Helena

Es tu olor
son tus cejas inmensas,
es tu pelo enmarañado cuando me mirás desde arriba
y la forma en la que te hacés desear
Es tu boca en mi cuello
Son tus manos recorriendo todo, siempre sorprendidas, como si fuera la primera vez en otro cuerpo
Es tu forma de respirar
y de respirarme.
Es la chispa en cada beso y esas ganas de habitar tu boca.
Son tus ojos encendidos,
es la calma del abrazo.
Somos nosotros, en ese rincón, escondidos.

Pero nos escondimos tanto que se destaparon otras cosas y, claro, se fue todo al carajo.

Lorena

Relacionarse con gente es agotador. Sonreírle a todo el mundo es agotador.
Que no me vea, que no me hable, que no me hable…
Es obvio, cada vez que me pongo una pollera tira la misma frase delante de todos.

Moni, la de contable, revolea los ojos; Ceci se hace la boluda mientras bate ese café lleno de azúcar y el resto de los forros le festejan el comentario con sonrisitas de mierda. Yo lo miro de costado, ficho, meto el tupper en la heladera, con la tarta del sábado y subo sin decir nada.

Al rato, el mismo imbécil de traje me pide la planificación semanal mientras, ahora, me mira las tetas.

Trato de escucharlo pero mi mente lo interrumpe con una escena de Tarantino en donde la que vuela en cámara lenta por la oficina, llenando las paredes de sangre, es su cabeza.

Ya tengo casi toda la secuencia de esta revancha imaginaria: ahí estoy, en su guarida impecable de señor intachable, vestida con ese amarillo engomado y sosteniendo mi katana con estilo asesino.

Primero se la hundo en las tripas para ver cómo se arrepiente con la mirada y después sí, cuando la camisa se le tiña de rojo, doy el sablazo final, un corte seco, contundente, mortal.

Y salgo de escena, con la cara salpicada y una herida que ahora duele igual pero sangra menos. 

Foto: Ana Contreras

 La Silvia

E’ cheta cara e’ pingo
qué te has creido vo’
pupo del mundo?
Qué no has visto que acá no comemos ni aca?
Que los changos andan mudos porque en la panza tienen nudos noma’

Qué te cree vo’ camionetita patona
vas rápido por la avenida
te haces la jetona, no?
Mirar pa otro lado no te salva
esquivarme en la esquina
que no tene’ alma?
que no me has visto con mi changuita?
la miraste directo a sus miedos
preferís pasar en rojo
que mirarla a los ojos
Esquivás porque podés
después donás a Unicef

Cheta cara e’ gringa
seguí con lo tuyo noma’
que acá en la esquina te esperamos
no nos vamo’ a ningún lado
salvo que caiga la yuta
y me arrastre por bruta
por prostituta
por andar descalza
por lo que el rati quiera…
por no valer un cobre
por pobre
por afear la zona
por cabezona
por loca
por rara
por cagar en la calle
por no tener cara
no es para todos la misma vara, sabe’?

Anda tranquila cheta cara e’ pingo
sin rencore’
tené, te tiro flores
me miran como si fuera marciana
yo me río nomá’
y ustedes suben las ventanas
violenta
linyera
chorra
madre soltera
drogadicta
borracha
lo que quiera’

Te espero en la esquina
seamo’ amiga’
subime a la chata
nos vamo de gira
abrimo el techito
cantamo’ a los grito’
llegamos al baile
re entonadas
metemo’ una cumbias
tomamo’ gilada
hasta que no aguantás ma’
que no sabés dónde estás

Volvemo pal barrio, leemos el diario
re copetudas
nos espera el Tony
con medialunas
nos calienta la cama,
café con espuma
la beba tiene cuna,
pañale’
y un cosito con animale’

Qué locura tener una casa…
eso sí que es droga
y de la pura
es vivir en la luna, de una.

Victoria

Las minas, las putas, las guachas,
las malas, las locas, las otras.
Somos esa carne que, cruda debe parir,
siempre sonreír, estar lindas hasta para dormir.

Amamantar, cuidar, amar, saber cocinar, bordar
y abrir la puerta para ir a jugar.
No hablar de más, no tomar de más,
no intentar ser más.
Estar detrás de cualquier gran hombre,
nunca al lado, cuidado, correte,
dejalo pasar, arreglate el colorete.
Al volante va el hombre, ridícula!
vos podés elegir la musiquita, ahí está ¿ves?
quedate tranquilita.
Sonreí, es por ahí, linda, hermosa,
no te creas igual la gran cosa.
A Victoria le tocó un camino estrecho y empedrado
De esos que mejor,
pasarlos de costado.
Intentó sacar pedazos,
los tiró contra ella misma,
se hizo sangre y volvió a armar
Levantó un paredón de piedra,
juntó tierra, juntó mierda.
Entendió que, a veces,
la guerra
se arma en el propio cuerpo,
que la mirada ajena desgarra,
que la piel ama y arde en partes iguales
que los días y las noches también se confunden
y a veces la luna se nos queda pegada,
que las agujas se clavan en los brazos pero
perforan los ojos y envenenan la mirada.
Que un te amo en la pared
no dice nada,
que en la noche y en el sexo llevo pegado tu olor,
que es intenso el ardor,
que el amor cuida y es la droga más potente,
Que el dolor duele y la caricia es urgente
Que la gente miente y la vuelta al perro no perdona,
que acá todos se creen Maradona
pero nadie pasa la pelota.
Victoria pensó que estaba rota,
le hicieron saber, desde piba,
que su cuerpo servía,
que si sonreía y complacía,
con eso bastaría
pero no fue suficiente,
Victoria mostró los dientes,
no quiso ser lamento,
no le alcanzó con ese cuento
y el camino le dejó cicatrices,
hicieron surco las directrices.
Lamerse las heridas lleva tiempo,
refugio, abrazos,
una guarida donde juntar los pedazos.
A veces los destinos son de tierra,
levantan polvo,
enceguecen
y ahí está el peligro,
no ves venir la piedra
y te salís del camino.

Publicado en el semanario El Eslabón del 21/12/24

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