El canal de cable Todo Noticias estaba transmitiendo en directo la disertación de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, pronunciada durante su encuentro en Nueva York con empresarios que tienen inversiones en la Argentina. El hilo discursivo era interesante, pero más aún lo era que TN hubiera decidido darle voz a la mandataria argentina en medio de la feroz ofensiva del Grupo Clarín para intentar frenar la ley de servicios audiovisuales. “El año que viene vamos a volver a crecer fuerte en la República Argentina, en un escenario internacional en el que el sudeste asiático exhibe signos de recuperación más que importantes”, estaba diciendo la jefa de Estado cuando, en forma abrupta, torpe, sin la mínima rigurosidad periodística, se interrumpe la transmisión y una voz apurada, desprolija, anuncia: “Estamos en vivo desde La Plata, vamos al móvil”.

El lector podría arriesgar las más disímiles hipótesis acerca de qué motivó tamaña interrupción de la intervención presidencial en tierras tan admiradas por los propietarios de los medios más concentrados. ¿Un sismo en la capital bonaerense? ¿La toma de algún banco en La Plata por parte de un grupo comando de ladrones sofisticados? ¿Conferencia de prensa del gobernador Daniel Scioli anunciando su renuncia y su asunción en diciembre como diputado? Nada de eso. No especulen más: el apuro de TN estaba justificado en la llegada de Eduardo Buzzi a la Legislatura bonaerense para entrevistarse con senadores provinciales a quienes intentaría convencer que el aumento del impuesto inmobiliario rural es “un nuevo ataque al bolsillo de los que menos tienen”. Ya está. Confirmado. Entre los hechos y la telenovela periodística hay una distancia que será muy difícil acortar una vez que las batallas del presente sean parte del pasado. Lo que sí es seguro es que de este modo es muy difícil imaginar el futuro.

Cristina en New York está haciendo lo que cualquier presidente hace. Muestra lo hecho a nivel local, aprovecha los contactos que su agenda le depara, y lucha en términos dialécticos contra lo que a todas luces los medios nacionales se empeñan en instalar incluso más allá de las fronteras del país: que el modelo se agotó, que ya nada será igual, que la corrupción inunda a todo el gobierno y que, además, se profundizan cada día más los presuntos rasgos autoritarios de la administración kirchnerista. “El año que viene vamos a volver a crecer fuerte”, responde Cristina.

La tapa de Clarín del martes 22 de septiembre es suficientemente ilustrativa de este planteo: “Caída muy fuerte del superávit fiscal: 85,4% en un año”, tituló a cuatro columnas y en tres líneas, algo que quienes trajinaron alguna vez una redacción saben que es sinónimo de búsqueda de alto impacto en el lector. Y hablando de impactos, los títulos de algunos medios cada vez se parecen más a disparos sobre el lector, el oyente o el televidente, según sea el caso. Medios belicosos que en algún punto se pelean hasta con sus propios consumidores.

Volviendo al título-disparo de Clarín, no se trata de una mentira, pero omite que en este año de crisis internacional que se llevó puestas a economías muy sofisticadas en Europa y Asia, por no citar a los EEUU, lo extraño es que la economía vernácula permanezca con un importante superávit fiscal. El hombre que muerde al perro sigue sin aparecer, para mal de Clarín, Vila, Manzano, y otros socios por el estilo. Porque a esta altura los que quieren leer eso ya no necesitan que alguien lo escriba, pero cada día hay más público que pide a gritos que la noticia sea que el hombre muerde al perro, y no al revés.

Mientras, Cristina le hablaba a los empresarios: “Algunos bancos de inversión, consultoras y economistas aseguraban que este año no íbamos a poder hacer frente a nuestros compromisos externos”. Y abundó en cifras, esos amuletos que tanto apasiona a los empresarios, cualquiera sea el lugar donde hayan nacido: “Y sin embargo hemos cerrado agosto con un superávit comercial de 12.598 millones de dólares. Esta crisis nos tiene con el mismo nivel de reservas que en el 2007: estamos en 45.500 millones de dólares en el Banco Central”. Aburridísimo, pero el perro sigue mordiendo al hombre.

La pobreza bajó, pero creció, y además lo dice el INDEC

El índice de la pobreza bajó 3,9 puntos porcentuales en los últimos doce meses al quedar en el primer semestre de este año en el 13,9 por ciento desde el 17,8 por ciento de enero-junio del 2008, informó el martes el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC). ¿Qué dicen los diarios del miércoles? Es interesante, según qué matutino. La Capital de Rosario, por ejemplo, tituló, en la sección Economía, “La pobreza subió al 14,6 por ciento en Rosario en el primer semestre”, con el rigor que le otorga el propio INDEC a esa cifra. Tratándose de un diario local y teniendo en cuenta que el título principal de tapa fue “Daniel Vila: la nueva ley de medios es inconstitucional”, es hasta esperable que se elija lo peor de la mejor noticia. Porque hay que pensar que para cualquiera debería ser una buena noticia que baje la pobreza, ¿no?

Clarín, en tanto, apela en su portada al desprestigio que cosechó el organismo estadístico oficial en los últimos tiempos y titula “Para el INDEC, hay un millón y medio de pobres menos”. No importa que esté trabajando una decena de universidades públicas nacionales con el objetivo de adecentar el funcionamiento del INDEC, acaso el mayor desaguisado que el kirchnerismo haya cometido desde el 25 de mayo de 2003. Pocos creerán que todo esto sea cierto, la baja de la pobreza y la propia reestructuración del INDEC.

Lo cierto es que, según la agencia oficial de noticias Télam, “junto a esta baja en la pobreza también se registró un menor índice de indigencia, que comprende a las personas a las que no les alcanza el dinero para comer. En efecto, la cantidad de indigentes alcanzó al 4,0 por ciento de los habitantes al término del primer semestre, mientras que en el mismo período de 2008 era del 5,1 por ciento”, dice el INDEC. En esa línea, el informe aclara: “Durante el primer semestre de 2009 se ubicaron por debajo de la línea de pobreza 709.000 hogares (9,4%), los que suman en total alrededor 3.429.000 personas (13,9%). De ese conjunto, 232.000 hogares (3,1%) se encuentran, a su vez, bajo la línea de indigencia, lo que supone 995.000 personas indigentes (4,0%)”.

Ahora, las preguntas podrían ser: ¿Cuál es el beneficio para el gobierno que se difundan estos datos si los medios harán lo que quieran con ellos? ¿No resulta dejar un flanco débil en lugar de mostrar la fortaleza de la marcha del Gobierno? Tal vez el gobierno o el propio organismo deberían revisar su estrategia de comunicación. Y tal parece que quienes tienen a su cargo la agencia oficial de noticias no debieran pensar a ésta como un medio más. Acaso sería bueno pensar que estos anuncios deberían seguir otros canales de comunicación. Por ejemplo, que sean formulados por quienes ya están trabajando en su reestructuración. Porque Clarín, debajo de su título principal sobre la baja en el índice de pobreza, y en rojo sangre, azotó a sus lectores –y al sentido común– con un “El Gobierno tomó $1.630 millones de los fondos del PMI”.

Como dice el docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA Daniel Mundo; “la noticia en sí misma puede ser inocua, lo importante no es que el lector no lea, lo importante es que lea, pero no enjuicie, que no sea capaz de discriminar en lo que lee un sentido que le afecte”. Por un lado, los hechos relatados con amateurismo. Por otro, una novela periodística rancia, una ficción con guión berreta y, para colmo, interpretado por pésimos actores. Un espanto.

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