El ostensible corrimiento a la derecha del electorado argentino pone en riesgo los avances surgidos para los intereses de la clase trabajadora en el período pos estallido de diciembre de 2001. Resulta difícil encontrar algo rescatable para los trabajadores en el hecho de que dos empresarios ricos como Mauricio Macri y Francisco de Narváez se hayan posicionado como triunfadores, que Julio Cobos se perfile como otro presidenciable, que Carlos Reutemann se erija como la figura sobreviviente del arquetipo del menemismo con posibilidades de también disputar el sillón de la Casa Rosada. Las alternativas que se perfilan no hacen más que agigantar la importancia de la aparición en la política argentina del kirchnerismo, cuyo debilitamiento obliga a quienes se posicionan desde la clase trabajadora, desde el peronismo y el movimiento nacional y popular, desde el progresismo y la centroizquierda, a exprimir cerebros y redoblar esfuerzos para evitar la vuelta atrás de acciones que cambiaron el piso de discusión en el país.
Es indiscutible que las políticas que despliega el gobierno nacional de asistencia a empresas que afirman estar afectadas por la crisis internacional no revierten definitivamente la injusticia del sistema capitalista. Son certeras en ese aspecto las críticas por izquierda a decisiones como por ejemplo la de otorgar un crédito de 70 millones de dólares a General Motors Argentina.
Pero lo que esas críticas esquivan es el debate sobre qué permite hacer ya y qué todavía no la relación de fuerzas que se expresa en la política y la economía nacional, fruto de un proceso histórico: hasta hace apenas unos años el neoliberalismo reinó por estas pampas montado sobre un nivel de consenso social que sólo pudo construirse sobre la base del genocidio perpetrado por la dictadura militar, respaldada por los grandes grupos económicos, más el concurso de un formidable aparato comunicacional que instaló por estas pampas paradigmas antes rechazados de plano por la gran mayoría del pueblo argentino.
Cuesta entender que dirigentes y referentes de organizaciones que reivindican la defensa de la clase trabajadora ignoren semejantes datos a la hora de analizar qué hizo el gobierno nacional ante la reaparición de situaciones de cierre y amenazas de cierre de fábricas, como en los casos de General Motors, Mahle, Paraná Metal. Y basta ver la lectura que los trabajadores de esas fábricas hacen de esas políticas –más allá de a quién voten después– para tener indicios de que, una vez más, muchos de los teóricos y libre pensadores de la izquierda van por un lado y los obreros de carne y hueso por otro.
Este de resistir las presiones a favor de la devaluación de la moneda y la liberación total del comercio exterior, o a favor de la reprivatización de las lamentablemente no muchas empresas de servicios públicos que se reestatizaron, es sólo un recorte a tener en cuenta a la hora de ponderar el kirchnerismo, ya con el resultado de las elecciones puesto a favor de la continuidad de la ofensiva del neoliberalismo en la Argentina. ¿Los que hasta ahora se perfilan como futuros presidentes sostendrán la actitud de apostar a sostener el mercado interno y el empleo con los fondos que aportan los trabajadores al sistema previsional o apostarán a reeditar el sistema de jubilación privada?
¿Son Macri, De Narváez, Reutemann, Cobos, potenciales aliados de las nacionalizaciones del petróleo, el gas y la minería que enarbola el emergente del electorado porteño Pino Solanas?
Enorme dato es que se haya plantado ese árbol en Capital Federal. Tan enorme como el bosque que lo rodea. ¿Qué hará Pino metido en la jungla de los “ganadores” adoptados por los grandes medios? ¿Cuánto demorarán en bajarlo del candelero y en empezar a soplarle la llama encendida?
Macri lanzó la misma noche del domingo electoral el reclamo de aplicación del modelo agroexportador. Reutemann se posicionó agregando a su condición de figura conocida por una actividad anterior a la política su impronta de productor agropecuario sojero.
La soberbia de las patronales rurales se ve potenciada, Lilita Carrió salió tercera cómoda pero dice que ganó y que este lunes pos elección es “un día de liberación nacional” y Cobos, ay Cobos, expresión de la traición a la voluntad popular reafirmada por la voluntad popular en su provincia. Mirar Clarín y La Nación tras semejante jornada electoral puede hacer mal al corazón asustado. La ofensiva neoliberal recomienza definitivamente, con la perspectiva cierta de imponerse por la vía electoral.
Para los que entienden que semejante cuadro atenta contra los intereses de las grandes mayorías, urge asumir que asoma nuevamente una fase de resistencia, pensar seriamente en cómo hacer efectivo lo de retroceder un paso para volver a avanzar con fuerza. Para el 2011 falta muy poco.