va a ser más barato ese tipo de producto porque lo hacen en países donde explotan a sus trabajadores. Nosotros le pagamos un sueldo al empleado y otro al Estado, y el aguinaldo lo mismo. Más todos los impuestos, y los altos costos, se hace imposible si no vendes nada”.
Este pequeño emprendedor específica que “con esta promoción del Verano perfecto, nada menos que nuestra propia petrolera estatal nos está dejando sin nichos de ventas. Es una cantidad tan grande de pelotas que están por todos lados y nos han dejado sin clientes”. Y alerta: “Hoy cerramos nosotros, pero hay más de 30 empresas en toda la zona que se dedican directa o indirectamente a la fabricación de pelotas de fútbol, desde fábricas de insumos, de cámaras, los cocedores que son un montón. Nosotros nos vimos obligados a cortar con la producción porque es insostenible, pero hay colegas que padecen situaciones similares”.
En la pyme, ubicada en Ruta 9 y Junín, trabajaban unas 50 personas que ahora quedaron fuera de juego. “Generamos mucho trabajo móvil. Gente que venía, buscaba los cortes y en la comodidad de su casa, quizá cuidando a sus hijos, las cosía. Esto servía en muchos casos para paliar la crisis y todos los problemas económicos. Hace tiempo atrás, una persona cosía 2 pelotas de fútbol por día y eso les daba un ingreso para alimentar a una familia con la canasta básica diaria. Hoy en día es imposible, porque los costos se han ido muy altos, y no hay ventas para que el sistema siga funcionando”.
Le pasan la pelota
En el despacho principal del presidente Mauricio Macri posa, en una especie de vitrina, la pelota especial que Priball diseñó para el 110º aniversario de Boca Juniors, en el marco de los festejos del Xeneize en 2015. Pero el mandatario la patea para afuera. “Esa fue una edición limitada que nos pidieron, se hicieron 110 pelotas más algunas otras que iban dedicadas para personalidades como Mauricio Macri, en aquel momento candidato a presidente”, recuerda Mariano Privitera. “Eso fue uno de los trabajos más importantes que hicimos, por la trascendencia, porque llegó a las manos de David Beckham, y el hoy presidente tiene una en su oficina. Hemos hecho otros trabajos personalizados, pero ese fue el más importante”, agrega este pibe a quien la pelota le corre por las manos y no por las venas. “No me gusta ni jugar ni mirar fútbol. En casa de herrero…”, dice entre risas.
Lo que no le causa ninguna gracia fue la mentira y el engaño al que fue sometido por Macri, en medio de la campaña electoral: “En aquel momento había una crisis en Córdoba y todos estábamos esperando un cambio. Lamentablemente llegó este señor con un montón de promesas y a la vez era tan fuerte la campaña mediática de que los otros se habían robado todo, que lo voté. En Córdoba hubo un 70 por ciento que lo votó. Soñábamos con un cambio, pero lamentablemente el cambio fue para peor”.
Mariano repudió la falta de respuestas políticas ante esta situación adversa, y aseguró “no vemos ningún tipo de salida, porque no podés proyectar nada en este contexto. No se puede invertir en máquinas porque están muy caras. Si no hay un cambio que proteja a la industria nacional, o que priorice la industria argentina, no podremos seguir”.
De todas maneras, muestra una leve esperanza a futuro: “Si hay un golpe de timón y el próximo gobierno da ese cambio en las políticas económicas, obvio que me gustaría retomar esto porque me encanta. Esto para nosotros, más que un negocio, es un arte. Pero por ahora no espero nada, estoy sin esperanzas. Esto me generó mucho estrés, es un peso, una responsabilidad, esto te esclaviza. Yo vivo acá, en mi laburo, y estoy con esto 16 horas por día. Me voy uno o dos días y se me arma un lío bárbaro, porque es una tarea que te hace renegar, con la producción, si un material vino malo, etc. Y todo se hace más difícil si te va mal, como a nosotros ahora”.
Por último, y por sobre todas las cosas, el dueño de Priball saca el amor propio por el producto que elabora: “Sin tener las mejores máquinas, las que tienen en Pakistán y en esos lugares, estamos contentos y orgullosos del producto que hemos logrado, porque se hace respetar y está a la par de muchos”.