El capitalismo y su producción de imágenes gore han vulnerado la extraña y fina frontera entre la fantasía y la realidad, dando un giro de tuerca que vuelve a instaurar lo real como algo horrorizante y certero que cada vez se parece más a la ficción, pero que se diferencia de aquélla porque es desgarradoramente palpable e irreparable. (Sayak Valencia)

Puerto teórico

Para analizar algunos fenómenos recientes de violencia en Rosario, propongo tomar algunas ideas del libro Capitalismo gore (2010) de Sayak Valencia. El término «capitalismo gore» se inspira en el género cinematográfico que representa la violencia extrema de manera gráfica y brutal. El concepto de Valencia describe un sistema en el que la violencia explícita y el derramamiento de sangre se vuelven moneda corriente, como un costo impuesto sobre las regiones más vulnerables que intentan ajustarse a las exigencias del capitalismo global. 

El río Paraná no se detiene, pero hace una curva a la altura de Rosario, el alma de la ciudad está forjada en el espíritu del río y viceversa. Varios kilómetros hacia el sur, luego de visitar Rosario, el Paraná termina en un delta y se funde con el Río de la Plata, éste, como todos saben, se abraza con el mar. Parafraseando a Freud, una vía regia. Una frontera transoceánica. En Rosario, Argentina, el caso de Jimmy Altamirano desbloqueó un nuevo nivel de violencia, inesperada y siniestra. Un joven músico y malabarista callejero fue asesinado cerca de un club de fútbol, tras ser secuestrado al azar poco después de un ensayo con su banda. El crimen, que dejó un mensaje dirigido a una facción narco rival, esperando en el bolsillo de la víctima, forma parte de un contexto de violencia relacionada con un ecosistema criminal de la ciudad. Aunque Altamirano no tenía vínculos con el crimen organizado, por las pesquisas se sabe o se sospecha que su asesinato fue perpetrado por líderes narco vinculados a la barra brava del club Newell’s Old Boys. La modalidad de dejar cadáveres como mensajes continuó en los meses siguientes, en el primer semestre de 2023.

Sobre la viralización de los fenómenos de violencia

La muerte de “Pillín” Bracamonte (QEPD) ocurrida minutos antes de las 21.45 del sábado 9 de noviembre, es un hito particular en la difusión de violencia extrema en Rosario: es la primera vez que imágenes de este tipo, crudas y explícitas, se viralizan de esta manera. Bracamonte dirigió la barra brava Canalla durante 25 años, fue arrestado varias veces y ha sido condenado por hechos en concreto. Además, sufrió varios atentados contra su vida, por ejemplo, recientemente en agosto fue herido de un balazo a la salida de un clásico rosarino. Pero en estas horas la escena que se viraliza en varios videos, audios y fotografías, es gore en su sentido más puro, una violencia que se manifiesta sin mediación simbólica, ocupando el espacio de la realidad cotidiana. El capitalismo gore se materializa aquí, no sólo como una noción teórica, sino como una experiencia colectiva y perturbadora.

En uno de los videos más impactantes, de los que circularon por Whatsapp, de apenas ocho segundos de duración, se observa a dos sujetos, uno de ellos ensangrentado, presumiblemente muerto, junto a una camioneta 4×4, mientras el cuerpo del otro individuo se encuentra en el interior del vehículo. Esta brutalidad, que antes podía habitar el espacio de la fantasía o de la ficción cinematográfica, ahora se convierte en un fragmento de lo real que irrumpe y circula sin filtros en la esfera pública. Lo que circula en las redes rompe el continuo de lo real de la manera más original, como un personaje de Roberto Bolaño que en un aeropuerto, le entregara un maletín a un personaje de Stephen King. Un surrealismo pos siglo XX, un puente entre Rosario y Tijuana. Es interesante observar que Žižek (2008) argumenta que el capitalismo contemporáneo ha aprendido a explotar esta dimensión de lo real. Las imágenes gore no sólo nos horrorizan sino que también generan un tipo de goce obsceno, una forma de placer que proviene de la fascinación y el shock. 

