Se vienen las vacaciones de invierno y esa es una gran noticia para las niñas y los niños que esperan este tiempo de descanso, sin agendas apretadas, sin obligaciones ni actividades programadas y, sobre todo, para compartir con sus familias y sus afectos.
Claro, el deseo de las infancias, muchas veces, no coincide con la disponibilidad de los/as grandes y las vacaciones de invierno son una regla antes que una excepción. Muchas familias tienen que seguir trabajando y no cuentan con tiempo para proponerles a las niñas y los niños momentos de juego y recreación. Por eso, comparto algunas ideas y propuestas con la intención de acompañar a las familias y a la niñez, entendiendo que no es sencillo disfrutar en este mundo apresurado.
En primer lugar, es importante resaltar el valor del aburrimiento, aunque tenga muy mala prensa en la actualidad, porque se trata de un tiempo que pone en suspenso todas las actividades y las obligaciones cotidianas. El tiempo libre, que casi nadie tiene, es fundamental para que la creatividad y la imaginación se pongan en juego. Para las niñas y los niños, es muy necesario porque les permite disfrutar de su tiempo de infancia; les permite pensar, crear, imaginar, fantasear, jugar; les confirma que, para crecer y aprender, se necesita tiempo, y que ese tiempo no puede estar abarrotado de tareas por cumplir.
En segundo lugar, es fundamental recordar que los juegos, los cuentos, los relatos, las conversaciones y las palabras son imprescindibles siempre, en temporada de vacaciones y en época de clases. Por eso, invito a las familias a compartir estas actividades. Las niñas y los niños se lo van a agradecer; los/as grandes lo van a disfrutar si se animan a volver a su tiempo de infancia, aunque más no sea por un rato.
El juego promueve el desarrollo infantil. El juego simbólico, las ritualizaciones que las infancias despliegan, replicando y reconstruyendo escenas de la vida cotidiana, es fundamental para comprender y habitar el mundo, para tramitar pesares y buscar soluciones posibles jugando; así como también el juego de reglas que les permite aprender a esperar turnos, a respetar las legalidades de cada propuesta lúdica, a tolerar ciertas frustraciones: saber que es posible ganar y perder (por suerte, siempre se puede pedir revancha). Mientras que la literatura y los relatos de ficción permiten conocer y comprender otras realidades e historias posibles.
Y algo más, para quienes tienen la valentía de salir de casa en vacaciones de invierno sabiendo que muchos lugares estarán superpoblados y que habrá que hacer largas filas para ingresar al lugar deseado, les recomiendo el Tríptico de la Infancia que cuenta con espacios de juego, cultura, arte y naturaleza que son públicos y que fueron pensados para la niñez por la genial Chiqui González y sus colaboradores: la Isla de los Inventos, la Granja de la Infancia y el Jardín de las Niñas y los Niños. De paso, colaboramos con la infancia de esta época que necesita nuevos encuentros e interacciones para contrarrestar el aislamiento y el distanciamiento vividos durante la pandemia, que necesita aprender a esperar en un mundo lleno de pantallas que invitan a la inmediatez, y que necesita menos consumo de ofertas carísimas y productos publicitados, y más espacios genuinos para celebrar el derecho a jugar, conocer, aprender, comprender y habitar el mundo al que ha llegado.
Y si ninguna de estas alternativas fuera posible concretar, al menos hagamos el intento de acompañar este tiempo de descanso de la niñez evitando cargarlos de actividades, obligaciones y compromisos. Ya tendrán tiempo para ser grandes y vérselas con las exigencias propias del mundo adulto.
¡Felices vacaciones de invierno, niñas y niños!
* Fonoaudióloga, docente de la Facultad de Ciencias Médicas (UNR) y autora de El tiempo de ser niñas y niños y Cuentos desobedientes para cuidar a las infancias (Laborde Editor), y de Diario de una Princesa Revolucionaria (Sudestada).
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