El documental del 10, que recientemente pasó por Rosario, cuenta a Diego Maradona a través de las distintas ramas del arte. Reconocidos músicos, escritores, periodistas e historiadores son protagonistas del film.

Si a Maradona se lo eleva a la categoría de Dios, no es raro suponer –como recuerda Andrés Ciro Martínez en El documental del 10. Un artista del fútbol– que aquel “Dicen que escapó de un sueño | En casi su mejor gambeta | Que ni los sueños respeta | Tan lleno va de coraje | Sin demasiado ropaje | Y sin ninguna careta…” con que arranca el tema de Los Piojos Maradó, haya comenzado como rezo.

Y como toda deidad, el Diego tiene fieles seguidores. Algunos de ellos, más anónimos que conocidos, también escribieron sus credos. Como Alberto Sueiro, el Beto para sus colegas tacheros, de quien salieron las estrofas de ¿Quién es Dios? que cantan Las Pastillas del Abuelo: “Bajó una mano del cielo y acariciando su pelo | Rulo y señal de la cruz | La caricia de Jesús hizo posible el milagro…”. O como Alejandro Romero, cuñado de Rodrigo Bueno, quien escribió la más famosa de las letras escritas para Maradona. “En una villa nació, fue deseo de Dios…”. Esos nombres, como canta Cucuza Castiello en su hermoso tango Segurola y Habana, “son nombres, sólo nombres, sin el tuyo detrás”.

Estas historias se pudieron ver en las dos funciones que brindó el cine Lumiere en Rosario. La película, producida por Damián Originario y dirigida por Lucas Costa, ya recorre el país. El Diego hecho rock, tango, folclore, cumbia, cuarteto; hecho mural y pintura; hecho poesía y cuento; todo bajo la lupa de este proyecto autogestionado que sumó a más de 40 artistas.  

Quisiera ver al Diego para siempre

Maradoniano desde que tiene uso de razón, Damián Originario es de los que creen en el amor eterno. A punto de cumplir los 50, asegura que esa adoración por Maradona se mantiene incólume. Y así lo demuestra con su nuevo documental. “Cuando él murió, como muchos dicen, se me fue una parte de mí”. Cuenta que aquel 25 de noviembre de 2020 caminó hasta la Casa Rosada para despedirlo “pero aquello fue un caos, estábamos en pandemia” y no lo logró como pretendía. “Necesitaba una forma de sacar algo, de expresar. Y se me ocurrió hacer lo que me gusta, que es documentales”. 

Ciro de Los Piojos con los botines de Diego cada vez que canta Maradó

Autor de Stud Free Pub: una buena historia –peli por la que desfilan el Indio Solari y Charly García, entre más de 50 músicos–, Damián se sentó a pensar “cómo fusionar a Diego con la música o con el arte”, sus otras pasiones. Aparecieron, dice, las canciones más conocidas (la de Los Piojos, Las Pastillas, la de Rodrigo). “Pero cuando uno empieza a meterse y a investigar, aparecen canciones que no conocía, libros, poemas, cuentos que no conocía, murales, fotos. Es todo un mundo del arte. Se me abrió todo un espectro y empecé a descubrir un montón de cosas buenísimas. Así que decidí ir por ahí”.

Cuando empezó a ponerle cabeza al proyecto, lo asaltó una duda: “¿Qué contar sobre el Diego que no se haya contado, que no se sepa? Así que decidí contar lo que todos sabemos, pero desde otro lado”.

Piti Fernández, de Las Pastillas del Abuelo, y su amor maradoniano

En la pantalla se ve al Diego contado desde las voces de Palito Ortega, Jairo, la Sole Pastorutti, Eduardo Sacheri, Hernán Casciari, Víctor Hugo Morales, Alejandro Apo, Felipe Pigna, Dante Spinetta, Piti Fernández, Pablito Lescano, además de los antes mencionados Ciro, Cucuza. La lista es larga. “Son todos testimonios propios”, resalta Originario, y revela: “Mis pelis arrancan llamando a 3 o 4 a ver qué pasa. Si me dicen que sí, voy siguiendo. Llamé al Piti de Las Pastillas, y a otros. Y después es ir convenciendo al resto”. Hay gestiones más sencillas, y otras que llevan años: “Conseguir al Indio para mi anterior documental me llevó 4 años, por ejemplo. Y en este está Ciro, que me costó 2 años, la Sole lo mismo”. 

