Nemesia Hijós, antropóloga social, aporta su mirada de París 2024 más allá del medallero. El COI, la paridad, los discursos transfóbicos y un podio antiracista. “Cuando aparecen otras formas, otros cuerpos, se los vigila y se los cuestiona”.
La boxeadora italiana Angela Carini recibe un golpe que no la tira al piso ni la hace trastabillar, pero denuncia que jamás le han pegado así de fuerte, y el combate termina a los 46 segundos. Luego del abandono en la ronda preliminar de octavos de final, la Asociación Internacional de Boxeo (IBA) la premiará como si fuera campeona olímpica. Pero quien será finalmente la verdadera campeona olímpica es su rival de esa jornada, la argelina Imane Khelif, expulsada por la IBA por sus “altos niveles de testosterona”, que le valió a usuarios de redes sociales y hasta referentes del deporte y la política a tratarla como una mujer trans. “Estaba molesta porque mis Olimpiadas se habían esfumado”, reconoció luego la púgil de Italia, que días después de la derrota se retiró de la actividad y le pidió perdón a su oponente.
En los Juegos Olímpicos de París, presentados como los Juegos de la paridad (participaron la misma cantidad de mujeres que de varones) escalaron fuerte los mensajes de odio. En Londres 2012, el Comité Olímpico Internacional (COI) elevó la participación femenina al 46 por ciento, y en Tokio 2020 (2021) llegó casi al 49 por ciento. “Estos organismos que regulan el deporte –como el COI, reflexiona la antropóloga social Nemesia Hijós– están concibiendo al deporte también en una forma completamente binaria”, y que “cuando aparecen otras formas, otros cuerpos, se los vigila, se los cuestiona”, como a Khelif.
Con la lupa de las ciencias sociales, la también investigadora del Conicet subraya que esta situación “permite hacernos preguntas como dónde quedan todas esas otras identidades sexogenéricas, y poner en tensión todas las leyes de identidad de género que tenemos en la actualidad, no sólo en Argentina sino en el mundo”. Y resume: “Una se pregunta dónde están representadas todas esas identidades en estos megaeventos deportivos”.
Juegos para varones
“Para ellas la gracia, el hogar y los hijos. Reservemos para los hombres la competición deportiva”. Bajo ese concepto, Pierre De Coubertin, creador de los Juegos Olímpicos modernos disputados en Atenas en 1896, prohibía a las mujeres participar en la competencia.
Para Hijós, docente en la carrera de Ciencias de la Comunicación y en la Diplomatura en Género y Deporte (UBA), “desde los organismos que regulan el deporte, sea el COI, la FIFA, la Conmebol, siempre se intenta activar estrategias, mecanismos, políticas para desarrollar la paridad de género, que, por supuesto, podemos pensar si lo hacen con alguna intencionalidad o si es la verdadera intención”. Pero aclara: “No obstante, esos esfuerzos que hacen los organismos, en algún sentido colaboran, o no, para implementar un tipo de deportes”, y remarca: “Está claro que en París se han hecho cosas para llegar a la paridad, pero al mismo tiempo plantear un deporte completamente binario, donde circulan discursos transfóbicos y odiantes”.
Sobre las entidades que regulan el deporte en el mundo, Nemesia recuerda la política de la Conmebol en 2019, cuando obligó a los clubes que participaban en torneos internacionales a tener equipos de fútbol femenino. “Eso sentó una base en nuestro deporte a nivel nacional que cambió, que generó un antecedente y fue un hito en el deporte”. Y aclaró: “Más allá de las intencionalidades, que nosotros no podremos saber, eso genera un antes y un después”.
En este sentido, la investigadora del Conicet acepta que “está bien desconfiar de estos organismos, de hacernos estas preguntas, pero ellos no pueden ignorar el avance de los movimientos feministas, que nos llevan también a repensar el modelo y el tipo de deportes que queremos”.
