Muchas cosas se jugaban en las elecciones del domingo en Santa Fe. Muchas se hicieron explícitas durante la campaña, muchas se ocultaron, y a la luz de los resultados quienes ganaron y quienes perdieron tal vez escondan por un tiempo esas cuestiones que se emplazan en el futuro. La primera cosa que se jugó es la posibilidad cierta de que una figura política santafesina surgiera como potencial candidato presidencial. Si ganaba Carlos Reutemann, como ocurrió, a nadie sorprendería verlo en la grilla de candidatos en 2011. Si ganaba Rubén Giustiniani, lo cual no aconteció, nadie hubiese medido en términos extemporáneos que Hermes Binner, quien se puso al hombro la campaña y logró que su camarada llegue a los guarismos a los que llegó, apareciera como candidato natural de un espacio autodenominado “progresista”. La cuestión es cómo quedó la cosa, ahora que hasta el diario del lunes ya se puso viejo.
El Lole fue el más sincero de los contendientes, al confesar a periodistas del grupo Clarín que si ganaba aunque sea por un voto se largaría a competir en las presidenciales que se llevarán adelante dentro de dos años y medio. A los dos días se desdijo, o al menos relativizó ese deseo-objetivo para dejar paso a un discurso más propenso a resolver los problemas que presenta la coyuntura que a adelantar la agenda político electoral que tanto parece crispar a los medios de comunicación y a algún electorado que todavía ve a la democracia como un trámite obligatorio pero algo molesto.
Pero aunque Reutemann deje por un tiempo de hacer explícita la evidente expectativa que ahora genera para llegar al más alto nivel gubernamental, el ex piloto de Fórmula 1 será uno de los que disputen un lugar dentro de la estructura del peronismo nacional para alcanzar la primera magistratura.
No será fácil para el Lole iniciar un tránsito que va desde el liderazgo provincial a una potencial postulación como candidato presidencial del justicialismo. La competencia en el PJ, desde este d0mingo, no es poca ni soft. Mauricio Macri, Francisco De Narváez, Mario Das Neves, e incluso Daniel Scioli, son algunos de los contendientes posibles, sin dejar afuera definitivamente a Néstor Kirchner, ya sea si éste se postula para dar pelea o si decide jugar el rol de bendecir un heredero. Los argumentos a favor y en contra de la candidatura de Reutemann también tienen su miga, y en algún caso marcan ventajas comparativas respecto de sus eventuales rivales.
Reutemann es visto por muchos dirigentes peronistas nacionales como un candidato “de unidad” o “de consenso”, porque podría conjugar el remanente del kirchnerismo con aquellas figuras que, aún exitosas, generan rechazo en buena parte del electorado peronista “clásico”, caso Macri o De Narváez, quien además deberá sortear el impedimento constitucional que le prohíbe postularse a presidente por haber nacido en Colombia. Esa ficha a favor se suma a quienes consideran que Reutemann tiene una imagen intachable en el electorado independiente y un nivel de conocimiento envidiable a lo largo y ancho de la Argentina. La verdadera contra la tiene en el seno del PJ nacional, una maquinaria más acostumbrada a triturar liderazgos que a sostenerlos o a crearlos, como necesita el ex corredor. Y si no que se presente a declarar el propio Kirchner y lo desmienta.
En síntesis, Reutemann vuelve a tener la gran oportunidad de llegar a la Casa Rosada, lo que también genera, luego de la derrota del socialismo, un interrogante dentro de la provincia: ¿con quién dará pelea el peronismo para intentar recuperar el gobierno provincial en 2011? Ya muchos hablan de que se está redactando el nuevo texto de un viejo contrato, y el beneficiario de ese documento será un viejo conocido del ex piloto: Jorge Alberto Obeid.
El socialismo en su laberinto
Como se sabe, no hay una sola carpa socialista, y mientras en esas tiendas se debaten las razones que llevaron a la derrota –el empate técnico en Diputados no puede considerarse un contrapeso–, también se comienza a construir el discurso que permita seguir dando sustento a la proyección nacional presidencial de Binner. Claro que las declaraciones iniciales del gobernador santafesino –“los santafesinos votaron bajo el Síndrome de Estocolmo”– no pueden considerarse un avance en ese sentido.
De todos modos, el principal escollo que ven los hombres más fieles a Binner es que los mismos medios que lo habían entronizado como “presidenciable”, un día después de los comicios en los que perdió con Reutemann ya hablan de la “aplastante” victoria de Julio Cleto Cobos en Mendoza, convirtiéndolo en el candidato natural de la oposición.
Binner tiene otros problemas políticos que pensaba iba a solucionar si ganaba aunque sea por un voto. La candidatura a gobernador para 2011 es uno de ellos, habida cuenta de que si hasta ahora no pudo alcanzar los consensos necesarios que le permitan una reforma constitucional que lo habilite a ir por la reelección, luego de este domingo le resultará poco menos que imposible.
Una victoria le hubiera permitido posicionar a Giustiniani, que no era su delfín original –para ese lugar siempre prefirió a Antonio Bonfatti– pero que hubiera logrado llegar a 2011 con una victoria en la mochila. Ahora, sin Bonfatti porque no despega en el conocimiento general del electorado y porque su gestión no es de las más ponderadas, y con Pechito perdedor, el mandatario socialista se quedó sin candidato. A menos que vuelva su mirada y repare en el único hombre que salió a desdramatizar los comicios de este domingo: Miguel Lifschitz, quien deberá, de todos modos, levantar mucho su gestión si quiere tener chances de ocupar el sillón del derrotado brigadier Binner.