El fútbol en los campos de concentración de la Alemania de Hitler pudo ser tortura o supervivencia. Una muestra museológica itinerante exhibe los vínculos entre la pelota y el holocausto.
Tadeusz Borowski estaba atajando en un partido disputado en Auschwitz, el más grande campo de concentración nazi, cuando tuvo que ir lejos, detras del arco, a buscar la pelota. Cuando se agachó a levantarla, lo alcanzó la curiosidad: “Un tren acababa de llegar. La gente estaba saliendo y caminando en dirección al pequeño bosque”. Luego devolvió el balón a la cancha, pero minutos después volvió a salir. Y a buscarlo nuevamente. “Pero cuando lo alcancé me detuve impresionado –revela en su texto La gente que caminó–: No quedaba ni una sola persona. El tren también se había ido”. Y concluye: “Entre dos saques de puerta en un partido de fútbol, justo detrás de mí, 3.000 personas habían sido enviadas a la muerte”.
En la Argentina, un trabajo que investiga la relación del fútbol y el deporte durante el holocausto es No fue un juego, una muestra museológica itinerante, educativa, que cuenta 11 historias del vínculo entre fútbol y nazismo. Como también ocurre en el país, los hinchas y clubes alemanes fueron clave para recuperar la memoria, destaca Leonardo Albajari, periodista deportivo, productor audiovisual y referente de este proyecto inaugurado en 2018. Aunque allá, aclara, “con el nazismo no se jode” y “está penado” reivindicarlo. En la Argentina, en cambio, el gobierno nacional ve “una guerra” en la época de la dictadura, y simples “excesos” en los crímenes de lesa humanidad.
Grupo de la muerte
La metáfora futbolera que se usa –tras el sorteo de un Mundial, por ejemplo– para definir una zona complicada, en los campos de concentración alemanes se hacía literal. “Si uno escucha por primera vez que jugaban al fútbol, puede pensar «qué bien, por lo menos jugaban al fútbol». Sin embargo, cuando analiza testimonios, fotos, nota que no necesariamente uno tiene que pensar ese fútbol como un momento de placer y diversión, sino como un momento más de opresión”, reflexiona Albajari, y remarca: “En el mismo lugar donde posiblemente hayas perdido a toda tu familia, amigos y hayas hasta dormido con un cuerpo recién fallecido –porque así se vivía en aquel lugar–, de repente escuchás a los guardias nazis que el domingo quieren jugar al fútbol y vos como prisionero tenés que armar un equipo. Eso te quema la cabeza”.
Por eso, en una entrevista para el diario deportivo español Marca, el sobreviviente Yehuda Bacon, aclara: “No quiero que sólo se diga que en Auschwitz se jugaba al fútbol. Eso era un infierno. Allí se mataba a las personas. Es paradójico que en un lugar como ese campo de concentración se disputaran algunos partidos. Suena raro, incluso es difícil de entender, pero eso sucedió allí”.
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No fue un juego, que se pasea por instituciones deportivas, comunitarias, públicas, extracomunitarias, se divide en dos partes, dice uno de los creadores: “Una, con la idea de entender las leyes raciales en el fútbol en Alemania en esa época; y por otro lado, contar y buscar estas historias que al principio parecen un poco surrealistas acerca de la presencia de partidos de fútbol dentro de los campos de concentración y de exterminios nazis”. La idea, resalta, es “acercar a los jóvenes a través de la herramienta del fútbol a estas temáticas que tienen que ver con los derechos humanos”.
Torturar por deporte
Correr descalzos sobre la nieve o en caminos de piedras, arrastrarse por el piso con los codos en superficies rocosas, hacer el “paso del oso”, como le llamaban a caminar agarrándose los tobillos. Unas 12 horas así, sin desayuno previo y malnutridos. El informe del periodista español José Ignacio Pérez es lapidario: “Al final del día –escribe–, los reclusos, destrozados por esas torturas, apenas podían tenerse en pie. Los nazis los habían llevado al límite de su resistencia”.
“O sabes boxear o vas a la cámara de gas”, gritó un jerarca nazi en Auschwitz antes de armar un combate entre presos. Józef Tabaczynski, sobreviviente, contó: “Los celos que tenía cuando estaba viendo a los prisioneros jugar no estaban relacionados con las ganas de participar, sino con la ración de comida de más que daban a los que jugaban”. Por el deporte algunos morían, otros vivían.
Albajari, que participó recientemente del Seminario Internacional de Políticas de la Memoria, que se realizó en la ex Esma, señala que “la mayoría de los testimonios hablan del sufrimiento doble que les generaba estar obligados a jugar al fútbol y ser parte de la maquinaria, por un lado de la propaganda, y por otro de la propia diversión del guardia”.
