Gol gana es un libro de cuentos con historias inspiradas en potreros y baldíos. Damián Andreoli, el autor, asegura que de chico “padecí muchísimo el fútbol”. También expresa su postura contra las SAD.

El pan y queso, los arcos con remeras o piedras, el jugar hasta que la luz solar lo permita, o hasta que la vieja nos llame a comer o a bañarnos o a hacer la tarea. Ese contexto eligió el escritor Damián Andreoli para su flamante libro de cuentos Gol gana. Historias de fútbol (de campito). En esas páginas, le advierte el autor a este medio, no encontrarán goles de Messi, atajadas del Dibu Martínez ni maravillas de Maradona. 

“En el contexto geográfico donde vivimos, sur de la provincia de Santa Fe –dice este hombre de Arroyo Seco–, es un desafío escribir sobre algo tan popular y que todos en una primera y feliz infancia hemos transitado, experimentado el fútbol durante 6, 7 horas por día fuera del club. Porque un club tiene un horario, una práctica de una hora. Y después era el fútbol salvaje de la calle, donde jugabas con más grandes, más chicos, en cemento, en un baldío, en la canchita de la iglesia, donde haya una canilla para tomar agua. Y hasta que se vaya el sol”. 

Damián desparramó las historias de su obra, la primera, por Roldán, Hughes, Venado Tuerto, Los Quirquinchos, Coronel Bogado, San Lorenzo. Cruzó el charco y también lo presentó en Montevideo, Uruguay. Además, claro, en su ciudad natal, y en localidades de Córdoba y San Luis. En los primeros meses, ya había vendido más de mil ejemplares. “Todo de manera independiente. Pueblo por pueblo, cara a cara”.

A través de talleres literarios y charlas en escuelas, busca contagiar de lecturas y escrituras a los más pibes y pibas. Al hablar de sus textos, lo hace en plural. “Digo «empezamos» a escribir porque uno siente que la literatura es colectiva. Escribo en soledad pero siempre se lo muestro a alguien primero, luego a una segunda persona, después a un tercero y se arma la mesa de discusión. Por eso hablo de que somos un equipo”. 

Sobre su producción ambientada en potreros, canchitas en baldíos o improvisadas en la calle, subraya: “La temática habla por sí sola. Nunca voy a creer que la pluma es superior a la temática”.

El nacimiento de una pasión

Ricardo José De Rienzo fue un recordado defensor de Newell’s y el “máximo exponente” del Arroyo Seco Athletic Club. Así lo entendió Damián Andreoli al presentar un proyecto para homenajearlo con el nombre de una tribuna. En el programa radial de Alejandro Apo escuchó una entrevista al entonces canciller Rafael Bielsa, hermano de Marcelo y hombre siempre cercano a la institución del Parque Independencia. Charlaban, conductor y entrevistado, del mítico cuento de Roberto Fontanarrosa 19 de diciembre de 1971. “Ahí, Rafael dice que Central le gana a un equipazo de Newell’s, y nombra a De Rienzo. Entonces lo convoco” al evento de la tribuna.

Tras ese primer contacto con el dirigente político y lector-escritor futbolero, se atrevió a mandarle un cuento. “Y me responde: «Mirá, no te conozco. Me gusta tu pluma, no patina. Tiene rueda la lectura». Y me agrega «¿Te animás a escribir sobre esto y sacarle lo coloquial del pueblo?». Pero no entendía, porque yo lo que quería era hacer un libro destinado al pueblo. Y ahí me dijo que si le sacaba eso, esto se podía leer en cualquier país de latinoamérica. Fue un ejercicio literario hacerlo, cambiar el eje del lector”.

Ese fue, dice el autor, el puntapié inicial de Gol gana, libro compuesto por once cuentos. “Nunca se habla de fútbol profesional. La idea es hacer un paralelismo de que los niños pueden vivir el fútbol del antihéroe, no atajar el penal en la final y así y todo conquistar a la más linda del barrio. Y sabiendo, aunque sus padres lo nieguen, que el futuro quizá los encuentre levantando la barrera de algún peaje, siendo abogados o trabajando en un supermercado. Llegar no es sólo talento o sacrificio. En el medio entra el negocio”.

Apenas se abre el libro, figura su contacto telefónico. “Para darle la posibilidad a los lectores de sacarse cualquier duda o hablar con el escritor una vez leído un cuento o el libro”, justifica, y sigue: “A mi me hubiera encantado hacer eso con Dolina, Fontanarrosa, Galeano, Soriano”. Y ya recibió devoluciones: “Algunos me escriben y me dicen que todas las historias que leyeron pasaron en su pueblo”. Así como celebra la repercusión de la obra en localidades más pequeñas, admite: “No creo que tenga esa misma repercusión en ciudades grandes. Por eso me encanta presentarlo en los pueblos, donde se mira y se vive la vida de manera distinta”.

