Referente local y regional destaca los pequeños gestos a favor del medioambiente y evoca fechas clave para concientizar al respecto. Compostaje por basurales, un cambio tan necesario como cantado.

El Día Mundial de la Educación Ambiental es el 26 de enero y se celebra desde 1972. ¿Y qué tiene que ver Bielsa con esto? Bueno, mucho: A un mes de haber llegado a Leeds, club de la ciudad homónima en Inglaterra, organizó con sus dirigidos una recorrida en las inmediaciones de la institución, con el objetivo de limpiar entre todos el perímetro externo del centro de entrenamiento. Recolectaron y pesaron 13 kilos de basura.

La leyenda dice que además surgió una charla debate entre jugadores, ayudantes, utileros, en la que la palabra “humildad” resonó muy fuerte.

Humildad, humanidad, humor, tienen la misma raíz etimológica. Vienen de humus, de la tierra, de lo que nos hace fértiles en afecto.

Nada mejor que comenzar una etapa marcando, con un hecho concreto, uno de los mensajes que debía llegar claramente al plantel: “Cuidemos esta tierra, que es donde todos los días vamos a trabajar y producir nuestros frutos”.

El impacto positivo de ese acontecimiento fue una de las piedras fundamentales para Bielsa en el recorrido realizado en el Leeds United, exitoso más por el camino y sus impactos, que por los resultados deportivos.

Mientras tanto y ya en estos pagos, el sentido de pertenencia se manifiesta, pero no vinculado tanto al cuidado de la tierra. Cinco mil basurales en Argentina dan prueba de ello. “Es un tema de educación”, se dice. O bien se escucha y se lee: “Es cultural…”.

La educación ambiental y su día, primera fecha de un calendario anual hermoso pero ausente en celebraciones regionales, es una excusa muy oportuna (post pandemia, sequías, quemas y crisis) para generar en nuestras comunidades valor y valores que no sólo nos eduquen para minimizar impactos, sino también para crear desde allí nuevas oportunidades.

La educación ambiental es el primer impacto a generar. Si no nos reeducamos ambientalmente, es difícil que ocurran los tan mencionados «triple impacto». No habrá impacto ambiental, ni social, ni mucho menos económico, sin una reeducación ambiental.

En esta región del país no podemos más de ricos. Agua, muchos días de sol, suaves vientos, plantas y tierra de la mejor del planeta. ¿Qué nos falta, entonces? Si un entrenador y once deportistas generan tan potente mensaje a una ciudad entera, ¿qué les queda a los ciudadanos, y a las otras instituciones, y a los funcionarios de turno?

Los próximos líderes que generarán cambios positivos en el mundo serán de diversos rubros, algunos impensados. Hay un poder difuso ya manifiesto, en un mundo que cambió y volverá a hacerlo.

El cuidado de nuestro “humus” es la materia principal de esta educación ambiental. Conocer para querer y querer para cuidar.

¿Por dónde empezar? Compostando nuestros residuos orgánicos. El compostaje cotidiano es la mejor manera, quizás, de reeducar muchos de nuestros hábitos. En esta práctica rutinaria, como lo son los deportes ya que estamos relacionándolo, logramos –además de reducir a la mitad (¡tremendo impacto!) lo que pagamos para enviar a los basurales– generarnos una relación más directa con algo que en las urbes se ha perdido: la conexión con la tierra.

Allí radica esta pérdida educativa que nuestros bisabuelos tenían en tiempos en los que el plástico no existía y los alimentos se trocaban en envases retornables sin saber de la palabra packaging, porque aún no se había inventado.

En 2024 en la región del Pago de los Arroyos –como se conoce desde hace siglos–, casi no hubo campañas de compostaje, ni domiciliario ni institucional, en los últimos diez años. Ya no sirve preguntar por qué. Ahora son tiempos de brindar conocimientos para que el compostaje sea la gran cátedra que conmueva a prácticas que generen lo que a los chipeadores y composteros nos gusta mencionar: las artes&oficios.

La compostera es un objeto que, como hemos determinado alguna vez con Caro Acosta (educadora ambiental rosarina), vincula directa e indirectamente a trece artes y oficios. Esa data, pensando en la problemática de residuos y la falta de trabajo, no puede ser más potente.

Una compostera es algo así como una bicicleta. Te lleva, en varios sentidos de la palabra, a salir de sistemas lineales, obsoletos, a otros circulares y muy necesarios hoy, en un mundo que pierde oficios, suma habitantes, mientras que los recursos básicos, como el acceso al agua, entran en zona de riesgo.

Por estos días de enero, ya en el marco del Día Mundial de la Educación Ambiental, muchas celebraciones en el país se cancelan por falta de recursos. A su vez, otras están surgiendo, justamente en honor y para cuidar los recursos.

Estos recursos son los que nos dan vida y así como hemos aprendido a celebrar fechas que poco tienen que ver con nosotros (San Patricio, San Valentín, Halloween) el contexto nos empuja con un fuerte viento de cola, a celebrar lo que sí nos identifica.

A esta fecha le siguen el Día Mundial de los Humedales (2 de febrero), el Día Mundial del Agua (22 de marzo), el Día Mundial de la Bicicleta (19 de abril) y el Día Mundial de la Tierra (22 de abril). El Mes del Compostaje va a celebrar su décimo primer año en varias partes del país y países vecinos.

Poco se sabe y ya poco importa, pero es una celebración única (¡dura un mes!), surgida desde la ciudadanía. Nació a pocos kilómetros del Monumento a la Bandera. Sigamos, que para que los conocimientos se afiancen es necesario consecutividad: Día Mundial del Reciclaje (17 de mayo), Día Mundial del Ambiente (5 de junio), Mes sin Plásticos (julio) y el Día Nacional del Árbol (29 de agosto), también una creación santafesina y que tiene tanta o más profundidad educativa que el mismo compost.

Qué poco sabemos de árboles y sus servicios ecosistémicos. Nada. Son increíbles los comentarios en las redes sociales respecto a cómo los ciudadanos piden poda, extracción y desprecian al ser vivo que en la urbe nos conecta con la naturaleza.

A veces, para explicar esto apelamos a definiciones tales como “el árbol es el mejor amigo del ser humano”, pero la gran mayoría manifiesta que son los perros. En fin, sigamos.

En septiembre aconteció un encuentro hermoso en la Patagonia: se celebró el Día Mundial del Turismo y el de la Conciencia Ambiental, que justo es el 27.

El 16 de octubre es el Día Mundial de la Alimentación, el que a mi entender como santafesino nacido en Rosario del Pago de los Arroyos, debería ser nuestra gran fiesta nacional.

Allí está y se conjuga todo.

El tercer jueves de noviembre es el Día Mundial del Aire Puro. Pensando en las quemas, deforestación, barbijos y cinco mil basurales… En diciembre es el Día Mundial de Suelos y Voluntariado. De voluntades se trata y así será más allá de lo que la inteligencia artificial nos brinde o nos saque.

La nobleza de los recursos utilizados es una frase que largamente trascendió al fútbol y que juega cada año en cómo definimos circular nuestros residuos (y nuestros consumos). La educación ambiental es el tema, los ejes son los territorios y la línea de tiempo.

Crear acontecimientos educativos de triple impacto entre ellos es la receta que venimos compartiendo en cada Compost Tour, Cultura Compost, Compostaje Institucional y así será en los formatos que vienen. 

Los actores, los próximos líderes ¿quiénes son y serán? Los ciudadanos de a pie, como dice Marcelo Bielsa.

*Chipeador y compostero.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 20/01/24

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