Este innovador proyecto que nació en Rosario no sólo combate la contaminación, sino que fortalece a comunidades, y mujeres particularmente, brindándoles capacitación y oportunidades económicas.

El programa Espuma funciona desde 2021 y nació en Rosario de la mano de Nicolás Biolatto. Se trata de una iniciativa que recicla aceites comestibles usados (ACU) para fabricar detergente sólido, líquido y jabón de tocador. “Yo tenía una marca de jabones y cuando estaba por finalizar la pandemia, una de mis preocupaciones era qué pasaba en los territorios vulnerables, cómo iban a ser los nuevos entramados”, señala el creador y director del Programa Espuma.

Nicolás venía con experiencia de trabajo en los territorios y en una de las aperturas en la pandemia le tocó brindar una capacitación en Aguas Santafesinas. Allí, conoció a una persona de un centro de tratamiento de adicciones que le solicitó dar un taller para ellos. Ese fue el puntapié para sentar las bases del programa que se fue enriqueciendo a medida que iba creciendo. Hoy, el Programa Espuma está presente en 11 provincias argentinas y en Capital Federal.

A Biolatto le preocupaba que la producción de jabones tuviera una impronta medioambiental: “Me puse a estudiar cómo hacer un jabón que tenga una buena prestación a partir del reciclado del aceite. En primer lugar, por los costos de los insumos, pero aprovechando que teníamos esta materia prima en cantidad en los territorios vulnerables”.

“El aceite es primordial en la jabonería cosmética y se suelen hacer con aceites importados que se pagan una fortuna”, reconoce. Finalmente, lograron realizar productos 100 por ciento biodegradables. “Fue certificado por el Conicet y la UNR y para tener idea, los productos que se usan habitualmente para la higiene son contaminantes del agua, tienen tensioactivos y sólo es biodegradable el 17 por ciento de su composición”, afirma Biolatto.

Compromiso con los ODS

Una de las cuestiones a la que prestaron especial importancia fue a la de aportar un granito de arena para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) acordados por la ONU en 2015 por líderes mundiales. El conjunto de estos objetivos globales son para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todas las personas. Para alcanzar estas metas, los gobiernos, el sector privado, la sociedad civil y las personas deben hacer su parte hasta 2030 y volver a evaluar cuánto se ha avanzado y cuánto queda por hacer. De los 17 ODS, en el Programa Espuma trabajan midiendo siete de ellos.

El impacto ambiental del Programa se visualiza, por ejemplo, en la utilización de materia prima que suele ser desechada en domicilios particulares, gastronómicos o industriales. Para tener una idea, un litro de ACU contamina mil litros de agua y si se acumula en desagües de cloacas y pluviales se facilita la obstrucción de conductos y la proliferación de colonias de roedores e insectos, y además llega a los ríos y forma una capa que impide el paso de la luz solar y el oxígeno, aumentando la mortandad de flora y fauna.

En este sentido, y respondiendo al ODS 6 –Agua Limpia y Saneamiento–, desde el Programa Espuma se señala que la cantidad de agua puesta a resguardo de la contaminación por el uso de ACU es de un total de más de 4 millones litros.

Respecto del ODS 11 –Ciudades y Comunidades Sostenibles–, la ONU señala que se pretende lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles. Para contribuir a este objetivo, el Programa mide la cantidad de litros de agua no contaminada posterior al uso de los productos, ascendiendo a un total de casi 12 millones de litros.

Foto: Programa Espuma

Otro de los impactos que busca esta iniciativa es el social. Han sido capacitadas más de 2 mil personas para la producción, colaborando con el ODS 10 –Reducción de las Desigualdades–, de las cuales el 78,3 por ciento son mujeres, resultado que impacta directamente en el ODS 5 –Igualdad de Género–.

A su vez, haber llegado a 11 provincias y seguir el camino de la expansión de la iniciativa se logra gracias al vínculo establecido con más de 100 organizaciones, respondiendo al ODS 17 –Alianzas para Lograr Objetivos–.

Por último, otro de los impactos fundamentales es el económico. Se busca que las personas puedan lograr su independencia con la venta de jabones, a través de jabonerías comunitarias junto a poblaciones socialmente vulnerables o emprendiendo una fábrica personal. En este último caso, una parte de la ganancia debe ser destinada a una institución social, definida por quien emprende. Las vías y formas de comercialización son llevadas a cabo por los integrantes de cada jabonería y a través de la Red Nacional de Producción Espuma, que abarca comercios y cadenas para la inserción de los productos.

En definitiva, el proyecto busca la integración social y la independencia laboral de comunidades vulneradas, a partir de una propuesta sustentable. Según el cálculo, hasta el momento fueron cubiertos 252 sueldos mínimos, vitales y móviles de manera directa e indirecta por la actividad, lo que responde al ODS 8 –Trabajo Decente y Crecimiento Económico–. Y finalmente, fueron cubiertas 460 Canastas Básicas cuya trazabilidad corresponde al ODS 1 –Fin de la Pobreza–.

