El ex jugador y entrenador, campeón con Newell’s, Quilmes, San Lorenzo y Argentinos Juniors, falleció este lunes a los 84 años, tras no poder superar un delicado estado de salud. Los leprosos y el mundo futbolero lo lloran.
Nacido en Rosario el 26 de febrero de 1936, el ex director técnico es el primero de un selecto grupo (el restante es otro ñulista de primera cepa como Américo Tolo Gallego) en clasificarse campeón en tres clubes distintos en el fútbol local. Este lunes falleció tras luchar contra un adverso estado de salud, aunque dejó un legado implacable en el mundo de la redonda.
Los pergaminos y laureles del Piojo se acrecientan en la rica historia del fútbol argentino porque los títulos de Primera División se alcanzaron en clubes que no estaban dentro de los poderosos de Buenos Aires como Quilmes (1978), Argentinos Juniors (1985) y Newell’s Old Boys (1987-1988).
Además, Yudica colaboró directamente y condujo certeramente al San Lorenzo campeón de la Primera B (1982), que logró el ansiado retorno a la máxima categoría en una campaña que rompió récords de entradas vendidas en los distintos escenarios por los cuales pasó. Un año antes había alcanzado el mismo objetivo con Quilmes, luego de haber abandonado la Primera División en 1980.
Como jugador, el Piojo también fue uno de los destacados punteros izquierdos que supo transitar por las canchas vernáculas, vistiendo las camisetas de Newell’s, Boca Juniors, Vélez Sarsfield, Platense y Quilmes, entre las décadas del 50 y 60. Hizo 56 goles en 318 partidos.
Yudica comenzó a jugar de pibe en el Morning Star rosarino y a los 12 ganó su primer torneo infantil, en una delantera que también incluía a Roberto Puppo, José Cerro, Eduardo Saladarrié y Rubén Farruggia.
Ya en el cierre de su carrera, José vistió la camiseta del Deportivo Cali en Colombia (1968-1969) y luego volvió al país para actuar en el ascenso tanto en Talleres de Remedios de Escalada (ascendió a la Primera B en 1970) y San Telmo (1971).
Pero del otro lado de la línea de cal, Yudica también demostró su capacidad, más allá de que –a lo largo de la historia– se haya convertido en uno de los DT “poco valorados” por la grey futbolística.
El primer impacto en su carrera como DT lo entregó en el modesto Altos Hornos Zapla de Jujuy. En el equipo de Palpalá realizó un trabajo metódico y ejemplar transformando a jugadores aficionados en semiprofesionales, con los que disputó un excelente campeonato Nacional 1974, en el que los jujeños quedaron muy cerca de la clasificación a la ronda final en la zona B ganada por el Talleres de Córdoba de Ángel Labruna.
El segundo zarpazo en su trayectoria lo dio en Quilmes, al que tomó a principios del 78 con la intención de “salvarlo del descenso”, tal como él mismo confesó tiempo atrás en la revista El Gráfico.
A medida que fue avanzando ese Metropolitano, el elenco cervecero fue ganando confianza y se metió en la pelea directa del título, cabeza a cabeza con el Boca de Juan Carlos Lorenzo, que había ganado la Copa Intercontinental de ese año al Borussia Monchengladbach.
Quilmes llegó a la última fecha con un punto de ventaja y debía enfrentarse en el Gigante de Arroyito a Rosario Central. Mientras Boca se medía con Newell’s en la Bombonera. El zapatazo del marplatense Jorge Gáspari decoró el 3-2 final que desató la algarabía de los más de 20 mil hinchas cerveceros que viajaron a Rosario con la ilusión de coronarse campeones por primera vez en su historia.
Años más tarde, Yudica tomó el timón (en reemplazo de Roberto Saporiti) de un Argentinos Juniors que ya se perfilaba para ganar todo (había sido campeón en el Metropolitano 1984). “Muchachos, vamos a seguir igual. No cambiaremos nada porque este equipo funciona como un relojito”, contó a Télam José «Pepe» Castro, destacado delantero de aquel equipo de La Paternal, que les dijo el Piojo una vez finalizado el primer entrenamiento.
Ese equipo del Bicho le ganó la final a Vélez (2-1) en la cancha de River y se adjudicó el Nacional 1985. Pero la conquista gloriosa se dio unos meses más tarde, con la obtención de la Copa Libertadores, en aquella recordada final contra América de Cali, en Paraguay.
En diciembre de ese mismo año, Argentinos protagonizó una épica definición de la Copa Intercontinental ante Juventus de Italia (2-2 y 2-4 en los penales), en Tokio.
Dos años y medio después le llegaría su mayor alegría personal, al consagrarse campeón con Newell’s en el torneo de la temporada 1987-88. “Me sucedió lo que, quizás, no le sucede a nadie. Ser hincha del club, ex jugador y, además, entrenador campeón. Es como una de esas películas que no se olvidan”, reconoció conmovido Yudica, ya con el trofeo en sus manos.
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