La joven entidad deportiva que fundó y preside Juan Stragneri cumplió en febrero 5 años. Chicas, chicos y grandes de los barrios 23 de Febrero, Vía Honda y Qom resisten los embates de la crisis, de los robos y el vandalismo, y piden mayor presencia del Estado.

Los colores que resaltan en murales y pintadas en la ciudad, que brillan en las banderas y remeras y resaltan en los tatuajes que ilustran las pieles de rosarinos y rosarinas, son los mismos colores que identifican al Club Atletic Oeste, nacido el 1° de febrero de 2019. El piberío y los veteranos que representan a la entidad en la cancha y fuera de ella, visten para tal efecto la camiseta azul, amarilla y roja, con letras negras. “Son los colores de la ciudad, los que representan al fútbol rosarino, por eso los elegimos”, cuenta el fundador y presidente Juan Stragneri, en referencia a los grandes Rosario Central y Newell’s Old Boys.

Ubicado en la calle Aborígenes Argentinos al 5400 (entre Espinillo y pasaje Estéves), por este club de la zona suroeste pasan unas 450 personas, entre pibes y grandes, que juegan al fútbol, o aprenden árabe, o practican boxeo. “Hacemos fútbol masculino y femenino en las categorías baby y juvenil”, relata el referente de la institución, y agrega: “Aquí vienen nenas y madres, jugadores chiquitos, niños y mayores de Primera División y Veteranos”.

Además de las canchas de 7 y 11, el club ofrece un pequeño salón en el que se dictan las clases de árabe y boxeo “con profes que vienen a capacitar a los chicos y así sumamos otras actividades”.

El nacimiento de una pasión

A contramano de la mirada individualista del sálvese quien pueda, que impera en sectores del poder, Juan Stragneri apuesta a lo colectivo y levanta las banderas del laburo social. Emplazado en una de las zonas más castigadas de la ciudad, el rol del Atletic Oeste parece estar mucho más allá del rectángulo de juego. Rodeado de los también humildes barrios 23 de Febrero, Vía Honda y Qom, el presidente comenta que “trabajamos con un nivel social muy bajo” y que “es un trabajo social muy grande el que hacemos”. 

En ese sentido, recordó los inicios de la institución que nació casi a la par del coronavirus. “Estuvimos los dos años de pandemia haciendo copa de leche, comida, ayudando al barrio en la parte social, porque la necesidad era muy grande”. De todas maneras, aclara que la situación actual, sin el Covid en el medio, no es tan distinta: “Hoy está muy complicado todo”. Se toma su tiempo para denunciar que “las autoridades en lo que es clubes de barrio están ausentes de una manera total”, y destaca que “entre los padres y los profes (que generalmente son los mismos padres) estamos intentando llevar esto adelante. Cuesta muchísimo, pero le ponemos lo mejor de nosotros”.

Foto: Carina Torres

Y justamente, este espacio social y deportivo tiene la partida de nacimiento en un grupo de padres y madres, con procedencias de distintos clubes de la zona. “En ese entonces –recuerda el mandamás–, la gestión municipal nos ofreció el predio” de Aborígenes Argentinos 5547 “y ahí salió la idea de formar un club de fútbol, ya que teníamos muchos chicos entrenando, muchas nenas también”.

Stragneri rememora que “en ese entonces, lo de las nenas jugando al fútbol no estaba tan avanzado en lo deportivo, se jugaba más mixto, así que lo fuimos formando de a poquito y aprendiendo sobre la marcha”. Y, orgulloso, resalta: “Hoy tenemos el orgullo de poder decir que es un club grande: tenemos cancha de 7, cancha de 11. Le estamos sumando varias actividades”. 

Las patas en el barrio

Juan Stragneri nunca se conformó con jugar a la pelota. Desde chico fue al Central Oeste, de la calle Garzón y Bulevar Seguí, y no pasó mucho tiempo hasta que también le picó el bichito de ser entrenador. “Con muy poca edad empecé a ser profe y me empezó a gustar, así que de a poquito me fui metiendo de lleno con eso”, dice el ahora dirigente, y añade sobre ese proceso de aprendizaje: “Conocí gente que me enseñó un montón con respecto a la parte del fútbol, y ahí empezamos a formar un grupo de jóvenes que íbamos agarrando categorías y aprendiendo a ser profes dando nuestros pasos”.

De alma inquieta y comprometida, el hombre vio en el fútbol más que un deporte de 11 contra 11 (o menos, según la modalidad y categoría) una herramienta transformadora. En ese recorrido conoció al grupo de padres con el que, luego, decidió armar una institución propia. “Me gusta la parte social, estar con la gente, con los chicos”, subraya.

En diálogo con el programa Poné la pava (lunes a viernes de 8 a 12 por Radio Rebelde Rosario), asegura que “a quienes les gusta el deporte es gente muy sana, muy pasional”, y que “eso es lo que a uno lo llena”. Además, tira postales de una tarde en el Atletic: “Acá te acercás y vas a ver a chicos de 3, 4 años, vas a ver a las nenas entrenando, riéndose, compartiendo momentos con sus compañeros de equipo. Esto no sólo se trata de fútbol, sino de muchas cosas. Encontrarse, compartir un momento, sentirse parte de algo. Los padres se juntan a comer un asado, las madres a tomar unos mates. Se trata de ser un club familiero, apuntamos a eso”.

Un gol en contra

Entre el parate por las vacaciones y el retorno a las actividades, en el Club Atletic Oeste hubo más de un disgusto, y hubo poco para festejar en el quinto aniversario. “Varias veces nos robaron cables del alumbrado, los hemos repuesto y los han vuelto a robar. También se robaron entre 12 o 13 mallas metálicas”, enumera el presidente Juan Stragneri, entre lamentos y bronca.

Con todo lo que cuesta tener lo necesario para llevar adelante la entidad, tuvieron que padecer robos o actos de vandalismo: “También rompen tapiales, entran a los baños y los rompen. Una pena”. El máximo directivo sostiene que este tipo de situaciones “es algo rutinario” en el club que preside pero también en todos los demás que están por la zona, sobre todo en vacaciones de verano. “Varios clubes del oeste han sido víctimas de robos y vandalismo. Ya es parte de una rutina y ninguno está a salvo”.

En un llamado a la comunidad toda y apelando a la solidaridad, el dirigente señala que quienes quieran dar una mano “se pueden acercar al club”. Pero aclara que no pide plata: “El dinero es muy malo, prefiero que colaboren con el material directamente”, y pone varios ejemplos: “Una pelota, un reflector, un tejido, lo que sea nos va a venir para poder sostener todo lo bueno que se hace en el club y en el barrio”. Al respecto, Stragneri asegura que eso “es lo mejor para seguir adelante”. Y remarca: “La mano de obra la tenemos, porque hay un ambiente de mucha gente trabajadora acá. Hay albañiles, electricistas, tenemos todo eso. Los padres colaboran un montón”.

Por último, este militante de los clubes de barrio se para enfrente de quienes juegan en contra de la ayuda estatal: “Hoy todos los clubes de barrio necesitamos de un Estado más presente”.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 02/03/24

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