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El rosarino Matías Irace, ex futbolista de Central que reside en Barcelona, lanzó su primer libro con historias complejas y de superación que afrontó durante su corta carrera. Defensor de la psicología en el deporte, hoy transmite sus conocimientos a los más chicos en una escuelita.
Matías Irace está en una concentración junto a sus compañeros de Rosario Central, en la previa a un partido ante River. Esa misma noche, en la que el plantel tiene la cabeza puesta en el enfrentamiento del día siguiente, él se está cagando a trompadas con su hermano. “Esas cosas, emocionalmente nos influyen a la hora de jugar”, dice este hombre de 40 años, retirado de la actividad hace una década, aunque sigue ligado al deporte como profe en la escuela de fútbol de alto rendimiento Fundación Marcet, en Barcelona, España, donde reside desde 2005.
Desde hace 5 años, su función en esa entidad es la de encargado de desarrollo personal en la parte de psicología del deporte, una herramienta que no tuvo como jugador profesional y que ahora busca poner al alcance de chicos. “Detrás hay un humano y hay un contexto, por eso entendí que es un trabajo importante éste que hago”, le dice a este medio al charlar sobre El fútbol es para pobres, su primer y reciente libro que presentará a principios de agosto en Homo Sapiens (Sarmiento 829). Allí vuelca anécdotas y recuerdos útiles para remarcar la importancia de la psicología aplicada en el deporte. Pablo Vitamina Sánchez, autor del prólogo, fue quien lo acercó a la lectura. “No me siento escritor, pero escritores somos todos”, aclara.
Una cosa de locos
Entre 2004 y 2005, Irace vistió la camiseta de Rosario Central en el torneo local y en la Copa Libertadores. Tras ese paso breve, deambuló por equipos del ascenso profundo de España e Italia, como los desconocidos UE Sant Andreu, Sporting Genzano, Nardó Calcio, Bisceglie Calcio, entre otros, hasta su retiro en el CE Tecnofútbol, de la sexta división española, cuando tenía apenas 30 años. En ese camino advirtió la importancia de la ayuda psicológica en el fútbol: “Fue algo que se fue dando solo, a través de las situaciones malas o difíciles que pasamos”. Se preparó para ayudar a los más jóvenes, y luego tradujo esa experiencia en su libro.
La relación entre fútbol y psicología se revirtió con los años. “Antes era a la inversa”, acepta este ex volante canalla, y argumenta: “Decir que eras «débil» estaba mal visto, y decirlo hoy es de una persona inteligente. Antes decir que ibas al psicólogo era porque estabas loco, o que no le encontrabas solución a algo que era tremendamente drástico. Se han dado cuenta, lamentablemente gracias a muchos casos que han terminado mal, que el futbolista es un humano, que sufre presión y no la sabe gestionar”.
Algo así le pasó en medio de su primera pretemporada en Central, con apenas 20 años. Antes del viaje a Tandil, donde se preparó el equipo dirigido por Miguel Russo en una de sus tantas etapas como DT auriazul, visitó a su papá en el hospital. “Lo fui a saludar y no me reconoció”. Días después enfrentó a Fénix de Uruguay en un amistoso, con la cabeza un poco en la cancha y un poco en la salud de su viejo, que murió a su regreso a la ciudad. “Lo que hace la psicología deportiva es que los jugadores se puedan expresar con total normalidad. Sí, se necesita un espacio de confianza porque lo que se cuenta generalmente no es una noticia agradable”, remarca Matías, y reflexiona: “Está bien que seamos autónomos, que nosotros mismos podamos resolver los problemas. Pero hay situaciones que se mantienen por meses, años, y necesitamos ayuda. Esto no pasa sólo con el futbolista, pasa en la vida”.
Desbaratando la idea de que el «mejor psicólogo son los amigos», alerta: “El tema acá es la herramienta”. Y se explaya al respecto: “Mi mamá me ha intentado ayudar infinitas veces, pero no ha podido, porque la forma que encontraba ella era diferente a lo que yo sentía o necesitaba. Y yo no dudo del amor que sentía mi mamá por mí. Por eso insisto en que hay que acudir a quien tenga la herramienta en ese momento, porque a veces uno va con un amigo. No todo el mundo logra entenderse con el otro. Eso me pasaba con mi mamá, de quien tenía un apoyo impresionante, pero no me podía sentir bien”.
“Escritores somos todos”
Este rosarino de pura cepa pero con dejos de catalán en su acento, cuenta que sigue a Rosario Central “cuando el horario me lo permite”, es decir, cuando las cinco horas de diferencia se lo permiten. “Hasta la una, dos de la mañana, con un fernet en la mano, lo miro. Cada vez que puedo, lo veo, lo mismo que al fútbol argentino”. Por eso se vuelve loco con la posibilidad de presentar el libro en su ciudad natal: “Rosario es mi casa, ahí nací, están mis amigos, las historias”. Eso ocurrirá en la librería Homo Sapiens, a “principios de agosto”, aún sin fecha exacta confirmada.
Roberto Fontanarrosa, que vivía a un par de cuadras de su casa, era para él un vecino más: “Pasaba y lo saludaba normal, no era cholulo je”. El que le contagió la lectura, sin embargo, fue un ex compañero de vestuario: Vitamina Sánchez. “Me acercó el primer libro, una novela de Sidney Sheldon”, recuerda.
De sus primeros escritos en el viejo y querido Messenger pasó a los mails para la familia, la novia. “Un día probé a escribir en un viaje, y ya empezaba como a redactar, a describir lo que veía. Eso después se lo empecé a mandar a un amigo”. Así fue soltando la muñeca y dejando volar la creatividad: “Empecé a contar el día que erré un penal contra San Pablo, el día que se me rompió el corazón por un amor”.
Irace destaca el poder de la escritura: “Es fantástico. A veces a los chicos que no se animan a decirle algo a sus padres, les recomiendo que escriban una carta. Después, si quieren que la rompan, pero eso que tienen adentro, tiene que estar afuera”.
En los vestuarios que habitó, vio de todo. Muchas situaciones las cuenta en el libro, otras se las guarda. Lo que nunca vio, afirma, es un libro en la mano de un futbolista. “Antes te veían leyendo y te decían «eh, qué te hacés el Neruda, el Paulo Coelho»”, se ríe Matías, y rememora: “Entre nosotros que crecimos en la calle escuchando Los Piojos, La Renga, agarrar un libro era como raro. Íbamos derechos al walkman”.
Pese a la reciente publicación, Irace admite: “No me siento escritor, pero escritores somos todos”. En la recopilación de textos para el libro encontró el nombre: “Buscando lo que había escrito me surgió la frase «el fútbol es para pobres»”, y la explica: “Es que el fútbol es prácticamente para el que tiene una bala en la recámara”.
Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 11/05/24
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