Hombre sensible

“Yo padecí muchísimo el fútbol. Lo digo sin vergüenza, porque ya es algo superado. Primero, por ser un exponente del matungo, de mal jugador, en un momento en el que te encontrabas con padres que de forma muy agresiva decían «encaralo, que tiene miedo» o «comete una costeleta que no tenés fuerza», o «saquenlo que es un perro»”. Damián Andreoli confiesa que seguía jugando a la pelota “para darle la tranquilidad a mi papá de que yo era varoncito”. Eran los años 80. “Después, te puedo decir que anduve con la mitad de las mujeres de mi pueblo, pero a mi viejo demostrarle que era hombre era ir a jugar al fútbol”.

Lejos de la deconstrucción que se observa en otros aspectos, “hoy lo que veo y me da muchísima desesperanza”, afirma el escritor, “es que pasaron más de 40 años de esto y la historia se repite de manera potenciada”. Aclara que en su etapa de jugador “no es que era gordito, petisito. Tenía el cuerpo de cualquier futbolista, nada más que en mi cabeza imaginaba que la iba a parar de pecho, la iba a dormir y luego encarar al arco, y en realidad me llegaba la pelota, me pegaba en el pecho y se iba al lateral”.

Además, eso contrastaba –cuenta– con que “mi hermano menor era arquero invicto, tricampeón”. En ese sentido, repudia los esquemas actuales de las ligas juveniles: “Tienen un formato agresivo para niños. Octavos, cuartos, semis y final en chicos de 7 años. Una locura”. 

Maleducado

“La literatura nace, primero, por la mala educación. La escuela se encargó de alejarme de la lectura, imponiendo Fuente ovejuna, El Cid campeador y La casa de Bernarda Alba a una edad en la que no estaba preparado para leer eso”. Gracias a su padre, recuerda, leyó las revistas Sólo Fútbol y El Gráfico. 

Así recuerda su amor a primera vista con el mundo de la escritura: “Un día llega a mis manos un libro que se llama Pinceladas de recuerdos, estaba autografiado por el autor y dedicado a mi papá. Le pregunté quién era y me dijo «Pancho Pastinante, vive acá a la vuelta». Yo quería conocer un escritor, en mi vida había visto uno. Cuando lo vi era un típico escritor: gordo, con bigotes italianos, boina y fumaba pipa. Me quedó esa imagen y me dije: yo quiero escribir”.

Andreoli revela que le costó reconocerse ante la sociedad como hombre de las letras: “Cuando fui a anotar a mi hija a la escuela, preguntaban profesión del padre y dije «escritor». Y fue la primera vez que no me dio vergüenza, de vivir de la escritura, de la literatura, de ser un obrero de la palabra, de escribir a rigor, salga bien o mal y no esperar a que llegue la musa”.

Ahora, ya sin temor al qué dirán, cuando le preguntan profesión, responde sin ruborizarse: Yo, escritor.

Los potreros son ajenos

Cámaras de televisión. Transmisiones en vivo de una cadena internacional. Relatores y comentaristas famosos. Reconocidos futbolistas con pasado en primera. Actuales jugadores del ascenso. Canchas rodeadas por publicidades de casas de apuestas, marcas deportivas. Premios millonarios. Con esas características, y aunque parezca contradictorio, Sergio El Kun Agüero llamó Copa Potrero al producto de su empresa. “Es una estafa, nos usa el nombre. Es difícil cuando el enemigo te usa el nombre”, opina Damián Andreoli al rechazar ese negocio.

“Se apropian de la palabra potrero para hacer una copa que sacó de sus equipos a jugadores de la B Nacional para jugar un torneo televisado por ESPN, que pone todo a disposición del negocio”, continúa el escritor, y aclara: “No es que estoy descubriendo ahora el negocio del fútbol. Y lo acepto. Lo que creo es que ahora bajará la edad en que vengan a buscar a los chicos. Vendrán por los niños, en los pueblos. Lo que más me preocupa es que el negocio baje la escala de edad”.

Hincha de River, aunque –admite– cada vez menos. Actitudes como la de ocultar el escudo (en el marco de la final de la Libertadores) o cambiar el nombre del estadio (a Más Monumental, como la empresa de supermercado), lo vienen alejando del Millonario. “River, Estudiantes, Talleres, ya están metidos”, lamenta en relación a las Sociedades Anónimas Deportivas, formato que impulsa –entre otros actores– el gobierno nacional. “Me pongo en la vereda de enfrente para defender a Riquelme”, actual presidente de Boca, “siendo yo de River”.

Por eso, Andreoli se mantiene fiel a su equipo de cercanía, el Arroyo Seco Athletic Club: “Soy hincha de mi club de barrio, al que puedo ir todos los domingos: pago la entrada, como el chori con amigos, no puteo a ningún jugador porque el lunes me lo encuentro en la cola del banco o en la panadería, y sé que van por amor al arte”.

Publicado en el semanario El Eslabón del 08/02/25

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