El colapso simbólico frente a la violencia extrema

Desde una perspectiva psicoanalítica, estas imágenes evidencian la incapacidad de lo simbólico —un sistema de significados y representaciones que usamos para entender el mundo—, para contener y dar sentido a una violencia tan extrema. La fantasía, que normalmente actúa como un velo que ordena o encubre el horror, ya no puede llenar ese vacío. En su lugar, irrumpe un real inasimilable, algo tan crudo y brutal que deja al espectador sin palabras ni recursos simbólicos para procesarlo. Aquí, lo simbólico se rompe, y la realidad se presenta en toda su crudeza, sin filtros.

Giorgio Agamben (1998) sostiene que la lógica del estado de excepción —una situación donde la ley se suspende y la vida humana se vuelve vulnerable y sin protección— se ha convertido en una característica estructural de las sociedades contemporáneas. Rosario, con sus niveles de violencia y la exposición pública de la muerte, podría ser leído como un microcosmos de esta realidad. En sus trabajos, Agamben explora cómo ciertos cuerpos son reducidos a una vida desnuda, despojada de todo valor político y relegada a un estado de mera supervivencia. En este sentido, las imágenes de la ejecución de Bracamonte capturan un momento en que la persona se convierte en pura materialidad, un cuerpo sin derechos ni protección simbólica, expuesto a la violencia extrema y convertido en espectáculo. En este contexto, las imágenes no sólo documentan la violencia; también refuerzan la idea de que ciertos cuerpos pueden ser expuestos, cosificados y eliminados sin que esto genere una ruptura simbólica o legal significativa.

¿Qué lugar para el cuerpo en la espectacularización de la violencia?

Ni res cogitans ni res extensa, el cuerpo como mercancía ha sido y sigue siendo trabajado como ideal imaginario. Estos anclajes en lo real son profundamente significativos para la producción subjetiva de una época, no deben tomarse como nimiedades, sino que por el contrario se los debe estudiar minuciosamente ya que este estado de excepción no sólo afecta a los individuos víctimas de violencia. Sino que transforma el espacio público en un lugar donde la legalidad y los derechos humanos se vuelven arbitrarios.

Rosario, tropezando con una profecía autocumplida, parece haberse convertido en un escenario donde la brutalidad se inscribe y se comparte como parte de la vida cotidiana. Sí, lunes otra vez. El hecho de que estas imágenes hayan encontrado un público tan amplio y ávido señala una cultura cada vez más habituada a la espectacularización de la violencia. Los cuerpos de Bracamonte y su acompañante dejan de ser humanos con historias y dignidad, convirtiéndose en objetos visuales que alimentan un ciclo de consumo que es, a su manera, profundamente deshumanizante.

Cómo el espectáculo de la violencia extrema en Rosario agrava la crisis social

La desaparición de los filtros simbólicos, que antes mediaban entre el horror y la cotidianidad, ha dejado al descubierto una brutalidad que se consume como un espectáculo, despojando de humanidad a las víctimas. Entre la fantasía y el acto, media un océano de leyes. Este fenómeno no solo refleja la lógica del capitalismo gore, donde la violencia se convierte en moneda corriente, sino que actúa alimentando tanto el poder criminal como una cultura cada vez más indiferente al sufrimiento humano.  

En este contexto, la deshumanización de los cuerpos expuestos y la indiferencia social ante la violencia extrema en Rosario agravan la crisis social, consolidando una estructura en la que el horror se normaliza y la capacidad de respuesta colectiva se diluye. La espectacularización de la violencia, aún en su fase incipiente, está comenzando a borrar los límites entre lo real y lo simbólico, y convierte la indiferencia en un factor clave ¿una ruptura ética? que resuena en este ciclo de dolor, horror y violencia.

Referencias
Valencia, S. (2010). Capitalismo Gore. Melusina.
Žižek, S. (2008). Violencia: Seis reflexiones laterales. Paidós.
Agamben, G. (1998). Homo Sacer: El poder soberano y la nuda vida. Pre-Textos.

*Psicoanalista

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