Argentina, tierra de debates y movimientos políticos, hoy se enfrenta a una desafiante realidad: la hipergrieta, una profunda polarización que desde el odio obstaculiza la construcción de una sociedad sana y tolerante. En este contexto, la comunicación política emerge como elemento clave para revertir esta tendencia y construir consensos en pos de alcanzar la tan ansiada “unidad nacional”.
De esta manera, en su versión de comunicación de gobierno, la comunicación política propone tres pilares fundamentales bajo un enfoque 360°, es decir a todos los niveles, tanto en el territorio, la calle o instituciones de gobierno, como en el plano digital: garantizar el pleno ejercicio de la democracia en todos los órganos del Estado, consensuar una gestión de la comunicación digital desde la ética ciudadana y el respeto por la opinión del otro, y salvaguardar la consolidación de los 40 años de la democrática argentina.
La comunicación no es sólo un medio, una herramienta; es el punto de partida para construir puentes que garanticen consensos, acerquen posiciones y fomenten una sociedad más plural y tolerante de cara al porvenir de las viejas, nuevas y futuras generaciones.
Pleno ejercicio democrático
En el corazón de la democracia reside la participación ciudadana, aunque la hipergrieta que tanto la oposición como los distintos oficialismos consolidaron definitivamente desde el último acto eleccionario, trazó algunos limitantes a este ejercicio. En la última década en Argentina aparecieron ejércitos de trolls impulsados por distintas administraciones de gobierno, incluso con infraestructura paga, que fomentaron e inauguraron una nueva etapa en la comunicación política digital de enorme influencia en las agendas públicas: la política de cancelación del pensamiento del otro, persecución ideológica y espionaje.
Ese “otro” ya desfigurado como ciudadano y convertido en enemigo interno, es un “traidor a la patria”, “gorila”, “cipayo” o “kuka-planero”. Esto sumado a la desconexión total de la representación política con la ciudadanía, atravesado por un contexto internacional emergente pos Covid-19 copado por ideologías dogmáticas y autoritarias, termina por configurar un escenario total en disputa.
La comunicación política 360° se postula como el puente inclusivo necesario para reconectar a ciudadanos y representantes. Escuchar, entender y poner en valor las necesidades de la sociedad, traduciéndose en políticas públicas y en mejoras para los individuos. Así, se convierte en la clave para garantizar un ejercicio democrático, auténtico y pleno.
El axioma de despertar emociones y generar experiencias para reforzar el contenido del mensaje político y así provocar un recuerdo para tener “efectividad”, debe demostrar sanas intenciones y no un encuadre de reflexión avalado por el odio. “La gente olvidará lo que dijiste, la gente olvidará lo que hiciste, pero la gente nunca olvidará cómo le hiciste sentir”, nos recuerda la activista por los derechos civiles, Maya Angelou.
Buenas prácticas desde la comunicación política digital
La era digital ha democratizado la comunicación, aunque también presenta desafíos. Es crucial adoptar buenas prácticas en la gestión de la comunicación de gobierno en digital. La transparencia, veracidad y respeto por las opiniones del otro son la llave: los trolls, bots y demás elementos que sean utilizados para proferir insultos en las redes, no ayudan al diálogo entre las distintas voces que componen el concierto, hoy por demás desafinado, de la ciudadanía argentina.
Un dato no menor es que la comunicación política en digital recomienda la construcción de un estilo propio, fresco y ameno en el ejercicio de poner en valor cualquier proyecto político. Esto marca la diferencia y permite una comunicación con los electores más directa y efectiva. Si se consigue un tono adecuado que permita la complicidad con la audiencia, es más probable que los ciudadanos hablen bien del proyecto político, del líder y del equipo de gobierno.
Por eso la importancia de construir comunidad en las redes sociales, ya que implica establecer parámetros concretos acerca de cómo los prosumidores del siglo XXI, aquellos ciudadanos que consumen, producen y resignifican contenido en las redes sociales, deben comportarse a la hora de crear espacios donde todas las voces sean escuchadas, fomentando el diálogo y la diversidad de opiniones. La tolerancia debe ganarle la batalla al odio de una vez por todas. Porque nunca los fanatismos trajeron paz, solidaridad y prosperidad a los pueblos.
Además, la comunicación política es clave en el desempeño de la construcción de consenso, la formación de la opinión pública, la promoción de la estabilidad social y la educación cívica, ya que influye en la percepción y comprensión de los ciudadanos acerca de los principios democráticos y el funcionamiento de las instituciones gubernamentales. Por eso necesitamos profesionales que gestionen adecuadamente los activos de gobierno, logren alinear los objetivos de comunicación con el proyecto, y consoliden equipos de eficientes para el desarrollo de prácticas acordes.
Respeto a los actores de los asuntos públicos
La comunicación política debe ser un espacio de respeto mutuo. Involucra a actores diversos: políticos, ciudadanos, medios de comunicación y periodistas. Respetar las voces, aún en la discrepancia, fortalece la democracia. Porque la construcción de consensos y la tolerancia son la base para un diálogo político saludable.
Como afirmara Nelson Mandela, “la verdadera reconciliación no consiste simplemente en la ausencia de tensiones, sino en la presencia de justicia”. En la comunicación política, la justicia se traduce en equidad, escucha y respeto.
En definitiva, preservar y fortalecer nuestra democracia implica, hoy más que nunca, repensar y reformular nuevas prácticas comunicativas. La ética y la empatía deben ser el faro que guíe nuestras interacciones y el vaso conductor hacia un país con menos incertidumbre y sin violencia entre argentinos. Solo así construiremos una democracia resiliente, capaz de afrontar los desafíos presentes y futuros.
En definitiva, en estos 40 años de democracia la comunicación política emerge como el instrumento vital para garantizar que el pueblo argentino continúe siendo el protagonista de su propio destino. La comunicación se convierte así en la fuerza propulsora que nos puede llevar a la construcción colectiva de consensos, eslabón clave para un futuro democrático plural. Porque en definitiva, la construcción del futuro de la Argentina debe darse desde la tolerancia y no por la destrucción del otro.
La comunicación política, como el faro que guía todos los debates, debe junto con ser uno de los agentes de cambio que revierta esta tendencia. La tolerancia, en un enfoque 360°, es la herramienta clave para acercar posiciones y construir una sociedad donde la diversidad sea celebrada y no motivo de división.
El gran desafío entonces es que la sociedad argentina logre dejar atrás la grieta profundizada desde el conflicto con el campo en 2008, para dar paso al consenso democrático estratégico donde el norte del modelo de país no se modifique y pueda existir el diálogo en paz. Tarea difícil por los tiempos que corren; sólo basta recordar que hace poco más de un año le dispararon a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner en la cabeza. Otra hubiera sido la historia si esa bala hubiera impactado. La vuelta a la Argentina oscura o la debacle de una posible guerra civil se hubiera desatado. Demasiado fuerte para un contexto plagado de violencia. Demasiado fuerte como para no parar la pelota y pensar en los 47 millones de argentinos que merecemos un país pujante, con desarrollo estratégico de nuestros recursos naturales y en sintonía con el mundo.
*Lamatriz / Consultoría en comunicación estratégica
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