Lástima a nadie, maestro es un portal digital en el que los libros y los botines tiran paredes desde hace 3 años. “Buscamos contar historias a través del deporte”, afirma su creador.
En una mesa variopinta encabezada por el periodista Fernando Niembro –conductor del programa Equipo de Primera, que se emitía por América TV– discutían en marzo de 2002, entre chicanas y a los gritos, Oscar Ruggeri, José Sanfilippo, Héctor Veira y Diego Maradona, entre otros. El Cabezón llamó «piedra» al Nene, y el Bambino lo acusó de mala persona. El ex goleador de San Lorenzo les respondió que él les tenía lástima, y no bronca. Apurado por intervenir, levantó la mano el Diego, que mascando chicle ampulosamente y con una vincha fluorescente, disparó: “Pelealo, tenele bronca. Pero lástima a nadie, maestro”. Esa frase célebre del autor del gol del siglo fue la que recordó Juan Stanisci mientras buscaba sin éxito un nombre para un blog de fútbol y literatura que estaba armando junto con dos compañeros. “Estábamos en el café charlando, para buscar el nombre, que es lo más difícil del mundo, y estuvimos horas hablando cualquier verdura. Se iba a llamar «La pelota siempre al 10», pero me parecía una frase demasiado trillada, y no nos cerraba. Y cuando nos estábamos yendo, me salió «Lástima a nadie, maestro». Me dijeron que era muy larga, pero por descarte terminó quedando”.
Así fue que por esta época, pero hace 3 años, comenzó a escribirse y a llenarse de historias de vida este blog identificado con las sabias palabras de D10S. “Surgió como surgen las buenas cosas: hablando de fútbol con amigos”, rememora el creador de la web, y repasa: “Éramos 3, de los cuales sólo quedo yo, y charlando sobre textos sobre fútbol que teníamos, dijimos de armar un blog, cosa de ir colgando todo ahí. Y de alguna manera fue el propio blog el que nos terminó construyendo, porque nos fue generando una suerte de demanda, fuimos viendo que estaba bueno y que la gente de alguna forma respondía. En un principio estaba más destinado al humor, a reírse del periodismo, pero luego se terminó abocando a algo más serio, a contar historias”.
El joven hincha de Boca la define como “una página que busca contar historias a través del deporte y emocionar, no tanto con la idea periodística”.
Del manual de estilo del sitio, revela que “la idea es intentar narrar una historia haciendo de cuenta que estoy en un asado con los pibes, que estamos en la sobremesa y tengo que contarles eso”. Y asegura que detrás de cada nota “hay horas de mirar videos, de leer, de buscar en hemerotecas”.
Contaba siempre temas en la radio
En algún momento, surgió la posibilidad de replicar el blog en formato radio. “Teníamos un amigo que era operador de radio y nos dijo que había unas horas, y las aprovechamos. Ninguno de los tres había hecho radio ni había estudiado periodismo, no sabíamos nada, pero igual nos divertíamos”, cuenta Juan entre risas, y señala que “la página empezó a demandar otra cosa y los otros dos chicos se abrieron y quedé solo, tratando de generar contenido con mi compañera, que me ayudaba mucho, más que nada alentando”. Ahí aparecieron Santiago (Núñez) y Lucas (Jiménez). “Ellos sí estudian Periodismo y Comunicación Social, y empezaron con la idea de volver a la radio. Se sumaron Constanza (Lacambra) y Martín El-Lakis, que hicieron la onda para entrar en la radio de Hijos, en la ex Esma. Después seguimos en otra radio, pero a los dos programas se levantó todo por la pandemia, y así arrancamos los vivos de Instagram, que es como una forma de abordar la radio a través de esa plataforma”.
Tanto en los programas, como en los vivos de esa red social, se elige un tema, se pauta una entrevista, se buscan audios y se hace un editorial en base a ese tema. “Hicimos un especial por el cumpleaños de Fontanarrosa, y entrevistamos a Apo”, recuerda entre otras emisiones. Y tras señalar que “este es un espacio autogestivo, pero que está más cercano a la militancia que a la autogestión, porque no sacamos un mango”, enumeran algunas grandes devoluciones que tuvieron: “Hubo respuestas de gente que se puso a llorar con textos. Se emocionan, les recuerdan cosas, más que nada cuando son historias con futbolistas retirados. A nivel colectivo, nos pasó que Tea y Deportea nos nominó en la categoría de medios autogestivos. Eso fue una locura para nosotros. Y después, pavadas de las redes sociales, como que alguien te comparta el texto, como nos pasó con Cristiano Lucarelli, que era el 9 de un equipo de Italia y fanático del Che, que nos puso un me gusta en una publicación”.
Ser o no ser futbolista
“De pibe me gustaba mucho jugar al fútbol, pero siempre disfruté más de mirarlo”, confiesa Stanisci, y admite: “Debo ser de las pocas personas que escriben de fútbol y que nunca en su vida quiso ser futbolista. Probablemente, porque mi viejo, cuando yo tenía 10 años y dije que era re fácil ser futbolista, él –que había hecho inferiores– me dijo: «Desde mañana, a las 7 de la mañana, vamos a entrenar». Duré tres días”. Tras las risas, Juan revela que “lo que me gustaba mucho era el Periodismo Deportivo, pero era una carrera paga que ni yo ni mi familia podíamos bancar”.
Este estudiante de Historia y peronista –tal como se define en su cuenta de Twitter–, señala que cuando se metió en el mundo de los libros “al fútbol lo empecé a mirar de reojo, me despegué un poquito, y me metí a organizar ciclos de poesías, ya que yo escribía bastante”. Y como mucho de lo que se ve en el verde césped tiene que ver con esa forma literaria de componer en verso, Juan las enlazó: “Una vez escribí un texto, que era más bien poesía, sobre el caño de Riquelme a Yepes, y ese fue el puntapié inicial. Cuando hacíamos los ciclos, empecé a hacer una columna sobre literatura y deporte, pero con la idea de contar historias a través del deporte, de usar el deporte como una excusa. Y de esas columnas salieron los primeros textos que fueron a parar a Lástima a nadie”. Antes de despedirse, Juan confiesa: “Lo que me moldeó para escribir sobre deportes fue la propia página. Y obvio, leer mucho. Ya había leído a Sacheri y Fontanarrosa, pero llegué a la revista Un Caño, a Ariel Scher, a Ezequiel Fernández Moores, y me di cuenta por dónde venía la mano”.
Fuente: El Eslabón
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