Con más dudas que certezas y el ritual de investidura en marcha, especulaciones, reclamos y decepciones se manifiestan con pasión. Entre lo simbólico y lo “real”, entre el pragmatismo y el idealismo, la sociedad estadounidense se debate en un contexto caracterizado por el desempleo, las guerras perdidas y la esperanza de un cambio histórico.
"Prohibido el alcohol, las drogas y los cigarrillos", decía el cartel que el obrero colocó en la cafetería de la planta industrial del norte de Chicago. Mientras lo hacía imaginaba una lluvia de Robocops, como en las películas, desatándose en cualquier momento sobre los osados trabajadores. Efffbiiiaiiii, effbiiiiaiiiii suelen gritar los muchachos del FBI antes de arrasar con todo. Y el obrero, de origen mexicano, sabía que fuera de la planta la policía de Chicago y el FBI estaban relamiéndose, esperando una excusa para entrar y ponerle fin a la "toma ilegal". A días de la asunción del nuevo presidente, en Chicago, "la ciudad de Obama", los 240 trabajadores de la fábrica de ventanas Republic Windows & Doors (el 80 por ciento de origen latinoamericano) ocuparon durante seis días la planta para pelear por sus indemnizaciones tras el vaciamiento de la firma. Y obtuvieron una victoria contundente, al menos para los parámetros del sindicalismo estadounidense: 60 días de indemnización, pago de vacaciones y una prolongación del seguro de salud por 12 meses.
"No esperábamos eso, esperábamos más bien ir a la cárcel", aseguró a Associated Press Melvin Maclin, obrero especializado y vicepresidente del pequeño y combativo sindicato que decidió la toma.
"Sí, se puede", gritaron los obreros, así, en castellano, cuando los dirigentes sindicales les preguntaron si se animaban a tomar la planta. La frase es una traducción del "Yes, we can", utilizado en su campaña por Barack Obama, que a su vez la tomó de una consigna popularizada en los 60 por el sindicato de trabajadores rurales estadounidenses. Y Obama se pronunció claramente en favor de los obreros. “Cuando los empleados reclaman las indemnizaciones a las que tienen derecho, los apoyo sin reserva”, dijo el presidente electo en conferencia de prensa, con una contundencia que no tuvo para definir su posición en otros temas.
La toma de Republic Windows & Doors se produjo en diciembre, en medio del turbión de crecientes expectativas, esperanzas, desilusiones y análisis que por estos días bullen en los Estados Unidos. Este hecho inusual, este estallido de poder obrero en la tierra de la propiedad privada, se produjo en un contexto muy particular, en el que la opinión pública está expectante, leyendo cada gesto, cada palabra y cada silencio de Obama para intentar determinar qué hará cuando asuma, y cuáles promesas cumplirá. El caso Republic Windows & Doors permitió a Obama pegarle, aunque con mucha suavidad, a la devaluada patria financiera de Wall Street, pero todos se preguntan si tendrá la misma decisión para enfrentarlos en serio, a fondo, y también se preguntan qué hará con los intereses de otros conglomerados de poder, por ejemplo el complejo militar-industrial. Su tardía y poco comprometida opinión sobre la masacre en Palestina hace pensar a muchos que poco o nada cambiará en ese sentido.
“A Obama le puse de apodo 60 centavos porque no es suficiente cambio como para comprarte una hamburguesa”, afirmó Rick Hohensee, un manifestante que desde hace tres años va cuatro días a la semana frente a la Casa Blanca a protestar contra el presidente George W. Bush. Y dice que seguirá yendo a protestar cuando Obama sea el nuevo residente de la Casa Blanca: “Las cosas no van a ser distintas”, asegura Hohensee, que lucía una caja de cartón sobre la cabeza en la que se leía “¿Quién arrestará a Bush?” en medio de la efervescencia que por estas horas se vive en Washington por los ampulosos preparativos del acto de asunción.
“Yo no voy a trabajar ese día porque va a ser una locura”, dijo a la Voz de América Jacqueline Hinton, una taxista que no piensa ir a la Alameda Nacional frente al Capitolio, desde donde se verá la ceremonia. “Dicen que en la Alameda va a haber un baño portátil por cada 30 mil personas. ¡Imagínate el olor que van a tener a las pocas horas de comenzar el evento!”, agregó Hinton, contrastando con el ánimo exaltado de muchos turistas que pasean por Washington s y que fotografían la Casa Blanca con más fruición que la habitual.
