En el marco del Otro Festival, evento que fusiona las artes escénicas con la salud mental, se presen”tó en el Teatro Príncipe de Asturias de Rosario la puesta teatral: Consagrada. El fracaso del éxito”. Bajo la dirección de Flor Micha, esta obra autobiográfica se centra en el pasado gimnástico de Gabriela Parigi, quien es coautora y actriz de la producción.

La obra fue declarada de interés deportivo por la Legislatura porteña. Viene rodando en festivales y Congresos de Psicología del Deporte, en diferentes ciudades del país. También en Francia, España, Brasil y Uruguay. Es de destacar que se llevó a cabo una función específica en el CENARD, donde participaron todas las selecciones de los deportes, dirigentes deportivos y entrenadores.

Entre horas y horas de entrenamientos y un montón de trofeos, una gimnasta artística debe abandonar sus derechos de niña para convertirse en mercancía. Sin distracciones. Hasta que finalice su vida útil. Entrenadores y entrenadoras, asociaciones y federaciones, entre muchos otros interesados, se disputan el título de la propiedad. Su cuerpo es un bien codiciado, mientras dure la producción de resultados.

La obra inicia contundente: una mujer desciende de las gradas del teatro con un bastón y envuelta en dispositivos ortopédicos. Camina con dificultad, mirando hacia abajo y balbuceando frases ininteligibles. Nadie sabe todo lo que un cuerpo puede doler. Tampoco ella lo sabía cuando entrenaba. El de la gimnasia artística es un entrenamiento de la negación: si duele, “no es nada, hay que seguir”. Si tensa, “no es nada, hay que seguir”. Si cansa, “no es nada, hay que seguir”. Si quema, “no es nada, hay que seguir”. Como caballos con anteojeras, las gimnastas aprenden, de chiquitas, a avanzar a ciegas. Anulando toda sensación que provenga de su cuerpo.

Dicen que sí a todo. Callan. Y la única orientación que conocen es arriba y adelante: la dirección del podio. Y allá van, con las cajas torácicas al frente, rebotando contra todo y contra todos, hasta contra ellas mismas.

A las gimnastas de élite nada ni nadie les quita lo bailado. La obra lo enuncia desde los altavoces en un discurso médico perturbador: pubalgias, lumbalgias, fracturas, protusiones, epicondilitis, hernias discales, tendinitis, esguinces. Las experiencias infantiles tienen el don de la durabilidad.

Entre el sarcasmo y un humor muy logrado, la destreza acrobática de Gabi Parigi captura miradas hasta el hipnotismo. La puesta deja en claro que en el deporte competitivo lo que importa es el rendimiento. Parecería trasladarse, también, la misma premisa lógica, ahora, en un formato artístico: la performatividad escénica. Y para ello, es preciso someterse: laautoridad, la rigurosidad de las formas, las exigencias. También las del público presente.

El discurso es coherente: “avanzá, empujá, ahuecá el pecho, apretá la cola, rechazá, estirá los empeines, extendé las rodillas, mirá un punto fijo, corré, apurate, meté la panza”. Una niña cuyo cuerpo, en plena construcción, recibe estos mensajes todos los días, ocho horas diarias, incluidos los sábados, se va moldeando, como plastilina, a su imagen y semejanza, “funcional” a las operaciones del entorno.

 

“Consagrada” retrata, también, los maltratos y abusos de poder por parte de los y las entrenadoras. Palabras, gestos, miradas y acciones que aguijonean cuerpos en crecimiento, con una carga afectiva extra: el entrenador/a es como una autoridad parental con permiso para decir cualquier cosa, desde “dale gorda”, hasta “aflojále a los postres que tenés más panza que el Diego” o “¡te pesa el orto, mongólica!”

Las restricciones alimentarias y el control del peso constituyen una de las prácticas más violentas del deporte infantil. La obra recupera, también, las escenas de un cuerpo “medido, vigilado, pesado y castigado” que debe ingresar en los parámetros establecidos. De otro modo, se desecha. Para “estar en peso”, las gimnastas recurren a todo tipo de prácticas: no comer durante un día entero, salir a correr si comió de más o vomitar antes del control.

Conmueve ver a Gabi Parigi sobre el caballo de madera hablando de los atracones del fin de semana: helados, chocolates y tortas a escondidas, para mitigar las privaciones. Gabi Parigi, ex gimnasta devenida acróbata y actriz. Su destreza produce un efecto de imán. Es muy difícil dejar de mirarla. Sobre el final de la obra contabiliza: un montón de torneos, medallas, trofeos, abdominales. Un solo novio.

Después…¿Qué se hace con todo esto? Las copas y los trofeos juntan tierra debajo de la cama. Las lesiones quedan. Son medallas para siempre. También quedan las contradicciones. Y el cuerpo, que no deja de interrogarnos, mientras el público continúe parándose para aplaudir el maravilloso espectáculo deportivo.

*Profesora de Educación Física y Educación Somática

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