Hoy es miércoles 12 de marzo, todavía no es mediodía, y una sensación extraña recorre el ambiente. Hay un duelo declarado, una relación de fuerzas que se pone en movimiento. Un límite al atropello, que vino desde un lugar que no se lo esperaba.

Luego de varios meses de maltratar a los abuelos en las marchas de los miércoles, la insensibilidad, el desdén, la indiferencia parecen haberse terminado. Los hinchas de muchos equipos del fútbol argentino van a seguir el ejemplo de los funebreros que se cansaron de ver cómo se les pega a los viejos. Las imágenes repetidas en los noticieros de los manifestantes gaseados, golpeados, arrestados, empujados, terminaron por remover la membrana que impedía que nos duela la realidad social. La gente viviendo en la calle y comiendo de la basura se volvió una postal cada vez más presente en el paisaje urbano, sin embargo, no había logrado que la gente levante la vista del celu. La realidad digitalizada en la pantalla siempre viene mutilada por el algoritmo. 

¿Por qué los futboleros saltan por los jubilados? Hay varias razones por las que un sector ajeno a la política, como son los hinchas de fútbol decide dejar la pasividad de lado e involucrarse. En primer lugar, la falta de acompañamiento, de parte de las organizaciones políticas y sindicales, dejó expuestos a nuestros ancianos, los dejó solos ante la verdugueada de las fuerzas de seguridad. Por otro lado, la dinámica en los barrios, la metodología de saturación policial en las zonas más pobres, con los consecuentes abusos de poder, detenciones arbitrarias, golpizas gratuitas, y cada vez no acercamos más peligrosamente a esquemas como los de la maldita policía en el conurbano bonaerense allá por los 90.

El escenario está montado, las amenazas de la ministra de Seguridad, los medios de comunicación estigmatizando a los hinchas y caracterizándolos como violentos y provocadores, los análisis periodísticos que nunca apuntan a las causas reales, materiales del conflicto. Dentro de un rato las fichas van a volar sobre el tablero y sabremos realmente qué sucederá. Hacer futurología e imaginar escenarios siempre es una tentación, pero el hecho político es que hoy entra en escena un nuevo actor social, los hinchas del fútbol.  

Foto: Lidia Mabel Barán

En los últimos meses, en las redes sociales y también en la presencialidad escuchamos y vimos afirmaciones acerca de la ausencia del Diego, de lo que sucedería si estuviera vivo, de las interminables descansadas que le pegaría a Berni, hasta convertirlo en tentempié. De las cosas que diría de Conan o de la relación del presidente con su hermana. De sólo pensarlo, nos matamos de la risa. Su frase de tenemos que ser muy cagones para no defender a los jubilados caló hondo, a veces tienen que pasar décadas para que una frase adquiera el sentido originario en otro contexto y produzca una acción. Hoy va a haber acción.

Es un punto de inflexión, un acontecimiento en el sentido que lo que suceda hoy va a dar lugar a lo nuevo, a lo intempestivo, a lo imprevisible. Diferentes sectores de la sociedad se sumen, organizadamente por sector, o sueltos, convocados por la llama de la rebeldía, encarnada en el Dios de Fiorito, y realizada por los cuerpos, de miles de personas, que quieren salir de la comodidad para ponerle un freno a los abusos policiales. Y sí, cansaron. Hubo una toma de conciencia, que implica una participación diferente, un compromiso anclado en el cuerpo, como los afectos, como el mismísimo cuidado de nuestros viejos.

Estos tiempos recuerdan el fallido estado de sitio de De La Rúa, no por lo que hace el poder, más allá que sea muy parecido todo, los actores, las políticas, los acuerdos con el FMI; sino por la actitud de la gente, que de golpe ve al otro, lo siente, percibe la adrenalina de estar codo a codo contra un poder represivo, y saca pecho, y come palo, y pega también. Esa sensación de las Madres caminando por la Avenida de Mayo, solas entre los caballos, hasta que llegó el pueblo a hacerles el aguante, y los motoqueros, y la lluvia de piedras para que no las toquen.

Hay escenas y sensaciones que se repiten, porque son parte de la memoria colectiva, y tienen un lugar privilegiado en el corazón de quienes participaron de momentos históricos. Una plaza llena, un país estallado, los políticos neoliberales huyendo, en retirada, como ratas que escapan del naufragio que ellos mismos generaron agujereando el casco del barco. Los camiones de caudales sacando los activos por el aeropuerto, y los órganos de prensa de las empresas (los medios masivos de comunicación a través de sus noticieros) naturalizando la situación. Nunca pagaron los culpables, los dueños de las finanzas, nunca terminó de haber justicia con el poder real. Quizás los juicios de lesa humanidad sea el lugar en el que podamos mandar en cana a los responsables de los genocidios, que nos infligieron al pueblo, todo a lo largo de nuestra historia. El de los pueblos originarios, de los peones rurales, de la semana trágica, de la plaza bombardeada, de los basurales de José León Suárez, a los peronistas de la resistencia, y a los 30 mil detenidos desaparecidos, y todos los que sobrevivieron, y a los que se comprometieron.

Hoy va a pasar algo, hoy el humanismo se pone los guantes, hoy van a dejar de pegarles a los viejos, aunque tengamos que trompear a la yuta para que suceda.

Publicado en el semanario El Eslabón del 15/03/25

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