María Florencia Freijo, politóloga, se presentará en la Feria del Libro de Rosario el viernes 6 de septiembre en el Centro Cultural Fontanarrosa trayendo sus nuevas producciones y discutiendo las relaciones patriarcales de nuestra vida cotidiana.

Hace dos años descubrí a Florencia Freijo mirando un video suyo en la historia de Instagram de una amiga. Lo que primero me hizo empatizar fue su modo de tratar un tema que por ese entonces se hablaba en todos los medios: el desafortunado comentario del Dr. Cormillot sobre una “gordita de la oficina y la mano del compañero”. El ojo estaba puesto, claramente, en su repudiable frase y fue sentenciado de misógino y gordofóbico por asumir que una mujer con unos kilos de más no iba a ser vista con fines amorosos pero Florencia hizo un análisis que no dejó el tema sólo ahí. Su argumento más plausible, a mi sensación de entonces, fue cuando dijo: “no fue azaroso elegir una mujer como ejemplo”. Y siguió: “Una mujer en una situación pasiva que es tocada por el hombro por su compañero de oficina pone el cuerpo de ella en el lugar de disponibilidad como capital erótico y sexual para la mirada externa”. A partir de ahí un secreto a voces se me hizo evidente: las mujeres siempre estamos y estaremos puestas en el lugar del banquillo de los acusados. Siempre seremos evaluadas, juzgadas, sentenciadas, vigiladas y clasificadas por todo un arsenal de preconceptos que construyó la sociedad patriarcal.

María Florencia Freijo es escritora, politóloga, influyente figura en las redes sociales y asesora público privada especializada en perspectiva de género en el sistema de justicia. Su segundo libro, (Mal) Educadas, publicado en 2020, se convirtió en best seller y lleva más de veinte ediciones. Participó como docente invitada en diversas universidades nacionales e internacionales y fue distinguida por Amnistía Internacional por su trabajo en la promoción de los derechos de las mujeres. Es autora, también, de Solas (aún acompañadas) (2019) y Decididas (2022), que presentará en la Feria del libro de Rosario el viernes 6 de septiembre en el Centro Cultural Fontanarrosa de San Martín 1080.

Su trabajo se centra en desmontar estereotipos y cuestionar las estructuras patriarcales que perpetúan la desigualdad. Consultada por El Eslabón, Freijo señala que la motivación a especializarse en perspectiva de género tiene que ver con dos cuestiones que ella hoy puede identificar. La primera deriva de las injusticias propias que tuvo que atravesar como mujer y la segunda, que le dio todo el impulso que necesitaba, es la demanda social. “Creo que el Ni una menos del 2015 fue lo que me dijo yo quiero ir por acá”. Ni una menos es la consigna que dio nombre a un movimiento feminista surgido como una expresión de repudio ante el femicidio de Chiara Páez en la provincia de Santa Fe, y que posteriormente se expandiría a gran escala hacia otras regiones del mundo. “No fue algo que busque a priori, fue la demanda de este movimiento tan importante que nos puso a todos en autos sobre que si no cambiamos esto, todo lo demás no cambia nada”. A su vez, en la confesión de una parte de su historia narrada en los libros, la escritora deja claro que las referentes más cercanas son su abuela y su madre: “Cualquiera que se anime a mirar con profundidad la vida de las mujeres a su alrededor tienen un motivo más que suficiente para luchar por los derechos de las mujeres”.

