El periodista Ángel Berlanga se sumergió en la vida de Osvaldo Soriano y redondeó un libro en el que repasa la relación del recordado escritor con el fútbol y la Argentina desde el exilio.
En una especie de apunte o prólogo que hace antes de cada cuento, relato o crónica de Rebeldes, soñadores y fugitivos, Osvaldo Soriano revela –en lo que sería un prólogo de los prólogos (los cuales muchas veces no tendrán nada que ver con los textos que le suceden– el puntapié inicial de su novela Cuarteles de invierno. En la previa al cuento Donde Genevieve y el Flaco Martínez perdieron las ilusiones (muy recomendable, por cierto) se lee que la historia arrancó durante su exilio en Bruselas, en 1977, sin un mango en el bolsillo, cuando aparece una oferta literaria-económica de Giovani Arpino, autor de Perfume de mujer, entre tantos otros libros: “Me pidió un cuento para una revista literaria que dirigía en Turín y me ofreció cien dólares contra entrega”.
La cosa es que el relato debía interesar en Italia, y así empezó a cranear una historia por el lado de los personajes. Allí le vinieron a la cabeza un boxeador en decadencia y un cantor de tangos que se encontraban en una estación de trenes. “Cuando llegué a las ocho páginas que me había pedido Arpino –revela Soriano– me di cuenta que la historia era demasiado argentina y no hacía más que comenzar”. Ni pudo cumplir con el encargo literario, ni –claro está– tuvo sus cien dólares, pero allí comenzó a fecundar una de las grandes novelas argentinas, con la que en 1988 se topó, en una librería de usados, Ángel Berlanga, autor del libro de reciente aparición, Soriano. Una historia.
Tan encantado quedó el Gordo con aquel relato que más tarde terminaría siendo Cuarteles de invierno, de la que alguna vez confesó: “Es una novela que quisiera no haber escrito para poder escribirla otra vez”.
En diálogo con El Eslabón, Berlanga –compilador de Arqueros, ilusionistas y goleadores, entre otros títulos– adelanta que el fútbol no puede faltar en una biografía de Soriano. “Lo primero que quiso fue ser futbolista. Centrodelantero. De San lorenzo”.
No habrá más penas
Ángel Berlanga tenía 22 años en 1988 cuando caminaba por las calles porteñas y se metió en una librería de usados “buscando alternativas” de lecturas. Atrás había quedado la colimba, y pronto también quedarían atrás sus estudios de Arquitectura en la UBA. En aquella mesa de saldos encontró la edición de Bruguera de Cuarteles de invierno, ilustrada con los colores de San Lorenzo de Almagro. Fue amor a primera vista. “Tengo muy presente ese día”, dice. Lo que le quedaba por delante era descubrir la obra de Osvaldo Soriano. “Di con ese señuelo y me encantó. Eso me llevó a buscar el resto de sus libros”, afirma el periodista y docente universitario. Y asegura que la novela Quarteri d’inverno publicada desde el exilio en Italia en 1981 (y que llegó a la Argentina en 1983 porque está ambientada en la dictadura) era la preferida del autor.
Tras su encanto por esa historia del boxeador en decadencia Tony Rocha y el cantor de tangos Andrés Galván en Colonia Vela (llevada al cine en 1984), Ángel fue por más y se convirtió, con el tiempo, en un experto en la obra del novelista y cuentista marplatense. “Vengo trabajando sobre Soriano desde hace muchos años”. En 2003, junto al escritor Juan Forn, laburó en la reedición de toda su obra, que la editorial Seix Barral llamó Biblioteca Soriano. También reunió y editó la antología de cuentos/relatos de fútbol Arqueros, ilusionistas y goleadores y Cómicos, tiranos y leyendas, que rescata textos periodísticos hasta entonces inéditos en libros. “También vengo juntando materiales de todo tipo. Así que después de relojear ese material, vi que tenía buena parte de una especie de mapa para hacer un recorrido de lo que fue su vida. Ese fue como el punto de partida, después el laburo fue mucho más extenso y me llevó mucho más de lo que esperaba”.
Arqueros y goleadores
“Una vez le pregunté a Soriano, que era fanático de San Lorenzo de Almagro, cómo podía ser hincha de un club que se llamaba como un santo. Me respondió que yo era un ignorante, que el club se llamaba así en honor a la batalla de San Lorenzo. «Peor –le respondí–, entonces es un nombre militarista». Él no dijo nada, pero se ve que se quedó con una bronca que le carcomía las tripas. Una semana después me dijo: «Lo que yo no puedo entender es cómo vos podés ser hincha de un club que tiene el nombre de ese adminículo con el que rezan las viejas»”, contó alguna vez el historiador, escritor y periodista Osvaldo Bayer, reconocido hincha de Rosario Central.
