Con malas condiciones de entrenamiento y con apoyo oficial solo de palabra, los atletas viajan rumbo a París 2024. Bonadeo critica los recortes del Gobierno en el área pero no una posible venta del Cenard.

—Castellani, ¿le puedo hacer una pregunta —le suelta el secretario de Deportes de Polonia al entrenador argentino de voley Daniel Castellani, que hoy dirige a Las Panteras pero que en ese entonces venía de ganar una medalla dorada con la selección polaca en el certamen europeo.

—Sí, cómo no.

—¿Cómo hacen ustedes?

—¿Cómo hacemos qué cosa?

—Como hacen con el deporte —le aclara el funcionario —Yo soy secretario de Deportes de Polonia; tenemos la misma cantidad de habitantes, cuatro veces más presupuesto que ustedes y ustedes ganan en fútbol, en básquet, en voley, en hockey, en judo.

La respuesta la encontró días después en “la existencia de clubes de barrio” y su lógica sin fines de lucro, pero con la “pasión” y el “corazón” que le ponen sus integrantes.

En las antípodas de los clubes como asociaciones civiles está el presidente Javier Milei, que el 5 de julio despidió a los deportistas olímpicos y paralímpicos que competirán en París 2024. “Si llegaron hasta aquí y si encima tienen la suerte de volver con una medalla, no será por azar, sino por el camino del sacrificio que han puesto en perfeccionar y competir”, los arengó. Pero la historia de los Juegos Olímpicos marca que los países líderes en el medallero no son los que tienen deportistas más sacrificados que otros, sino aquellos con una fuerte inversión y política deportiva de años. 

El acto se realizó en el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Cenard), muy descuidado en el gobierno anterior y en estado de abandono en la actualidad. Sin agua caliente, pasto crecido y canchas y pistas deterioradas. “Cuando quieren vender algo, lo empiezan a dejar que se caiga”, advierte el ex secretario de Deportes de la Nación, Claudio Morresi, en diálogo con el programa Poné la pava (Radio Rebelde Rosario). “No me cabe duda que pronto vamos a tener que salir a defender el Cenard para que no lo vendan, como intentó Macri”.

Entre lo patético y lo indignante se movió el actual secretario de Deportes Daniel Scioli al comparar a Milei con el Dibu Martínez, que venía de ser figura ante Ecuador: “Usted, cuando era arquero y se lo reconocía por el vigor, la intensidad, ahora le toca atajar todo lo que le tiran”. Y remató: “Como también me llama Pichichi, usted tiene que jugar de arquero y jugador, como en el futsal, y meter muchos goles en favor de Argentina, que tanto lo necesitamos”.

Quien mostró su indignación con ambos discursos fue el periodista Gonzalo Bonadeo. Cuestionó la quita de presupuestos a los Juegos Evita, “que es donde nace el deporte” e incluso repudió el cambio de nombre, al que Scioli había prometido mantener: “Lo hizo alguien que se dice peronista, es raro”. Y agregó: “Además, le ponen un nombre que es impropio: Juegos de Alto Rendimiento. ¡Muchachos, cuando sos deporte colegial no sos alto rendimiento!”.

Sin embargo, el periodista deportivo de TyC Sports y autor de Pasión olímpica. La llama sigue encendida, tuvo una posición dual cuando el entonces presidente Mauricio Macri, vía DNU, le bajó de rango a la Secretaría de Deportes (pasó a ser Agencia). Y al igual que aquella vez, ahora tampoco ve con malos ojos lo de vender el Cenard (ubicado entre los barrios de Núñez y Belgrano, Caba), siempre y cuando –dijo en una entrevista en Radio Con Vos– se construyan centros similares en las provincias, para federalizar el deporte. Suena a la excusa macrista de sacar el Fútbol Para Todos para construir jardines de infantes, o la del mileísmo de «Télam o pobreza». “En el Amba hay cerca de 12, 13 millones de personas. Lo ideal es que lo que está construido siga estando, y que se construyan otros espacios en otros lugares del país”, retruca Morresi, que coordinó una charla sobre política y olimpismo en el Instituto Patria.

La ofensiva contra el Cenard responde a la zona de privilegio que ocupa (distinta al del otro Centro de Desarrollo ubicado en Soldati), con sectores inmobiliarios comiéndole los talones. 

La autarquía que perdió el Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Enard) en la presidencia de Macri –cuando quitó el famoso impuesto a la telefonía celular destinado al deporte– jamás se recuperó durante el mandato de Alberto Fernández.

Así, al decir del periodista Andrés Burgo en el diario Tiempo Argentino, “a la «Ciudad Luz» se viaja en penumbras”. O al decir del Presidente, que sea lo que “las fuerzas del Cielo” les depare. La esperanza sobre una buena actuación en la capital francesa está en el razonamiento de Castellani: “El deporte argentino es un milagro”.

Nunca me metí en política, siempre fui deportista

Los cuestionamientos que Michael Jordan no recibía dentro de la cancha, los padecía afuera por su falta de compromiso con la causa negra en Estados Unidos. “Los republicanos también compran zapatillas”, respondió el basquetbolista del Dream Team –que fue oro en Los Ángeles 84 y Barcelona 92– para justificar su negativa a apoyar públicamente al afroamericano Harvey Gantt en las elecciones al senado de 1989, cuando enfrentó a Jesse Helms, republicano y racista.

El olimpismo, de todas maneras, tiene innumerables casos de atletas que se atrevieron a confrontar con el poder. El más emblemático, quizá, fue el Black Power en el podio de México 68, con los puños en alto de los afroamericanos Tommie Smith y John Carlos, medalla de oro y de bronce respectivamente, como protesta por los derechos civiles negros en Estados Unidos. Aquel gesto les trajo graves consecuencias, como también le ocurrió al boxeador Muhammad Ali, de quien se dice que arrojó al río Ohio la medalla de oro que consiguió en Roma 60, según el libro The Greatest (El más grande), aunque la versión de Rey del mundo (de David Remnik) indique que se trató de un extravío.

El “no hay plata” que «celebran» sectores afines al gobierno nacional, y que alcanza a trabajadores y jubilados, también llegó a deportistas olímpicos, que sufrieron fuertes recortes. A pedido de la Subsecretaría de Deportes, la Confederación Argentina de Judo (CAJ) debió reducir de 18 a 4 las becas. “Es firmarle el acta de defunción a mi deporte”, lamentó Laura Martinel, histórica entrenadora de la doble medallista olímpica Paula Pareto. Ambas renunciaron a esa ayuda-derecho.

Las y los actuales representantes olímpicos argentinos se pronuncian poco y nada ante esta situación. No es fácil. El ejército de trolls que opera desde la mismísima Casa Rosada espera cualquier crítica contra el Presidente para entrar en acción. Una víctima de ello fue Constanza Garrone, abanderada paralímpica argentina y jugadora de tenis de mesa que saludó a Milei y luego difundió un video lavándose las manos. Horas después de aclarar que se trató de un posicionamiento personal y no de su federación, anunció su alejamiento de redes sociales.

 

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En medio de la Eurocopa, jugadores franceses –con Mbappé a la cabeza– se expresaron contra la ultraderecha de su país, que finalmente quedó tercera en las últimas elecciones. Qué pena que las estrellas deportivas de acá no se involucren, no en política, sino con el tiempo que les toca vivir; que ni siquiera se les pueda preguntar por sus clubes de barrio como asociaciones civiles.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 13/07/24

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