En Solas (aun acompañadas), Freijo hace referencia a la artista Frida Kahlo. De cómo en su soledad tuvo que buscar la pintura para expresarse, de cómo sus autorretratos representan todo el dolor que padeció. Y remarca que cuando pensamos en ella la relacionamos inmediatamente con su amor desenfrenado hacia Diego Rivera y que poco conocemos de ella como revolucionaria feminista. Dirá que solemos identificarnos con esa mujer porque aguantó y “amó demasiado”. La escritora argumenta que culturalmente fuimos educadas para amar sin condiciones y, en Decididas ratificará que nos impusieron “aguantar todo por amor, por el bien de la familia”. Para salir, o intentar salir de ello, responde que deberíamos poder tener: acceso a la información, un espacio terapéutico con perspectiva de género y una red de apoyo o “una amiga con quien tomar un mate”. Sugiere que “es fundamental contar con todo ello. Más allá de que en una separación es preocupante el tema de lo económico, se hace también presente el lema de ¡me voy a sentir sola! o ¿cómo se van a sentir mis hijos? y ¡voy a tener que salir a sostener todo! Ni siquiera hace falta plantearlo dentro de relaciones tóxicas sino simplemente de una relación que no querés tener más. Sin embargo, sostenemos, ahí por la familia”, y plantea: “¿Hay que sostener algo que no deseas y que no te hace sentir viva, que todos los días te erosiona cognitiva, física y emocionalmente?” Y acá la entrevistada se vuelve entrevistadora y me interpela: “¿Cuántas amigas tenés que hicieron eso?”. Respondo con cara de duda. “Bueno, entonces, ¿cómo hacemos si no tenemos referentes? Y a la que se anima se la acusa de loca por dejar la estabilidad a cambio de alguien que le voló los patitos”.

En (Mal) Educadas, la autora nos advierte sobre “la cantidad de prácticas que hemos naturalizado y que forman parte del arquetipo de la buena mujer”. Explica que fuimos mal educadas bajo mandatos, por un lado y, que hay una educación (otra) que se nos fue negada y habla de cómo a las mujeres no se les permitió “estar en los claustros de discusiones científicas hasta entrado el siglo XIX, aunque sí hubo excepciones”. Freijo constantemente trae referencias de la antigüedad, estadísticas de estudios realizados, investigaciones con sustento científico y suele disparar con un arma infalible: “Datos, no opinión”. Es que, claro, se trata de una mujer y, como sabemos, no nos bastarán títulos o posgrados, hay que demostrar ante todo que lo que decimos es verdad. 

“Hay una resistencia social de que la diferencia de género no existe o no es tal como lo decimos, o que se ve la desigualdad sólo en extremos de violencia explícita. No se entiende que el tipo de discriminación que deviene de la violencia explícita proviene de una estructura cultural que educa, diseña nuestros cerebros, nuestras conductas, y que para tratar de limar las resistencias es necesario hacer un trabajo con datos, sobre todo en una era de muchísima información”. 

Foto: Alberto Brescia

A raíz de ello, vemos que los medios de comunicación instalan una suerte de cambio deconstructivo en el abordaje de temas de género y aventuran “nuevos tiempos” pero aún se ven sus hilos, hilos camuflados que son conducidos por patrones masculinos. En su primer libro Freijo nos sugiere, respecto a las infancias, reparar en cómo “nos resulta más fácil llevar a las niñas a aprender artes marciales que incentivar a los niños a que jueguen a la casita”. La autora alega que “todavía tenemos la idea arraigada a nivel cultural de que lo potente y valioso está dado por lo que consideramos tradicionalmente como lo masculino, esto es un sesgo cognitivo. Y sucede que cuando quiero plantear mujeres empoderadas, en realidad, lo que termino planteando son mujeres que logran ocupar un lugar que tradicionalmente es de varones. Por eso vemos una princesa de Disney con características de guerrera, pero no es lo que el mundo necesita”, y afirma que las mujeres ya estamos empoderadas: “¿Cómo le vas a decir a una mujer que tiene que hacer malabares para poder cumplir misiones respecto a la desigualdad en el acceso, y que sin embargo ha sobrevivido, que le falta poder? No hay sujeto más poderoso en el mundo. El problema es quienes no le dan el poder. Yo puedo decir que soy poderosa pero si vos no me ves como poderosa, no tengo ningún poder. Puedo escribir un montón de libros pero si no los leés, no tengo ningún poder”. Concluye entonces que la mujer ya está en el lugar que le pedimos pero ahora los que tienen que poder son los hombres. “Ellos son los que ahora tienen que poder reconocer sus emociones, sus inseguridades, y decir estoy educado y tengo culturalizada la violencia. Tengo cuestiones de socarrón, de hacerme más fuerte haciéndole un chistecito a mi mujer para hacerla quedar como tonta”.