Digno del más hábil saltimbanqui, un buen ejemplo del difícil equilibrio en que se mantiene Obama se reflejará en la ceremonia de asunción, que ya generó una dura polémica. Como lo viene haciendo desde su victoria electoral, Obama aplica la ley de compensación: un poco para un lado, un poco para el otro, como para acallar quejas y quedar bien, en lo posible, con todos. Según informó la agencia Reuters, el sermón principal del acto lo pronunciará Rick Warren, pastor de una iglesia en el sur de California, conocido por hacer campaña contra la pobreza y la enfermedad, pero también por ser un furioso homofóbico que ha prohibido expresamente el matrimonio gay, algo con lo que Obama no está de acuerdo. Ante las indignadas voces de protestas que se levantaron por esta designación desde el propio Partido Demócrata y los organismos de defensa de los derechos civiles de los gay, vino la compensación: Gene Robinson, obispo de la Iglesia Episcopal de New Hampshire, quien se ha declarado públicamente homosexual, pronunciará otra oración en el acto, aunque no la principal. "Estoy abrumado y muy honrado por esta invitación", ha declarado Robinson, que dará su homilía en los escalones del Lincoln Memorial, donde en 1963 el líder de los derechos civiles Martin Luther King pronunció su famoso discurso "Esta noche he tenido un sueño".
Conforme avance su gestión se irá viendo si esta ley de compensación es también aplicable fuera del plano de lo simbólico, en el más escabroso terreno de lo económico, por ejemplo. De hecho, y más allá de las críticas que Obama deslizó hacia el poder financiero, que tras el desastre está deslegitimado, en baja, habrá qué ver qué margen de maniobra tiene para meter mano en el otro gran conglomerado de poder: el complejo militar industrial cuyo negocio es inventar guerras y arrasar naciones enteras para, después de expoliar sus recursos naturales, “reconstruirlas”.
El diario Washington Post publicó este martes que Obama tiene la intención de aprobar el plan del Pentágono de duplicar las tropas en Afganistán (30 mil nuevos soldados que se añadirán a los 32 mil ya presentes), “un refuerzo que permitiría a la nueva Administración ganar tiempo para poder evaluar los esfuerzos de la guerra y desarrollar una nueva estrategia en lo que Obama denomina el frente central sobre terrorismo". El diario estadounidense menciona que, en el marco de niveles récord de ataques extremistas y bajas estadounidenses y la expansión del conflicto entre Pakistán e India, la promesa electoral de Obama fue "acabar el trabajo" en Afganistán con más militares, más dinero y diplomacia.
La experiencia histórica indica que aquellos pretenden conformar a Dios y al diablo, en general, fracasan. Quizás porque estos dos entes, incluso para los que creen en su existencia, son especialmente esquivos, inasibles y es pensable que se envidian y recelan. “Mejor lo hubiesen dejado a Bush en la Casa Blanca”, aseguró Paul Krugman, premio Nobel de Economía 2008. “Ya no es el cambio que se votó y esperábamos”, afirmó David Corn, un referente de la izquierda demócrata que dirige la revista Mother Jones. A días de asumir Obama es criticado en cientos de blogs “por girar al centro” o “por cortejar a Wall Street y continuar la gestión pro banqueros de Henry Paulson”. Esto último, para muchos analistas, explica la alegría de David Brooks, editorialista conservador del diario New York Times.
La revista progresista The Nation da cuenta de las esperanzas de cambio y también de ciertos nubarrones que ya se avizoran, pero sobre todo destaca que lo positivo es el fin de la era Bush, una postura que representa a buena parte de la opinión pública, que considera a esta presidencia como la peor de la historia de los Estados Unidos. “Hace cuatro años nos reunimos en The Nation para ver la elecciones. Alrededor de la medianoche comenzamos a llorar (….). Así, a través de la noche triste y el sombrío día después, el veredicto de las elecciones de 2004 quedó claro, y desde ese momento hemos mantenido nuestras emociones bajo control y hemos trabajado para dar sentido a la catástrofe que ha asolado el país. La cobertura del tema fue un cielo negro, nubes oscuras que oculta una delgada luna y cabizbajo, con un simple titular: Cuatro años más", recuerda la editorial recordando la tristeza por la reelección de Bush, que contrasta con el clima actual. “Cuatro años más tarde, nuestras oficinas están llenas de editores, escritores, y colegas, algunos llorando de alegría, todos alborozado por la nueva era, por de la posibilidad abierta la victoria de Barack Obama. Sabemos que hay que seguir trabajando para construir una política de la cordura y la justicia y la paz”, agrega la nota del semanario estadounidense.
Con el tren ya en marcha, mientras se aprestan los preparativos para la espectacular ceremonia de asunción, algunos estadounidenses desearían consultar el oráculo de Delfos: ¿Habrá un cambio real? ¿Se animará? ¿Hasta dónde? Otros, en cambio, ya no tienen dudas y se afianzan en su decepción, a la espera de que comience a gobernar para que el tiempo les dé más razones y argumentos. Y millones de afroamericanos, muchos de ellos desocupados, subocupados o precarizados, los mismos que tras la victoria de Obama se sintieron conmovidos por una sensación de victoria colectiva difícil de definir, van a seguir observando, leyendo cada gesto, cada acto de gobierno para determinar si el tan prometido cambio les modificará efectivamente la vida o, por el contrario, será apenas un cambio epidérmico.