En el primero de los juicios por sustracción de menores, retención y ocultamiento de identidad en la provincia de Tucumán, el ex guardiacárcel Santo González, único sobreviviente de los imputados por el caso ocurrido en perjuicio de Mario Daniel Navarro, fue condenado el pasado jueves a 7 años de prisión por su participación en el robo del recién nacido a una mujer detenida, torturada y violada reiteradamente en el penal de Villa Urquiza, donde la mujer dio a luz y el niño le fue inmediatamente arrebatado.
Mario, el nieto 119 recuperado por mediación de la Asociación Abuelas Plaza de Mayo, fue entregado a un matrimonio residente en Las Rosas, donde el niño se crió con el apellido Bravo en base a un certificado falso otorgado por un médico de Las Parejas y un acta de nacimiento igualmente fraudulenta del Registro Civil de esa ciudad.
La sentencia, emitida por los jueces Abelardo Basbús, Enrique Lilljedahl y Ana Carina Farías, integrantes del Tribunal Oral Federal de San Miguel de Tucumán, consideró a González “partícipe necesario” en el caso juzgado, estableció el hecho como “de lesa humanidad”, dispuso la continuidad de la prisión domiciliaria del condenado (que ya cumple otra sentencia por violaciones ocurridas en el sector de la cárcel tucumana que funcionaba como centro clandestino de detención desde la puesta en marcha del Operativo Independencia y la dictadura cívico-militar que siguió al golpe de estado del 25 de marzo de 1976) y ordenó que, si así lo requieren, se les continúe brindando asistencia psicológica a Mario y sus familiares (su madre biológica, sus hijos y su esposa) como reparación por el daño sufrido.
Mario Navarro –antes Mario Bravo–, nacido durante el cautiverio de su madre entre mayo y junio de 1976, recuperó su identidad en 2015 luego de haber acudido a Abuelas de Plaza de Mayo por las dudas que se agudizaron luego de la muerte de quienes lo criaron. La muestra de ADN que entregó en esa oportunidad sirvió para ser cotejada con las existentes en el Banco Nacional de Datos Genéticos donde su madre biológica también había entregado la suya buscando al bebé que le habían arrebatado inmediatamente después del parto estando detenida-desaparecida.
En los trámites que siguieron, la Justicia federal anuló la partida de nacimiento falsa otorgada a sus padres de crianza y dispuso medidas de reparación como la inscripción con su verdadera identidad y un juicio de reparación por los daños recibidos. Su padre biológico no pudo ser identificado porque, en la cárcel, su madre fue violada innumerables veces por represores que la mantenían con los ojos vendados.
Su madre, que trabajaba como doméstica en una casa de Tucumán donde se reunían jefes militares y civiles que les prestaban colaboración, fue secuestrada una madrugada de julio de 1975, presuntamente para eliminar a una testigo de esos encuentros en los que se planificaba la represión.
Un grupo de hombres armados a bordo de carros de asalto la interceptó a la salida de un hotel donde también trabajaba como mucama y la llevó a la comisaría del parque 9 de Julio, a la Jefatura de Policía provincial y, por último, al centro clandestino que funcionó en aquellos años del terrorismo de Estado en el penal de Villa Urquiza. Allí, según acusó en el juicio el fiscal federal Pablo Camuño, “fue aislada y tabicada, torturada, abusada y violada sexualmente en múltiples oportunidades, siempre con los ojos vendados, por el personal a cargo de custodia de presos políticos”.
El fiscal responsable de la Oficina Tucumán de la Procuraduría de Crímenes contra la Humanidad identificó, entre esos represores, al director del penal, Marcos Hidalgo, y a Miguel Ángel Carrizo, Augusto Montenegro, Daniel Álvarez, Ángel Audes y una persona cuyo apodo era Cogote Quemado, además del ahora nuevamente condenado González, el único de ellos que permanece con vida.
Mario nació entre mayo y junio de 1976, pero su madre no pudo siquiera verle la cara. Cuando se encontraron, 38 años después, ella le pidió perdón llorando.
“Lo único que escuché fue tu llanto”, le dijo al conocerlo en un encuentro en la sede de Abuelas luego del cotejo de material genético que permitió establecer que era su verdadera progenitora.
Mario recorrió distintos lugares del país relatando la experiencia que lo llevó a ser conocido como el nieto recuperado número 119 –caracterización dada porque su búsqueda se canalizó a través de Abuelas de Plaza de Mayo–, aunque en realidad se lo debe considerar “hijo recuperado” ya que pudo conocer a su madre biológica y establecer con ella relación de “amor profundo” como él mismo lo explicó a partir de entonces.
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