D10S está en todas partes

A las canciones que ya conocía, les añadió para el documental la historia de su creación, en primera persona. “La de La mano de Dios, que la escribió el cuñado de Rodrigo, es una historia fabulosa”, destaca Damián Originario, que exhibe en su trabajo el manuscrito en el que nació la letra que popularizó el Potro.

También, reconoce el ideólogo del film, “había canciones que no conocía”, o relatos, como el de la Sole: “Ella no le hizo ninguna canción, pero cuenta que fue un antes y un después cuando Diego fue a verla al teatro. Ella estaba por dejar de cantar, porque estaba en un momento medio malo de su vida, y fue el Diego, subió al escenario y… fue muy shockeante, muy emotivo ese testimonio”.

Pero como Diego está en todas partes, y no sólo en Buenos Aires, la película recorre salas de cine grandes y no tan grandes de todo el país, centros culturales. “Mientras haya un proyector, le doy para adelante”, avisa el productor. “Se ha pasado en salas de cine con 500, 600 personas, o en lugares más chicos, con 50 personas”.

El bandoneonista y baterista Fernando Samalea aporta su testimonio en el estadio Diego A. Maradona

Los sábados 22 de febrero y 1º de marzo llegó a la pantalla del Lumiere. Además de Buenos Aires y Rosario, ya se vio en las ciudades de Formosa, San Luis, Wilde, Trenque Lauquen, Quilmes, Necochea, entre otras. “Lo que más me sorprende de las presentaciones es que van padres con sus hijos, para mostrarles, quizás, el otro lado del Diego”, dice el cineasta, y agrega: “Tengo una hija de 15 años, que es ahí donde linkeo y fusiono mi maradonismo con ella, que le gusta el rock. Ve a sus músicos preferidos hablando de Maradona”.

Cuando Damián Originario tenía la edad de su hija, Maradona era el barrio y el picado con sus amigos en la calle, el colegio. “Ahora cierro los ojos y Diego es mi infancia, mi adolescencia”. Pero antes fue, con apenas 11 años, “el que me hizo ganar el primer Mundial”.

Por amor al arte

“Hago documentales culturales, de forma independiente”. Así se define Damián Originario, un fanático del cine, el rock nacional y de Diego Maradona. Sus productos autogestionados “no son para plataformas como Netflix y demás”, aclara. Muchos menos, añade, para engordar la billetera, sino lo contrario. “Hago esto porque me gusta. No es mi trabajo, si no me muero de hambre. Imaginarás la plata que se pierde, el tiempo. Lo tomo como hobby”.

En ese sentido, lamenta entre risas y resignación que “todavía estoy pagando una cámara que se nos rompió, imaginate”. Pero la contracara de aquello no es menor ni mucho menos: “Me doy cada lujo. Conozco a todos, los entrevisto sentados ahí, mano a mano, escuchando sus historias en primera persona”.

En diálogo con este medio cuenta que todo este laburo “lo hago humildemente para aportar mi granito a la cultura y al cine. Trato de ir recorriendo el país (yo no, sino la peli) para que desde mi inconsciencia intentar que la gente vaya un poco más al cine. De retomar la vieja escuela de volver al cine, encontrarnos todos en el cine”. 

Él y su director –Lucas Costa en esta ocasión; Ariel Topo Raiman (baterista de Los Pericos) en su película anterior– son las únicas dos personas detrás del producto final. De su familia y amigos suele escuchar cosas como «vos estás loco, ponerte con todo esto. Que sufrís, que te ponés nervioso, que éste no te da bola…». “Pero cuando uno hace algo con pasión”, admite, “es muy difícil”.

Publicado en el semanario El Eslabón del 08/03/25

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