La aceitosa pizza que sólo se come en las canchas rosarinas, tiene casi un siglo de vida. Armando Lancellotti, heredero del emprendimiento familiar, repasa su rica historia.
Quienes no asistieron jamás a un estadio de fútbol rosarino, no conocen este manjar. Es que La Popular, como la bautizó su creador hace unos 90 años, sólo puede ser degustada en el interior o en las inmediaciones del Gabino Sosa, del José Martín Olaeta, del Coloso Marcelo Bielsa o del Gigante de Arroyito. Don Miguel Lancellotti, que en aquella época había llegado de su Italia natal, comenzó a venderla en el Mercado de Abasto, que funcionaba donde hoy está enclavada la plaza Libertad, por el incesante movimiento de trabajadores. Pero después, atraído por la inmensa afluencia de público que giraba en torno al deporte de la redonda, se fabricó un carrito y se acercó con su aceitoso pero exquisito producto a las canchas de la ciudad. Y no se alejó nunca más.
Te esperamos a la salida
“Esto empieza con mi viejo, por una cuestión de necesidad”, dice Armando Lancellotti, recordando a Miguel, el responsable del origen de La Popular, o La Popu, como le dicen los hinchas de los 4 cuadros rosarinos. “Estamos hablando de 80 o 90 años atrás –rememora–. Mi papá vino de Italia, con mi abuelo, estaban en el campo, eran tiempos duros. Cuando empezó, vendía en el Mercado de Abasto, en el mercado viejo de calle Mitre, por la cantidad de gente que circulaba. Donde había más de 10 personas iba y vendía, y así arrancó lo de las canchas. Se afirmó con eso y no se fue más”.
En algún momento, don Miguel intentó asentarse en un lugar fijo, pero la cosa no prosperó. “Hará unos 60 años, acá cerca de casa estaba el cine Mendoza, que hasta hace poco fue Divina Greta, una cantina, y ahora ya no hay más nada”, dice su hijo y sucesor desde su vivienda del oeste rosarino, y detalla. “Al lado había un local y ahí tuvo un tiempo la pizzería. Pero duró apenas un año, lo hizo con un socio. Después, siempre en las canchas”.
Comer una popu en la cancha se volvió rápidamente una sana y rica costumbre para los futboleros de la ciudad. “En su momento estábamos en todas las canchas, incluso fuimos a Tiro Federal también”, recuerda este hombre de 64 años, y aclara: “Pero eran otros tiempos. La gente iba más a la cancha, no había televisión y no había la parafernalia que hay ahora de entretenimiento. La cancha era una salida importante para la gente. En Central Córdoba había 10 mil personas, en Argentino lo mismo. No había nunca menos de 5 mil personas, pero después todo eso fue desapareciendo. Y se mantuvieron, sí, Newell’s y Central porque son grandes, con muchos seguidores, la gente, lo que gira económicamente alrededor de ellos. La gente se ha ido fanatizando más. Pero antes el público era otro, había hinchadas de los dos equipos en los estadios”.
El secreto de sus hornos
Muchos creen que, al igual que la Coca Cola, la pizza que se come antes, durante o después de los partidos, tiene un ingrediente secreto que duerme bajo 7 llaves. Pero Lancellotti desmitifica (a medias) la leyenda: “Es como todas las cosas, no hay nada en especial. Algún pequeño secreto, nada más, pero nada del otro mundo”, suelta entre risas, y argumenta: “A mi viejo le salían así, y tenemos nuestros seguidores y nuestros detractores”.
Este verdadero experto del producto de origen tano, que en esta versión tribunera y rosarina combina harina y salsa pero prescinde del queso, asegura que “las pizzas se hacen siempre en el día” del partido, y luego “las cargamos a los carros y las llevamos en camioneta” a las cercanías del estadio de turno.
Lo que hace especial todo esto, afirma el entrevistado, es el lugar de comercialización y degustación. “Esto es así porque uno está en la cancha”, afirma Armando, y argumenta: “No es lo mismo comerte un chori en la cancha que en tu casa. El de tu casa capaz que es puro cerdo y el de la cancha capaz es una porquería, pero tiene otro sabor. Con esto pasa lo mismo. La particularidad te la da el ambiente”.
La Popular es tan de la cancha y del día del partido como la voz del estadio, como las tribunas llenas, como las banderas flameando. Y así lo entienden los ocasionales comensales, según afirma el pizzero: “La gente la consume en la cancha, saben que en otro lado no hay. A veces viene a mi casa algún vecino, a buscar, pero sólo la vendemos en los estadios y los días de partido”. Y aclara respecto al negocio: “Es una actividad que hacemos aparte todos los que trabajamos en esto, no es el centro de nuestra economía”.
La Popu vacía
El largo parate que atraviesa el mundo de la redonda en el país, a raíz del coronavirus, también se llevó puesto a la más futboleras de todas las pizzas. Y su autor material no quiere saber nada con que su producto circule lejos de la pelota. “Lo nuestro se mueve alrededor del fútbol, y mientras no haya no vamos a salir a vender”, indica Lancellotti, que por su edad prefiere seguir los consejos del gobierno nacional, de priorizar la vida por encima de la economía. “Está todo complicado, con mi mujer estamos grandes, nos tenemos que cuidar un poco”, dice.
Este hombre de 64 inviernos cuenta que todo el laburo que concluye en el estómago de los hinchas “lo hago con mi familia”, y admite que la crisis económica en la que el gobierno de Mauricio Macri hundió al país, también se hizo sentir en los estadios. “En el último tiempo no había mucho trabajo, todo iba para menos. Esto es por la economía, por cómo estaba el país. La gente que iba a la cancha estaba mal económicamente. Y para colmo, ahora con la pandemia todo se hace más difícil”, lamenta.
Armando resalta que en todo este tiempo que han permanecido en las inmediaciones del Gigante o del Coloso, “afortunadamente nunca tuvimos problemas, con la barra ni con nadie”, y agrega: “Siempre estuvo todo bien en todos lados. La mayoría de la gente que labura en la cancha no tiene problemas, todos nos conocen”.
Por último, Lancellotti –que prefiere no identificarse sentimentalmente con ninguno de los dos grandes equipos de la ciudad– se enorgullece al contar que entre los comensales de lujo de la pizza La Popular estuvo el gran Tomás Felipe Carlovich. “El Trinche comía siempre y se llevaba para la casa”, resalta. Y cierra: “Pasó con varios jugadores y periodistas también. Tenemos además nuestros seguidores entre los directivos, incluso visitantes, muchos periodistas, gente que la ha probado y que cuando viene a alguna cancha rosarina la pide. Es más, hasta han llevado el comentario a Buenos Aires”.
Fuente: El Eslabón
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