Un paseo nocturno se convirtió en una pesadilla.
Horas de caminar incógnito por las calles oscuras de la ciudad, me llevaron hasta un momento único e inesperado.
Caminaba tratando de olvidar los casos y las cosas cotidianas, tratando de olvidar las complicaciones de todos los días, las insatisfacciones de mi vida. Perdido en mis pensamientos, abandonado al sentir del pulso de mi corazón, bombeando sangre y sangre…
Llegué a la plaza en la que muere calle Sarmiento, y presencié una escena terrible. Movimientos violentos de tres sombras golpeaban un cuerpo en el piso.
Preso del horror intenté quedarme quieto y transmitir el estoicismo de mi alma al resto de mis huesos. Las figuras negras se confundían en la oscuridad y parecían sacadas de un sueño real y vívido, que me hacía temblar…
A la manera de una niebla espesa, mis ojos se enturbiaron y cada vez veía menos. Me esforcé por distinguir la situación, pero tampoco podía darle un significado, mi espíritu estaba petrificado.
La atmósfera era una amenaza de noche atormentándose.
En segundos, luego de destrozar el bulto ensangrentado, las sombras se percataron de mi inmovilidad y se dirigieron hacia donde me encontraba.
Comprendí en un instante, cómo un río, cómo el curso natural de las cosas, cómo la maquinaria de la muerte estaba en movimiento… y llegaba hasta mí.
Publicado en el semanario El Eslabón del 18/01/25
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