Asimismo, hoy celebramos que los cambios se están generando porque leemos titulares que afirman que hay mujeres que “han roto el techo de cristal” poniendo de ejemplo el caso de México, que eligió a Claudia Sheinbaum como presidenta, o que Estados Unidos ovaciona a Kamala Harris, la candidata de Biden. La politóloga dice al respecto: “Para mí, sí hay un cambio social, pero es un cambio que nunca termina de dar el salto en equiparar las cifras, la representación de las mujeres en el sector público y privado. Siempre el caso de las mujeres son los excepcionales, y yo no quiero mujeres excepcionales, yo quiero que una mujer tenga derechos tanto como un hombre”.

En El matriarcado, una investigación sobre la ginecocracia en el mundo antiguo según su naturaleza religiosa y jurídica, de J.J. Bachofen, se puede leer: “El matriarcado se desarrolla en un período cultural más primitivo que el sistema patriarcal; con el victorioso ascenso de este último, su esplendor comienza a marchitarse”, y asegura que la “ausencia de discordia y antipatía es lo especialmente elogiado en los Estados ginecocráticos”. Entonces, ¿cómo llegamos a decir que las mujeres somos las más competitivas entre nosotras? Freijo responde que, justamente, hay que situarse en esas épocas en las que las ciudades eran más simples: “La competencia femenina tiene una raíz histórica. Desde el neolítico, hasta una etapa más primaria clásica, las mujeres han trabajado durante años, han trabajado mucho en comunidad. Y si hay algo que caracterizó el proceso de socialización de las mujeres ha sido la matriz cooperativa entre ellas, para cuidar a ancianos e infancias, para educar, y para la producción de aquellas cuestiones que requerían la presencia constante, por ejemplo, entregar los alimentos, degollar a los animales”. Cuenta que hay documentación sobre mujeres a cargo de las transacciones económicas, es decir, sobre el intercambio de bienes entre comunidades, que hay evidencia de mujeres cazadoras y recolectoras. “Si entendemos que esto fue vital para el desarrollo de las sociedades, podemos buscar un punto en la historia de cuándo es que las mujeres se separan. Ese punto histórico lo encontramos en el traspaso del esquema feudal al esquema capital, cuando la mujer debe abandonar la comuna, salirse de la explotación comunitaria de la tierra para irse hacia una nueva concepción de la familia: la familia nuclear. Es decir, una familia chica en la que la mujer y los hijos quedan dentro del esquema del derecho del marido y a la mujer se la saca de las actividades económicas productivas, se la saca de manera formal”. 

Entonces, la explicación sobre rivalidades femeninas tiene que ver con la ruptura del entramado social trabajando en comunidad. “A partir de que eso sucede es cuando se empieza a decir que las mujeres cuando se juntan lo hacen para hacer quilombo, ahí empieza la palabra aquelarre y se habla de chusma, habladora, y se la empieza a condenar”, repara Freijo, y referencia, en este punto, al libro Malleus Maleficarum (del latín: Martillo de las brujas) en el que se formaliza el por qué vas a ser bruja o hereje. “Se evidencia que es un pecado reunirte con otras mujeres. Entonces la competencia femenina no existe en tanto la idea de odio hacia la otra sino en la idea de supervivencia en el que, si somos muy pocas las que podemos llegar, perdón que te ponga un pie en la cabeza pero necesito existir”. Y reflexiona: “Tiene que ver con una falta de entendimiento de que la unión hace la fuerza. Lo que pasa que aun no estamos tan unidas”. 

En la conversación aparecen situaciones actuales en las que el feminismo se ha visto agrietado en distintos momentos coyunturales, pero la escritora es taxativa en esto: “Es importante que entendamos que las demandas sociales llegan a través de dos caminos: la vía de la participación comunitaria o participación política a través de movimiento sociales y, la vía más formal, la de participación partidaria. La tradición feminista no es la participación partidaria para llegar a lograr la norma sino que es la participación transversal con el apoyo de la participación partidaria porque, por supuesto que se necesita pero desde la participación transversal desde lo que es el movimiento social”.

En su agenda, a Freijo la espera la creación de una plataforma virtual con cursos de formación, un nuevo libro (esta vez se tratará de una novela), una versión ampliada de (Mal) Educadas y un podcast. Además, estará presentando sus dos últimos libros en la próxima edición de La Feria Internacional del Libro de Rosario, y seguramente su objetivo será, como lo expresa en la introducción de Solas: “Generar un espacio de encuentro con la verdad, pero que no nos rompa, sino que nos abrace”.

Publicado en el semanario El Eslabón del 31/08/24

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