Inglaterra, que alguna vez fue cuna de la Revolución Industrial y del capitalismo industrialista, se ha convertido hoy en un paraíso fiscal que compite con las Islas Caimán en materia de secreto bancario y permisividad. Aquel imperio que fabricaba objetos pesados, contundentes, de hierro, se desvaneció en el aire, y hoy ofrece servicios financieros, y fundamentalmente impunidad y discreción, a los capitales mal habidos de todos los rincones del mundo.
“To change the world” (“Para cambiar el mundo”), dice la actriz y guía del Museo del Ferrocarril de la ciudad de York, en Inglaterra. Su pronunciación de la lengua de Shakespeare es clara, muy modulada, tipo BBC, y la última vocal de la palabra “world” parece estirarse hasta el infinito, poniendo así un orgulloso énfasis en los inventos británicos que contribuyeron a “cambiar el mundo”. La mujer, ataviada como una dama del siglo XIX, recorre la muestra que ilustra la historia de los trenes desde sus comienzos hasta el actual tren bala, y destaca la importancia de la máquina a vapor, que dio el puntapié inicial a la Revolución Industrial, e impulsó decisivamente al capitalismo en su etapa de expansión industralista.
Pero desde aquellos lejanos días, muchas cosas han ocurrido en Inglaterra y en el mundo, y hoy lo que más se fabrica en aquel país es dinero. Más precisamente, se fabrica dinero a partir de dinero: una industria sin humo, sin trabajo, sin obreros, apenas una alquimia que convierte el oro en más oro y se denomina finanzas, especulación financiera para ricos muy ricos que no quieren explicar cómo son tan ricos.
El duro hierro fue reemplazado por lo evanescente, por la nada, por la mera especulación de una elite cuyas actividades son secretas, apenas comprensibles para el resto de los mortales.
Un reciente informe aparecido en la revista Forbes, publicación especializada en grandes fortunas, confirma que el otrora imperio del hierro y de la industria pesada es hoy un paraíso fiscal para los ricos que quieren hacer rendir sus fortunas sin trabajar, y sin tener que responder a preguntas tan incómodas como “¿Cuál es el origen del dinero”. Bajo eufemismos como “servicios financieros”, “seguridad jurídica” y otros marbetes, se esconde la promesa de impunidad para fortunas de dudoso origen.
En la nota de Forbes, el especialista en impuestos y política económica Richard Murphy extrae información de la Red de Justicia Fiscal para responder a esta pregunta: ¿Cuáles son los mejores lugares del mundo para proteger el dinero? Y la respuesta es clara: Inglaterra, más precisamente la City de Londres (el distrito financiero), aparece como una de las mejores opciones, “en términos de secretismo y permisividad”, aclara el autor de la nota.
“Para facilitar su uso, las jurisdicciones con secretismo crean también un velo de secreto, intencionado y con soporte legal, para blindar las identidades de las personas que hacen uso de este sistema regulador flexible. Este punto es importante. Aunque las personas que se valen de las jurisdicciones con secretismo afirman que sus actividades son perfectamente legales, aparentemente no quieren que la gente sepa nada de ellos. Por eso el secretismo es clave”, explica Murphy, que en base a una serie de datos técnicos caracteriza a la capital del Reino Unido como un paraíso fiscal con altos índices de secretismo financiero.
Teniendo en cuenta las cantidades de dinero que llegan a cada paraíso financiero, teniendo en cuenta datos del Fondo Monetario Internacional, el especialista ofrece un ranking con los diez primeros puestos en el mundo: Reino Unido (City de Londres), Estados Unidos (Delaware), Luxemburgo, Suiza, Islas Caimán, Irlanda, Hong Kong, Singapur, Bélgica y Bermudas.
“Todo lo sólido se desvanece en el aire”, escribió un filósofo alemán que estudió y escribió en Londres, donde hoy descansan sus restos. Y es evidente que toda la solidez industrial de los imperios se ha hecho evanescente, intangible, y hoy Inglaterra y los Estados Unidos encabezan una lista muy diferente, y ambas naciones están por encima de los tradicionales paraísos fiscales. Las tradiciones se hacen añicos, los viejos velos se rasgan y dejan ver las formas más crudas de la explotación capitalista, escribió también Karl Marx en el mismo Manifiesto Comunista que describía cómo lo sólido se desvanece, como el ímpetu de la burguesía todo lo atropella y lo transforma. La frase de Marx dio título a la obra de Marshall Berman, en la que se describen los avatares del capitalismo y de la modernidad.
Hoy la City de Londres se erige como símbolo y sede de la etapa actual del capitalismo: “La City es prácticamente un gobierno para y por sí misma, dentro del Reino Unido, capturada y controlada por la industria financiera que mantiene secuestrado el resto de la economía. Desde allí flujos innombrables se mueven por todo el mundo, muchos ocultos por el invento británico definitivo en cuanto al secretismo: la confianza. Debido al poderío financiero de la City, que hemos tenido ocasión de ver una y otra vez durante esta crisis económica, el gobierno del Reino Unido parece incapaz de plantarle cara y de cuestionar las transacciones que quiere realizar la City”, señala Murphy, y a partir de su descripción salta a la vista el otro gran ejemplo del poder desmedido de las finanzas: Wall Street.
“Desde luego, no afirmamos que todo este dinero sea ilícito, en absoluto, pero si el objetivo es ocultar dinero ilícito, ¿dónde será mejor hacerlo? ¿En un sitio donde se destaque del resto o en un lugar donde pueda esconderse como una aguja en un pajar? Los grandes números ayudan a los propietarios de dinero de origen dudoso a camuflarse, y los lugares que citamos son lugares muy grandes”, señala la nota de Forbes, habilitando una nueva reflexión sobre la “grandeza” de Londres en los tiempos que corren, cuando el fantasma del capitalismo financiero recorre el mundo.