El proyecto anarcocapitalista murió antes de nacer. La CGT no tardó en plantar bandera y poner contra las cuerdas a un Gobierno que se encamina a la disolución nacional, rodeado de cómplices que no toman nota de un tsunami que también se los llevará puestos.

El cambio que una sustancial parte de la sociedad argentina votó está en marcha. No está del todo claro que ese 56 por ciento haya votado éste cambio, con todos los condimentos de una receta que, en general, fue explicitada por el ex panelista y economista Javier Milei en la campaña, pero que en la cancha muestra aristas que afectan el bolsillo de la gran mayoría de ese electorado. Tampoco está en juego el proyecto original del jefe de un Estado que aborrece. Tanto el mega DNU como la Ley Ómnibus contienen muy poco de anarcocapitalismo y mucho de las acostumbradas prebendas con que el liberalismo neoclásico se nutre para obtener negocios con ganancias aseguradas por el Estado al que repudia cuando se trata de pagar impuestos. De tal modo, el programa anarcocapitalista –si alguna vez existió más allá de los enunciados mediáticos– murió antes de ver la luz de un mundo que no registra antecedentes de un experimento impracticable por descabellado y resistido por las propias fuerzas del mercado global. Milei descansa en las “fuerzas del cielo”, pero en Wall Street y Londres operan señores menos propensos a la espiritualidad.

Eso se hizo evidente en el último Foro Económico Mundial de Davos, donde el Presidente mostró, ante un auditorio atónito, que la realidad le es por completo ajena. Algunos, como el ex secretario de Comercio Guillermo Moreno, opinan que este hombre “está fuera de tiempo y espacio”, una forma elegante de decir que está enajenado.

En los últimos días hubo muchos indicios de que Milei no está concentrado en mantener firme el timón de su gobierno. Apenas se bajó del atril desde el que desconcertó a todo el universo corporativo empresarial y financiero, su principal preocupación fue observar qué tipo de repercusiones tuvo su intervención.

Sin haber concretado una sola reunión bilateral con alguno de sus pares presentes en el enclave suizo –el canciller británico David Cameron no tiene rango presidencial– ni poder exhibir una foto con la crema de la economía mundial, prefirió mostrarse embobado ante los elogios de Donald Trump y Elon Musk, su entusiasmo estuvo dirigido a conocer las mediciones que su discurso había motivado en las redes, y se dispuso a interactuar en ellas en forma compulsiva.

La revista Noticias lo detalla así: “Si algo intentó Javier Milei con su discurso en el Foro Económico Mundial de Davos es no pasar desapercibido. Y lo logró. Hubo repercusiones de su discurso en diferentes medios, pero también llamó la atención la virulencia con la que el Presidente se maneja en su red social Twitter. Allí es capaz de poner «me gusta» a los elogios que le hacen, pero también de compartir publicaciones agraviantes para otros protagonistas del evento e, incluso, contra el organizador del mismo. Todo, a un ritmo de hasta 25 interacciones por hora”.

Tal vez los mandatarios del mundo tengan equipos que monitorean esas mediciones, reportan la meta data minuto a minuto, agradecen o pasan de largo los posteos, etc. El mandatario argentino se ocupa personalmente de esa tarea, como si sus preocupaciones no fueran suficientes.

En todo el viaje de vuelta a la Argentina se iban conociendo los reposteos o likes de Milei en la red X (ex Twitter), entre los que se destacó uno en el que se ve la imagen de un gigantón desnudo, con un pene enorme, con el siguiente texto: “Milei dejando Davos luego de decirle a Klauss Schwab (presidente del Foro Mundial) que se vaya al carajo”. Milei le puso “Me gusta”.

¿Quién o quiénes gobiernan?

Pero lo más grave que se ha filtrado puertas afuera de la Casa Rosada y Olivos es el grado de desconocimiento que tienen tanto Milei como muchos de sus ministros del contenido puntual del mega DNU y la Ley Ómnibus. Aunque ello no les quita responsabilidad política, y confirma que ambos instrumentos fueron redactados por escribas ad hoc de las corporaciones y grupos beneficiarios de la futura legislación, deja al desnudo que no hay un solo timón en el gobierno, y pone de manifiesto el loteo que el mandatario llevó adelante cuando se encontró sin cuadros para hacer frente a la administración nacional.

Uno de los ejemplos surgió de la infidencia que un gobernador le hizo a un periodista del medio digital La Política Online: varios jefes de Estado provinciales detectaron un artículo que intervenía directamente sobre los impuestos de las provincias y, furiosos, exclamaron: “Lo vamos a voltear, es inconstitucional”.