Por ese famoso campo de exterminio, pasó el futbolista español Saturnino Navazo, quien sobrevivió durante cuatro años gracias al fútbol, hasta ser liberado con el fin de la guerra. “Por jugar, los nazis le dieron la posibilidad de no trabajar hasta la muerte como a otros”, dice Leonardo. Distinta suerte corrió el boxeador tunecino campeón mundial de peso mosca, Víctor Young Pérez. Obligado a trabajar en la cocina, el libro K.O. Auschwitz cuenta que “murió acribillado cuando robó un pedazo de pan para dárselo a otro prisionero”.
TV Führer
La película Escape a la victoria, conocida por la actuación de Sylberter Stallone, Pelé, Ardiles, entre otros, está entre las primeras asociaciones entre fútbol y nazismo. “Es bizarra”, aclara entre risas Leonardo Albajari: “Me da bronca que la referencia sea esa, una situación que nunca pudo haber sucedido”, dice sobre la trama, y agrega: “Pensar que el fútbol en un campo de concentración te da la posibilidad de sobrevivir por el resultado es esquivarle a la verdadera historia. Yo ni perdería tiempo en ver esa película”. Sin embargo, opina que el film búlgaro Match en el infierno “cuenta algo más real”.
Este periodista y docente también indagó sobre la propaganda nazi que tuvo al fútbol como herramienta. “Filmaron por lo menos tres películas dentro de los campos de concentración de los cuales nunca llegaron a mostrarse públicamente pero sí tenían ese objetivo. Ahí se ve gente jugando al fútbol. No en traje a rayas, no rapados, no muertos de hambre. Los vas a ver en buen estado físico, peinados, limpios, inclusive los vas a ver sonriendo”. Añade que esos jugadores-actores son “obligados a jugar”, no “por diversión” sino por “propaganda”.
En su trabajo de investigación ante fotografías o filmaciones, admite que “no es nada fácil ver una fila de gente yendo al crematorio sin saber qué le va a pasar minutos después, y a 200 metros tener un partido de fútbol con total normalidad”.
Clubes de allá y de acá
La presencia judía en clubes alemanes, en las fundaciones, o bien como jugadores y entrenadores, fueron “escondidas debajo de la alfombra” por el nazismo, según comenta Albajari. Desde los años 2000, hinchas de los clubes y agrupaciones de derechos humanos “fueron los primeros que se pusieron a revistar esto”, y se toparon con “innumerables casos de la comunidad judía apoyando el desarrollo del fútbol en Alemania, desde ayuda económica, política, social”, toda una “historia borrada por el nazismo”.
Desde ese revisionismo histórico-futbolero, subraya el creador de No fue un juego, “aparecen apellidos judíos en los clubes que nadie conocía, escudos con ciertas reminiscencias a la cultura judía, nombres prominentes de gente que había hecho historia, incluso en la Selección, y que había sido borrada”. Ubica como “actor fundamental” en revisar el pasado a la Federación Alemana de Fútbol, que en su momento se victimizó pero “también fue cómplice de la persecución judía y de las leyes raciales en el fútbol”.
Der argentinischen Historiker Leonardo Albajari erhält den Julius Hirsch Ehrenpreis 2018 für das Projekt «Es war kein Spiel». Zum ersten Mal zeichnet die Jury unter Vorsitz von @DFB_Praesident Reinhard Grindel einen internationalen Preisträger aus. ➡ https://t.co/we93eoeQ73 pic.twitter.com/6VI1mt24Mc
— DFB (Verband) (@DFB) October 31, 2018
En la actualidad, Albajari –que viajó a Alemania a recibir un premio por la muestra– celebra que “el trabajo de los clubes” por preservar la memoria “es continuo”, y que la Federación, “desde un costado más tranqui, también”.
En la Argentina se contrapone el avance que registran los clubes y sus socios en materia de derechos humanos respecto al retroceso en la materia que se observa en el discurso oficial. “En la política alemana”, compara Leonardo con nuestro país, “el nazismo como tal no se discute”. Sostiene que “está penado decir que «fue una guerra» «que no fue tan así», que «Hitler dejó cosas buenas»”, como ocurre en estos pagos con verdugos del pasado, que hasta son visitados en la cárcel por dirigentes y funcionarios de La Libertad Avanza. “La ultraderecha también ganó espacios en Alemania por la crisis de representación, pero hay cosas con las que no se jode, como el nazismo”.
Publicado en el semanario El Eslabón del 09/11/24
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