El documental Luciano, una producción rosarina de Manuel Besedovsky, se presentó en el Festival Internacional de Cine de Animación y Documental de Leipzig, Alemania. “Se pudo hacer justicia con la vida de Luciano”.

Luciano es la única producción argentina que se presentó en la 67° edición del Festival Internacional de Cine de Animación y Documental de Leipzig, Alemania. La ópera prima del cineasta rosarino Manuel Besedovsky fue muy aplaudida en la reconocida competencia internacional de documentales y la más antigua del mundo. 

“Enterarme de que el documental quedó seleccionado fue una alegría inmensa porque siento que realmente se pudo hacer justicia con la vida de Luciano y que su historia no va a quedar en el olvido”, expresó el director a El Eslabón. La película –que retrata la vida íntima de alguien que se enfrenta a un sinfín de interrogantes y complicaciones– fue filmada en barrio Tablada y por eso para el director el hecho de que haya logrado llamar la atención de personas que tienen otra cultura e idiosincrasia tiene un valor inmenso. 

El evento internacional, que reafirma su compromiso con la diversidad cinematográfica y las nuevas narrativas, cuenta este año con una programación que destaca la capacidad del cine para abordar los complejos problemas del mundo contemporáneo. Y el documental del rosarino Besedovsky cumple ampliamente con aquella premisa haciendo visible la historia de Luciano Tomás Pereira, El Lucho, un varón trans oriundo de esa barriada popular de zona sur.

Un artesano en su manera de filmar

A Manuel Besedovsky la pre-producción del documental le llevó años. Se hicieron muchas pruebas para buscar el tono, la estética e incluso el lente preciso para cada momento. El director definió el proceso como “un trabajo artesanal” en el que se fue encontrando el equipo de rodaje necesario para cada situación, el punto de vista y la forma para filmar. “El rodaje llevó cuatro años desde el primer plano hasta el último, de 2019 a 2023, y en ese tiempo –dijo– no sólo crecimos como personas, sino que también el documental creció en sus búsquedas y aspiraciones”. 

La historia de Luciano se cruzó en la vida de Manuel casi por casualidad. “Estando en el último año de la secundaria, en el Complejo Educativo Dr. Francisco Gurruchaga, me anoté en algunos talleres de cine y como era una escuela técnica en la que teníamos que hacer pasantías laborales, me enviaron a una ONG que se llamaba Unidos Todos, dedicada a generar charlas y talleres para las juventudes y concientizar en temáticas relacionadas a la ESI y la identidad de género”. Durante aquella pasantía, le delegaron el área audiovisual y fue ahí cuando conoció al protagonista del documental. “Él colaboraba en el espacio y necesitaba mi ayuda para filmar un video sobre un hombre yendo a la ginecóloga”, comentó. 

El documentalista recuerda su paso por la Gurruchaga con mucho cariño: “Fue una experiencia hermosa que me permitió encontrarme como persona y también apropiarme de ese espacio con mis amigos”, y está convencido de que esa apropiación fue la que hizo que su tránsito fuera siempre desde un lugar activo. 

Aunque transitar por la Gurruchaga marcó su destino, Besedovsky asegura que el cine fue parte de su mundo desde mucho antes. “Cuando era chico miraba una y otra vez las mismas películas en el reproductor de VHS que había en mi casa y ese era mi divertimento fundamental”. 

Vivir en la intersección de Entre Ríos y Pellegrini, enfrente de Videoteca –un lugar que todavía resiste el paso del tiempo y las tecnologías– también lo acercó al universo en el que hoy se destaca: “Tengo el recuerdo de caminar entre los pasillos viendo los títulos y escuchando las recomendaciones de las personas que trabajan ahí”, pero además contó que a ese anecdotario se le suma un gesto muy particular de su primera infancia en la que surgió su pasión por la profesión. “La conexión más grande fue gracias a mi abuelo que desde que tenía 4 o 5 años hasta principios de mi adolescencia me llevaba todos los jueves al cine”. En esa especie de rutina que habían establecido juntos, admite que lo más importante era compartir el momento. El objetivo era llegar al cine y entrar a la sala a ver cualquier película que estuviera en cartelera. Manuel reconoce que algunas eran muy buenas, otras las peores del cine pochoclero y, alguna que otra vez, tenían que irse a mitad de la función porque había escenas que no eran apropiadas para ningún niño. “Esa complicidad con mi abuelo y la experiencia de sentarme en una sala y no saber con qué me iba a encontrar, me influenciaron en mi pasión por las películas”.

Luz, cámara e identidad de género

De aquellos recuerdos pasaron 20 años y en la actualidad Besedovsky destinó siete para contar la historia de Luciano. Ese joven que, entre charlas, confió en él para que le contara al mundo quién era. “Haberlo conocido de la forma en que lo conocí, y sobre todo en esa época, me permitió comprender una serie de complicaciones que tenía en su cotidianeidad, que superaban a las ligadas estrictamente con su identidad de género”, expresó el cineasta, quien además aseguró que la película es la experiencia más importante de su vida. 

“Siento que la magia del cine sucede cuando se proyecta y se comparte y por eso creo que ahora, que se va a hacer visible, estamos llegando al momento en el que se refleja el motivo por el cual se hizo todo lo que se hizo”, remarcó Besedowsky. Y, más allá del valor que implica a nivel profesional que el documental sea la primera película del director, para él lo más valioso es haber compartido durante tanto tiempo la vida de una persona. “Haberme involucrado y sumergido en la subjetividad de una persona y poder aportar todo mi conocimiento y mi instinto para entender qué le sucedía y cuáles eran sus problemáticas para contar a través del cine su historia desde mi mirada, es lo más grande que me llevo de este proyecto”. 

El vínculo entre el director y el protagonista fue especial. Luciano eligió abrirle las puertas de su mundo a Manuel presentándole su barrio, su casa, su familia, sus amigos y él no dudó en entrar. 

En abril de este año, el protagonista “dejó de estar presente físicamente”, informó el autor del documental, y contó que Luciano pudo ver su película terminada y “hubo una alegría inmensa que fue compartida”. Con un dejo de nostalgia asegura que los dos tenían la certeza de que la historia era importante y valiosa para la sociedad. “El siempre confió en mí y en que la película iba a llegar a algún lado y ambos nos entregamos totalmente para que eso suceda. Siento que Luciano donde sea que esté va a estar acompañando a la película en todo su recorrido y en cualquier lugar del mundo, porque es algo que él también construyó e ideó; entonces su espíritu forma parte de ella”.

Publicado en el semanario El Eslabón del 02/11/24

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