Según el portal de noticias, “se trata de la reglamentación sobre el Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones (Rigi) que habilita a la administración nacional a exceptuar del pago de impuestos provinciales a inversiones extranjeras”, que facultaría al gobierno de Milei a meter sus narices en los impuestos provinciales.

La iniciativa se aplicaría a inversiones mayores a 200 millones de dólares, “para cualquier tipo de proyecto, ya sea nuevo o para la ampliación de un desarrollo existente”. Como se recordará, se esperan proyectos de inversión en las áreas petrolera y minera, con el gas y el litio como estrellas, pero con el “problema” que representa que en esas explotaciones tallan los estados provinciales.

LPO publicó que la fuente consultada precisó que “de aprobarse la implementación del Rigi, el Poder Ejecutivo puede decidir sobre la concesión de un pozo petrolero en Santa Cruz, así como determinar las condiciones para un desarrollo minero en Catamarca”.

Foto: Manuel Costa | El Eslabón/Redacción Rosario

El mismísimo ministro del Interior, mostrado por el Gobierno como el hombre que “maneja la política”, desconocía ese articulado, y algunos allegados indican que al propio Milei también lo habían dejado fuera de la jugada.

El Gobierno parece oscilar entre dos opciones descabelladas. Por un lado, hace todo lo posible por chocar el tren, desairando a sus circunstanciales aliados, corriéndoles el arco, incumpliendo los acuerdos, desconociendo el ABC de la negociación política. Por otro, se muestra amenazante con la oposición “no dialoguista”, con los gremios, pretende fidelizar a su electorado con consignas inflexibles, y usa su poder de caja para disciplinar a legisladores y gobernadores, intentando exhibir una imagen de control y poder.

Pero la realidad es que, según voceros oficiosos, a casi 50 días de asumir, “aún no se ha nombrado al 70 por ciento de los funcionarios de segunda y tercera línea, por lo que el Estado está funcionando en piloto automático, gracias a la planta permanente”. Milei y su gabinete “propio” no sólo desconocen el uso de la botonera. Todavía no la encontraron.

Los que sí saben usarla –Patricia Bullrich y Luis Toto Caputo– tienen problemas para ejecutar sus negocios. La primera no puede mostrar otra cosa que papelones que son remarcados hasta por los medios “amigos”. Al segundo no le sale una bien: el FMI no suelta los dólares, el bono para tapar y estatizar la deuda de los importadores no funciona, y el Congreso le demora el manejo –y liquidación– del Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) y anticipa un rechazo al aumento de retenciones. El agua entra por la profunda rajadura del Titanic libertario.

Si a eso se le suma lo que Moreno reveló como “el mayor gasto de un Gobierno en el primer mes de gestión”, y que “lo que hizo Milei con el gasto público en diciembre es demencial”, las chances de que la administración Milei se estabilice y afiance se reducen hora a hora.

En voz muy baja, colaboradores del diputado nacional Miguel Pichetto murmuran preocupados: “La cuenta regresiva se acelera, y el problema es que no hay recambio”. No lo dicen por una posible sucesión libertaria, se refieren a que el peronismo aún no se ha reorganizado para tomar esa papa llameante en sus manos.

El regreso del Hogweed Gigante

En el tercer álbum de Génesis, Nursery Cryme, editado en 1971, tal vez eclipsado por la potencia musical y lírica de Musical Box, el tema The Return of the Giant Hogweed sobresale por dos elementos. Por un lado, es una de las pocas composiciones en que la guitarra de Steve Hackett adquiere un protagonismo que desplaza de algún modo al tradicional predominio de los teclados de Tony Banks en todo el período en que Peter Gabriel integró la banda inglesa. Por otro, su letra sobrevuela en forma irónica las vicisitudes que deben soportar los ingleses al tomar contacto con una especie botánica –el Perejil o Hogweed Gigante– cuyos efectos en la piel son devastadores.

Gabriel, que fue quien escribió aquella letra, refiere en la misma que ese perejil gigante fue traído desde Rusia por un explorador victoriano, que donó ejemplares al Real Jardín Botánico de Kew, y agrega que la planta fue diseminada por toda Inglaterra por “elegantes caballeros de campo”. Lo cierto es que el contacto con la savia de ese perejil trae consecuencias que van de un leve sarpullido a la aparición de ampollas que pueden derivar en un tratamiento hospitalario e incluso –en personas de piel muy sensible– puede causar una severa dermatitis.