Nuevo desafío: llegar a varones jóvenes

En su mayoría, quienes más interesadas están en participar de los talleres del Programa Espuma –señala Nicolás– son mujeres. Pero también están trabajando en buscar estrategias para atraer a más varones jóvenes. “Las mujeres son quienes se encargan directamente de tomar esta responsabilidad, son transformadoras de su comunidad. Son nueve mujeres y yo quienes sostenemos la cooperativa. Ellas están en las áreas más importantes y decisivas, tanto desde la comunicación como el área epistemológica, la parte productiva y docente”, relata Nicolás. Para el coordinador, esto “es un síntoma” de cómo funciona la sociedad. “Las mujeres son las cuidadoras del espacio común, ellas mantienen una continuidad en los procesos”, remarca, y confiesa: “La mayoría de los varones de acá están captados por violencias vinculadas al narcotráfico o están presos de las adicciones, entonces cuesta un montón llevarlos a tramados de compromisos, de cursados dos días por semana durante 4 meses”. Los ingresos que pueden obtenerse con la producción de jabones no se compara a otros mercados. “El volumen de dinero que maneja este tipo de práctica de violencia son muy grandes en competencia con cualquier otro trabajo posible”, admite. Para reforzar el trabajo con jóvenes, en lo que va de 2024 han capacitado a 534 chicos y chicas de diferentes colegios, principalmente de agrotécnicas.

Las mujeres al frente

Cande tiene 27 años y se sumó al Programa Espuma en 2023 luego de que en el centro de salud de su barrio, Bella Vista, un enfermero le dijera que estaban dando unos cursos en el espacio barrial. Así llegó y nunca más se fue. “Fui, hice el curso, me atrapó y una vez finalizado quedé en contacto con Nico. Yo le seguía dando aceite, iba juntando en mi domicilio y le pedía a familiares, vecinos y amigos, y como mi hijo va a los Scouts, también les pedía que me guardaran el aceite”, cuenta Cande

Un día sonó su teléfono y era Nicolás invitándola a ser parte de la cooperativa. “Yo lloraba y me dije «están saliendo bien las cosas»”. Además, hace un mes se sumó como docente al equipo. “Para mí, que soy una chica de barrio, mal dicho por ahí, pensaba que no podía impactar en otras personas. Ya sabés cómo es la sociedad que si no tenés el secundario completo y esas cosas te encasilla. Hoy me veo explicándole a personas, dándole una capacitación, impactando en el ambiente, en ayudar a que ese aceite no contamine, es fuerte”, se enorgullece.

Foto: Programa Espuma

Cande tiene tres trabajos, en un almacén, en el Programa Espuma, donde actualmente capacita junto a Nora y Gladys a 11 personas en la Casa del Paraná, enseñando la importancia de no verter por la cañería el aceite y también en la realización de jabones y detergentes, y en tercer lugar materna a su hijo de 10 años, quien tiene claro lo que hace su mamá y está orgulloso. “Él me pregunta si voy a ser maestra y yo le digo que voy a ir a enseñar. Le pone contento decir que su mamá es maestra”, dice riendo.

Carolina es de Tablada y muy segura dice que con su trabajo arrasa. “Por mes produzco 100 litros de cada producto y 400 jabones sólidos mensuales”, se presenta como la mayor productora de la iniciativa en este momento. Tiene cinco hijos, de entre 13 y 26 años, y es abuela de tres. “Cuando empecé todo era una novedad para mí, la contaminación y todo lo que aprendí. Hoy es una salida laboral muy grande, me ayuda económicamente mucho”, indica.

Ella, al igual que Cande, se sorprende de estar enseñando: “Terminé siendo docente, conociendo muchos lugares y mucha gente, el programa es muy lindo, muy bueno. Amo hacer jabones. Hoy si no hago un jabón, no sé qué hago. Todo lo que aprendí fue extraordinario, yo no sabía que si tiraba el aceite era malo. Mi mamá lo tiraba en el desagüe y yo también porque aprendí eso y que tampoco debía tirarlo a la tierra por la contaminación para las plantas, a mí me gustan las plantas”.

Para Carolina es fundamental que se enseñe sobre el cuidado del medioambiente en los barrios. Se lo cuenta también a sus nietos, uno de los cuales tiene seis años y le junta toda cascarita de cítrico que se le cruza por el camino para que su abuela haga los jabones. “Una le va enseñando que el aceite contamina, que mata a los peces, todavía no lo entienden pero un día se van a dar cuenta de lo que hace la abuela”, relata, y agrega: “Yo nunca pensé llegar adonde estoy, que me digan seño Caro y hasta que me manden mensajes consultándome sobre cosas de los jabones. Los talleres pueden darte la posibilidad de una salida laboral. Se puede, por cómo está el país, económicamente es una oportunidad”.

Publicado en el semanario El Eslabón del 24/08/24

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