Ante el avance de discursos favorables a las Sociedades Anónimas Deportivas, el área cultural de Racing presentó el documental GerenciaMiento, que retrata la mala experiencia del club en manos de Blanquiceleste SA.

Fernando Marín, hombre de medios cercano al poder, sale de la oficina tras concretar el gerenciamiento de Racing Club. “Esto es absolutamente profesional y empresario”, advierte ante la prensa, y aclara como al pasar: “El sentimiento es una coincidencia feliz. Soy de Racing de toda la vida”. Es diciembre del año 2000 cuando Blanquiceleste S.A. toma las riendas de una entidad en ruinas y un equipo coqueteando con el descenso. “Los medios hablaban del gerenciamiento de Racing como solución. Había otras salidas, pero esa fue la decisión política”, dice Hernán Sormani, miembro del Sarcac (Socios Autoconvocados de Racing Club Asociación Civil) en el documental GerenciaMiento, realizado por el Departamento de Cultura e Historia y del Hincha del club de Avellaneda y recientemente estrenado en Youtube. “En el periodismo en su momento se hablaba de las bondades de la gerencia”, aporta ahora –en diálogo con Poné la pava (Radio Rebelde Rosario)– Federico Cogo, director y guionista del film.

Pasan los años, pasan los jugadores, pero la figura que está detrás de las Sociedades Anónimas Deportivas en el país, no. Mauricio Macri, antes y después, como presidente de Boca, de la Nación y ahora como hombre cercano a Javier Milei, mantiene intacta su obsesión de habilitar la estructura legal de la privatización en clubes asociaciones civiles. “En algún momento hasta se pensó que Macri era el verdadero dueño de Racing por el vínculo con Marín, los pases de jugadores entre Racing y Boca”, recuerda Cogo.

Jugando de acuerdo al dolor

Las crisis en el país son un fertilizante para que afloren las discusiones a favor de las privatizaciones de los clubes. Ocurrió en los 90, cuando además de Macri también militaba por ese formato Daniel Scioli, que tras varias idas y vueltas en su postura respecto a las SAD, hoy es el Secretario de Deportes del gobierno de Milei que impulsa ese proyecto.

Racing fue a la quiebra en 1998 y luego vino la tristemente célebre frase de la entonces síndica Liliana Ripoll: “Ha dejado de existir Racing Club asociación civil”. En ese contexto, el gobierno de Carlos Menem, ya en su ocaso, aprovechó para apuntar el rayo privatizador también hacia las entidades deportivas.

En escena apareció el empresario Fernando Marín, empleado de Macri y hombre del palo de los medios de comunicación y de eventos deportivos, como la Copa Davis, que organizó por más de 30 años. El periodista Gustavo Veiga reveló que “más de uno le atribuye ser el cerebro de los nefastos slogans «Los argentinos somos derechos y humanos» y «El silencio es salud»”, promovidos por la dictadura en el marco del Mundial 78. 

Uno de sus grandes aciertos fue poner en la pantalla de la televisión argentina al Chavo del 8. Durante el gobierno macrista, tomó las riendas del Fútbol Para Todos, cuando el programa estatal ya agonizaba. 

En esos años oscuros de la Academia, “convivían” el Racing de Blanquiceleste y la mutual Racing Club, que competía en la Liga. “Había dos Racing compitiendo en un mismo momento, compartiendo el predio”, cuenta Federico Cogo. “En las canchas de mejor estado jugaba el Racing de Blanquiceleste, y en las de peor estado jugaba el Racing de la mutual. La convivencia era muy complicada. Se estaban construyendo unas parrillas para atraer vida social, y venían los entrenadores de arquero y hacían patear contra las parrillas para que se caigan”.

En el Racing de Blanquiceleste, toda disciplina que no era el fútbol (gerenciado) se la llamaba “actividad residual”.

De la gloria a la nada

En un diciembre de 2001 en llamas, con represión policial, muertos en las calles y la renuncia del presidente Fernando De la Rúa, Racing gritó campeón después de 35 años. Lo que hinchas y jugadores celebraron como una gesta deportiva, la gerencia lo tradujo en mayor crédito a ese formato que ya había fracasado en Deportivo Español y Mandiyú, entre otros casos.

Sin embargo, en palabras del propio Fernando Marín, aquello se transformó en contraproducente para la empresa, porque dejó la vara muy alta. “Él dice en el documental que era conveniente salir campeón más adelante, porque la gente le empezó a exigir más. Eso te demuestra que al tipo sólo le importaba la plata y quedarse”, dice el director del documental, y remarca: “En 2001 no ganamos con estrellas. Blanquiceleste nunca trajo jugadores de renombre, lo que hizo fue vaciar las inferiores y hacer sus negocios. Lo que daba vida social, como la confitería, por ejemplo, lo sacó. El gerenciamiento vino a empeorar lo que ya estaba mal”.

Cogo califica aquel título de la mano de Reinaldo Merlo como “un espejismo”, una excepción en la gestión privada de la entidad. “Tuvo un par de torneos medianamente bien, peleó el siguiente, con Ardiles jugó la Libertadores y después nada más”. Sebastian Bonino, fundador del predio racinguista Tita Mattiussi, asegura: “La empresa por sí no puede salir campeón. El campeón fue Racing, los jugadores, la gente. Para mí es sólo un tema jurídico”.

Lo que debes, cómo puedes quedártelo

El campeonato de 2001 empezaba a quedar atrás a medida que se sucedían, año a año, las malas campañas del equipo. Y la imagen de Fernando Marín decaía a la misma velocidad. En una entrevista con Clarín reconoció que su presencia irritaba al hincha y que “aunque salga campeón mundial me van a insultar”, en la cancha o en la calle. “Hasta el cura me putea”.

En el estadio Presidente Perón, tras una derrota con Talleres, un simpatizante lo escupió en la cara. “Eso es Racing”, dice el empresario en el film al contar ese episodio. Eran sus últimos días en el club, aunque todavía no los de Blanquiceleste, que continuaba bajo la conducción de Fernando De Tomaso. Antes de dar un paso al costado, Marín echó al entrenador Diego Simeone. “Lo único que les voy a decir –cuenta el Cholo en su documental Simeone. Vivir partido a partido– es que yo voy a ser un gran entrenador y el día que me quieras volver a traer, no me vas a poder pagar. Bueno, no estuve tan lejos (risas)”.

De Tomaso, antes vice, ahora presidente de la empresa, dio un manotazo de ahogado y contrató nuevamente a Mostaza Merlo. Pero su segunda etapa terminó mal: “¡Blanquiceleste no cumplió en nada!”, decía Mostaza mientras se frotaba ampulosamente las manos y miraba a los ojos a cada uno de los periodistas de la conferencia. Lo habían echado.

Dos años después, en 2008, los hinchas y socios de Racing echaron a la gerenciadora, que arrancó con un título y se fue jugando una Promoción para mantener la categoría. Atrás quedó un club devastado.

—¿Vos a qué te dedicas? —le preguntaban a los empleados que dejó Blanquiceleste en el club.

—A cortar el pasto.

—¿Y después de eso, qué hacés?

—Espero que crezca.

Publicado en el semanario El Eslabón del 27/07/24

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