En la canción de Génesis, el perejil prepara un ataque contra toda la humanidad, lo cual genera diversas estrategias de defensa, pero la especie muestra una inusual inmunidad a los efectos de los herbicidas. En el final del tema, la letra sentencia: “El poderoso Perejil se vengó”, y sugiere que los seres humanos habrán de sabérselas con la furia de la planta y sabrán lo que es bueno.

Para muchos políticos, fuera y dentro del peronismo, la Confederación General de los Trabajadores (CGT) es como el Perejil Gigante. Una rara especie que con su naturaleza agresiva puede provocar daños a las hermosas pieles de quienes jamás se mezclarían con ese tipo de plantas, corriendo el riesgo de contaminarse. Bueno, el Perejil Gigante ha regresado, y no parece preocuparle ni los prejuicios de propios y extraños, ni las amenazas de un gobierno que tiene entre sus miembros a especialistas en el fracaso de todo tipo de herbicidas antiobreros.

Lo cierto es que la CGT picó en punta, presentándose ante la Justicia para cuestionar el mega DNU en su capítulo laboral, y luego convocando a un paro y movilización, dejando rezagados a legisladores que proclamaban que era “demasiado pronto” para tomar tal medida.

La lógica cegetista es cartesiana: la desarticulación de casi todos los derechos conquistados a lo largo de la historia del movimiento obrero organizado no se negocian, y “la política” tiene que estar a la altura de las circunstancias. Es el “Perejil Gigante” que con sólo rozarlo puede producir dermatitis aguda en los sectores gorilas, pero también genera un alerta indisimulable a la representación del peronismo en todas sus variantes, ya sea parlamentaria o de cualquier tipo.

Foto: Télam

Los discursos de los dos secretarios generales de la central obrera, Héctor Daer y Pablo Moyano, no dejaron lugar a dudas o claudicaciones. El primero sentenció, dirigiéndose a los diputados nacionales: “Ahora les decimos que, de acuerdo al mandato popular, miren a todos ustedes a la cara, que nos miren a los ojos, que actúen en consecuencia, que no actúen en la oscuridad, agazapados, porque les dijeron que son coimeros”.

El dirigente de la Sanidad, además, los conminó a rechazar los instrumentos enviados al Congreso por el gobierno de Milei, y anticipó: “Vamos a seguir la lucha hasta que lleguemos al éxito, hasta que caigan el DNU y la ley ómnibus. No vamos a dar un paso atrás; la Patria no se vende”. Más claro, imposible.

En tanto, Moyano no se quedó atrás y, minutos antes de las palabras de Daer, reclamó a los legisladores “que digan públicamente si están con los trabajadores o con las corporaciones y el modelo económico que lleva adelante el presidente Javier Milei”. Y agregó: “Un peronista no puede votar este DNU que va en contra de los trabajadores y la soberanía nacional”.

Moyano también disparó contra otra de las brutales embestidas de Milei, la reinstauración del Impuesto a las Ganancias: “No se les ocurra poner otra vez el impuesto a los trabajadores. Si son tan guapos aumenten el impuesto a las grandes fortunas, aumenten las retenciones, pero no a los trabajadores”.

Nadie hasta ahora le habló a los trabajadores y a la sociedad en general como lo hicieron ayer las cabezas más visibles de la CGT, mostrando que no por nada Juan Perón en 1973 sentenció: “Siempre ha sido entre nosotros un tabú la intervención política de las organizaciones sindicales. Todos han venido sosteniendo que las organizaciones sindicales no deben intervenir en política. Es decir que, mientras las organizaciones políticas intervienen en el proceso sindical, los sindicatos no han de intervenir en el proceso político. Dado que la organización sindical se realiza para convertirse normalmente en un factor de poder, aquella premisa es totalmente falsa”.

Que en muchas oportunidades las diferente cúpulas cegetistas hayan claudicado o hecho la vista gorda es tan cierto como el hecho de que la dirigencia política peronista también lo hizo, con el agravante de que en tiempos de bonanza muy cercanos, en lugar de consolidar la natural alianza con el movimiento obrero organizado, se lo marginó de las estrategias electorales y –más grave aún– se lo estigmatizó, retomando las antiguas consignas de calificar a su conducción con el mote de “burocracia sindical”. Las experiencias de la llegada del macrismo y el actual gobierno al poder debieran ser suficientemente aleccionadoras para no repetir esos groseros errores.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 27/01/24

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