El rechazo que generó el conocimiento público de la venta del inmueble ubicado en la esquina de Mitre y Pasaje Simeoni, donde funciona el bar Jekyll & Hyde, y la posibilidad de que corra la misma suerte que la mayoría de las propiedades de la ciudad, nos pone ante la evidencia de que Rosario vive un nuevo boom inmobiliario que amenaza con llevarse por delante parte sensible del patrimonio local.

Desde el Concejo Municipal fuimos testigos de las modificaciones permanentes que se le vienen realizando a los indicadores de construcción para las diferentes zonas, que siempre van en la misma dirección: mayor permisividad y mayor rentabilidad. Se está discutiendo también un mensaje del Ejecutivo para “revitalizar” la zona céntrica que, dicho por la Secretaría de Planeamiento, no hay una idea para el centro sino que “sería todo una propuesta del privado, de hecho si esta ordenanza sale,la idea sería juntarnos con el Colegio de Arquitectos e intentar convencer a los arquitectos para que vayan a buscar a los propietarios del terreno, convencerlos de que pueden hacer proyectos superadores”.

Por otro lado, también sabemos que desde comienzos de 2020 el Ejecutivo está revisando la ordenanza de Inventario y Catalogación de Bienes del Patrimonio Histórico Arquitectónico y Urbanístico para realizarle modificaciones, que esperamos no impliquen una descatalogación masiva de los inmuebles que hoy día están protegidos. Aunque también hay sobradas muestras de las falencias que tiene una política de preservación que se basa solamente en la catalogación y el consecuente condicionamiento para realizar reformas a la propiedad, sobre todo en casos en los que hay sucesiones de por medio, conflictos de intereses, y en los que aparece como única alternativa el reclamo al estado municipal para que auxilie a las dueñas o los dueños.

El problema real para nosotros es el modelo de ciudad que se viene impulsando desde hace 30 años, que hace foco en la atracción de fondos financieros para los negocios inmobiliarios y la gentrificación de zonas específicas de la ciudad. Ambos procesos tienen, como puntos más altos, primero el boom inmobiliario de la segunda mitad de los años 2000, y segundo el surgimiento de Puerto Norte del cual el ganador del concurso para el Master Plan, Juan Ignacio Munuce, afirmó que es un fracaso para la ciudad porque significa una apropiación para privados de sectores estratégicos. Hoy los números muestran que la lenta recuperación de la actividad económica está impulsada por el sector de la construcción, otro síntoma del nuevo boom que atravesamos.

Tenemos que elegir en qué ciudad queremos vivir. No se trata de oponerse al desarrollo porque sí, sino de planificar con todos los actores cuáles son las necesidades de la población y direccionar las inversiones hacia ellas. Modelos de vivienda que los rosarinos y las rosarinas necesitan, no monoambientes inhabitables. Barrios que propicien una dinámica amable, con sus propios paseos comerciales, propuestas culturales, deportivas y recreativas. Y una vez en ese camino, debatir qué queremos hacer con el patrimonio de la ciudad en el sentido más amplio, dentro del cual se encuentra el inmobiliario. ¿Qué y para qué preservar? Pensemos todos juntos la respuesta, sabiendo que las próximas generaciones van a experimentar las diferentes capas históricas que van quedando en nuestra ciudad y merecen seguir ahí. No podemos ceder ante la marea que va y viene borrando lo hecho en la orilla.

* Concejala bloque Frente de Todos – PJ / Pre candidata a concejala por la lista Rosario de Pie.

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Un comentario

  1. héctor garrido

    05/08/2021 en 21:31

    Si alguna vez se investiga en serio y a fondo el uso de terrenos fiscales para edificios de lujo de propiedad privada, muchos funcionarios municipales de no hace mucho tiempo, tendrán que visitar las cárceles. Y no como invitados sino como habitantes permanentes. Esos terrenos, cedidos por el Estado Nacional,solamente pueden ser utilizados, previa sanción de ordenanzas, para espacios libres y públicos, clubes sin fines de lucro, escuelas lugares de esparcimiento ciudadano. Y no para semejante «curro» inmobiliario». ¿Quién les cedió los terrenos para construir esas costosas torres por las que los pudientes pagaron fortunas? ¿Qué funcionario o grupo de funcionarios les otorgaron los permisos de edificación? ¿Quién autorizó a escriturar esos departamentos? Demasiados interrogantes para que ésto pase desapercibido. Como pasó con los asesinos del proceso, estos corruptos, también tendrán que pagar.

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