De la cana va directamente al boliche donde se juntan sus amigos. Entra, y se encuentra con la mesa de siempre, donde se halla, indefectiblemente, El Mencho, que finge sorpresa al verlo llegar.

¿Qué hacés por acá? …, le pregunta, como si no lo supiera.

¡No te hagás el gil! …, responde, irritado. ¡Sabés muy bien qué hago por acá! …

El Mencho lo mira, simulando no entender. Dice después: ¡Qué sé yo! … Te hacía de joda por ahí. Como a vos te gusta la noche….

¡Sí, claro! …, le contesta, por eso anoche la pasé tan divertido.

¿A dónde fuiste? …, insiste El Mencho, impostando la voz, ¿a la bailanta? …

¡A la bailanta de Lagos! …, exclama, para agregar, ¡donde alguien me puso canuto! …

¡No me digás! …, finge sorprenderse el otro. ¿Y quién puede haber hecho eso? … 

¡Alguno que me quiso apretar! …, le grita. Al salir, me di cuenta de que todo era muy evidente, prosigue. Primero cae la yuta haciendo destrozos en mi casa, y arrastrándome a la jefatura como un perro. Y al rato, nomás, aparece un boga bien empilchado, que me saca como si estuviera retirando el auto de un estacionamiento. O sea, sigue gritando, que todo fue una jodita para Tinelli, sin mayores consecuencias. 

Agitado, se sienta en una silla y toma un vaso de cerveza que hay sobre la mesa, sin pedir permiso. El Mencho lo observa conteniendo una sonrisa, que de todos modos se trasluce. Lo mira un rato, y después le dice:

Sos muy imaginativo, vos. ¡Te hacés cada película! …

Seguro, le responde, me encantan las series.

No sé si te encantan las series, contesta El Mencho, pero le das muchas vueltas a las cosas. Te la hago corta: así no podés seguir, tenés que ponerte a laburar en serio, porque si no, sos boleta en cualquier momento.

Se queda pensando en la advertencia, que puede entenderse tanto en sentido figurado como literal. Comprendiendo que su palabra no cae en saco roto, El Mencho decide avanzar un poco más: Pensalo. O empezás a laburar ya mismo, o te pueden seguir pasando cosas como las de anoche.

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