Mujeres negras al poder
Quizá la máxima postal de los Juegos Olímpicos de París fue la premiación de la gimnasia artística en la prueba de suelo: las estadounidenses Simone Biles y Jordan Chiles, segunda y tercera, le hacen una reverencia a la ganadora, la brasileña Rebeca Andrade, que lanzó: “¡Y hemos demostrado el Black Power!”, en referencia al gesto de los atletas afroamericanos Tommie Smith y John Carlos, medalla de oro y de bronce en México 68, cuando alzaron su puño envuelto en un guante negro. “Ya fuimos tres negras en los Mundiales –continúa Rebeca, hija de madre soltera, infancia en una favela de San Pablo–, y ahora poder hacerlo en los Juegos Olímpicos significa que hacemos realidad nuestro poder”. Y provoca: “Nos aplaudirán o tendrán que tragárselo. Me quiero a mí misma, me encanta mi color de piel, pero no me centro en eso. Rebeca va más allá de su color. Lo mismo ocurre con Simone y Jordan”. Emocionante. “Negras en un deporte de blancas”, aporta el periodista Ezequiel Fernández Moores en Cenital.
“Estos Juegos –suma Hijós, que participa de los podcast Postales Olímpicas, que produce el grupo de trabajo Deporte, Cultura y Sociedad del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso)–, más allá del medallero que posicionan a países que tienen muchas más políticas y dinero invertido en generaciones de atletas” muestran otros costados, no menos importantes: “Estaba leyendo que en Brasil, después del triunfo de Rebeca, se inscribieron muchas nenas para tomar clases de gimnasia artística”. La propia Rebeca Andrade fue alguna vez una de esas niñas que se acercó al deporte gracias a una política pública del gobierno de Lula da Silva, que le permitió desde una favela desarrollarse como deportista de alto rendimiento.
En ese sentido, esta hincha fanática de Boca lanza la pregunta que la obsesiona: “¿Cómo se forma un atleta de alto rendimiento en Argentina?”, y si “esa formación y construcción hay que dársela al Estado o entregárselo al mercado, buscando marcas, o que los deportistas tengan que recurrir a la autogestión, que eso lleva a lo que vemos en redes sociales: atletas de alto rendimiento transformándose en influencers para conseguir apoyo de las marcas”.
Afirma que en estos dos modelos “hay una tensión”, que es: “Qué tipo de deportes producen las marcas, la industria; y qué otro tipo de desarrollo podría formar un deporte social, con políticas públicas, con acceso democrático para todas las personas”. Y siguen las preguntas: “O un deporte capitalista, neoliberal, o un deporte con una orientación social, el deporte como un derecho pensado desde el Estado”.
La antropóloga invita a pensar sobre el “éxito”, es decir, “si está asociado sólo a conseguir medallas, o qué pasa con todos esos otros logros en el desarrollo que no estamos viendo, más allá de lo que nos traen estos megaeventos” como juegos olímpicos o mundiales. Al respecto, recordó el caso de la atleta marplatense Belén Casetta, oro en los Panamericanos, madre reciente y con París 2024 como su tercera olimpiada. “No consiguió la clasificación a la final y salió llorando en una entrevista, pidiendo perdón, diciendo que ella era la culpable”, remarca Hijós, y añade: “Y lo mismo vimos con Las Leonas por no haber llegado a la final. No es casualidad que sean mujeres, ahí hay algo interesante para pensar: por qué las mujeres en esos espacios están pidiendo perdón por no alcanzar lo que se supone que tendrían que alcanzar. Eso nos muestra que estos eventos siguen constatando la hegemonía masculina que hizo del deporte históricamente una institución patriarcal”.
Publicado en el semanario El Eslabón del 17/08/24
¡Sumate y ampliá el arco informativo! Por 4000 pesos por mes recibí todos los días info destacada de Redacción Rosario por correo electrónico, y los sábados, en tu casa, el semanario El Eslabón. Para suscribirte, contactanos por Whatsapp.