“Hay un capítulo íntegro en el libro dedicado a San Lorenzo”, adelanta Berlanga, y argumenta: “El Gordo es un hincha emblemático de San Lorenzo, de hecho la sala de prensa lleva su nombre y hay peñas Osvaldo Soriano por todo el mundo. Accedí a la correspondencia que mantuvo desde el exilio, con Osvaldo Bayer, con Tito Cossa, y hasta con su madre. Esa correspondencia era su forma de seguir en contacto durante el exilio con el país. Y San Lorenzo tiene una presencia tremenda, pide que le manden El Gráfico, la revista Goles, las publicaciones dedicadas exclusivamente al Ciclón. Es conocida su crónica publicada en Humor cuando desciende San Lorenzo en el 81, y en el 82 hay una nota en el diario La Voz sobre el ascenso. Había pasado Malvinas y los militares estaban en retirada, entonces, en esa nota él hace como una especie de resurrección de San Lorenzo y la resurrección de la vida institucional en el país, o una perspectiva de eso. Uno lo ve a él escribiendo sobre San Lorenzo prácticamente a lo largo de toda su vida”.
Para reafirmar aún más la locura que tenía Soriano por el deporte de la redonda, Berlanga repasa: “Solía decir que le interesaba más el fútbol que la literatura, cosa que es un poco exagerada porque la literatura lo apasionaba mucho también. Pero el fútbol es una cosa muy central en su vida, y San Lorenzo en particular. Escribe historias sobre la demolición del Gasómetro, sobre una serie de desgracias que cayeron sobre San Lorenzo, sobre sus fundadores. Es un tema central en su vida y en su obra”.
El autor de Soriano. Una historia, cuenta que el Gordo, “a fines de los 50, comienzos de los 60, mientras estaba en Cipolletti, leía El Gráfico y quería participar de la publicación así que le escribía a Dante Panzeri”, y se explaya: “En Tandil fue cronista deportivo y, cuando llegó a Buenos Aires, muchas de sus notas fueron como redactor de Deportes. Siempre reivindicaba eso, siempre pensaba que era su tabla de salvación porque se movía con mucha ductilidad ahí, de eso entendía y sabía, y además, le gustaba. A sus notas sobre deportes, todo el tiempo las está entreverando con otras cuestiones: políticas, institucionales, sociales, con cuestiones de violencia. Es un rasgo de él poner en diálogo muy distintas áreas de la actualidad”.
En cuanto a esas publicaciones, Berlanga destaca las semblanzas de Soriano sobre Bonavena, una de Fillol “extraordinaria en la que ya en 1975 decía que el Pato era el mejor arquero que había visto en su vida, y eso que faltaba para la consagración del 78. Y después hay pequeños textos en los que habla de Sanfilippo, de Carlos Bianchi, entre otros”.
Y la pelota siempre al Gordo: “En sus contratapas de Página 12, muchas tenían que ver con el fútbol, durante el Mundial 86 escribió una nota por día para el diario Il Manifesto, y lo último que venía escribiendo son las Memorias del Míster Peregrino Fernández, que es ese técnico que anda dando vueltas por el mundo en los años 30, 40, y con el cual planeaba hacer una novela. Hay un zaga de 13 o 14 contratapas que son una especie de periplo de ese personaje que se atribuía haber inventado el wing electrónico y que metía 12 o 13 jugadores en medio de un partido sin que nadie se diera cuenta. Ahí tenía un proyecto de novela que quedó trunco porque falleció”.
Berlanga aclara que “ahora está muy naturalizado escribir sobre fútbol”, pero que “cuando Soriano empezó en el año 86 (sus primeros textos de ficción son de ese año), estaban Fontanarrosa, Sasturain y poquitos más. Por supuesto que hay antecedentes respecto de la literatura y el fútbol, incluso Osvaldo ha hecho referencia a la antología de Roberto Santoro, un pionero. Pero no abundaban los relatos futboleros en la literatura en los 70, 80 e incluso hasta mediados de los 90”.
Maradona sí, Galtieri no
“La política también es un tema central en sus intereses y en su obra”, señala Ángel, y argumenta: “Él está todo el tiempo pendiente de la situación del país, la deriva, las perspectivas del país. Salvo en su primer libro, Triste, solitario y final, la política en sus libros ocupa un plano muy importante. En No habrá más penas ni olvidos está el tironeo en Colonia Vela de dos sectores del peronismo, en Cuarteles de invierno está la dictadura como telón de fondo y la pata civil apoyando a la dictadura, porque quien recibe a sus dos protagonistas es un abogado de alcurnia de ahí del pueblo; en A sus plantas rendido un león (otro de los tantos títulos brillantes) está Malvinas de fondo, con ese cónsul en un pequeño país africano; en Una sombra ya pronto serás está la desolación de los comienzos del menemismo y finales del radicalismo. En El ojo de la patria está la fiesta menemista, la disolución ideológica. Y en su última novela, La hora sin sombra, está muy presente la figura del padre, de Perón, del primer peronismo”.
Por último, respecto del exilio padecido por el recordado escritor una vez perpetrado el golpe de Estado en la Argentina, este hombre que es más sorianista que el propio Soriano, concluye: “En el exilio no sólo sigue la situación sino que también tiene una participación activa. Fue miembro de la publicación Sin censura –junto a Julio Cortázar e Hipólito Solari Yrigoyen, entre otros–, que distribuía ejemplares con notas sobre lo que pasaba en la Argentina y en América en general. Cuando fue lo de Malvinas, él también intervino allá dando conferencias. En tiempos en los cuales abordar la política desde la literatura estaba mal visto, él no renunció nunca a eso. Y le parecía pertinente tener eso en su narrativa”.
Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 11/03/23
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