El sillón del Brigadier acepta que sólo uno de ellos se apoltrone.
El sillón del Brigadier acepta que sólo uno de ellos se apoltrone.

Redacción Rosario reproduce un artículo publicado en El Eslabón, un panorama de lo que se juega el 24 de julio, cuando se defina si a Hermes Binner lo sucederá un socialista, un peronista o un cómico acostumbrado a travestirse sin ponerse colorado.

Después de todo lo que ya se dijo y escribió en torno de los resultados que arrojaron las primarias santafesinas realizadas el domingo 22 de mayo, cabe preguntarse qué representa cada uno de los tres bloques que darán batalla el próximo 24 de julio, cuando Agustín Rossi, por el peronismo que viene, Antonio Bonfatti, por el socialismo que quiere seguir, y Miguel Torres del Sel, por la centroderecha que no le gusta hacerse cargo de que lo es, disputen en las urnas el acceso directo al principal despacho de la Casa Gris. Y profundizar, por qué no, acerca de las características del sistema electoral inaugurado en esta ocasión, intentando ir un poco más allá de las plañideras loas que los grandes medios se encargaron de sembrar al respecto.

El Sibolú a pleno

La provincia de Santa Fe acaba de estrenar un sistema de votación que no deparó ni las mejoras proclamadas por sus inventores ni el caos vaticinado por sus detractores.

Nadie tuvo problemas serios al buscar a sus elegidos en las nuevas boletas. Nadie se vio en figurillas cuando debió doblarlas para que entren en las urnas que, rápidamente, se vieron colapsadas por el inusual tamaño de las mismas. Hasta ahí, todo bien.

Pero a ningún elector escapó, tampoco, al enfrentarse con las cinco boletas, que ese número desmiente por sí mismo el concepto de “boleta única”. Son cinco, no una.

Por otra parte, el argumento –usado por su mentor Pablo Javkin y los socialistas y reutemistas que aprobaron su proyecto– de que el nuevo sistema erradicaría la lista sábana mostró ser un verso de lo más berreta. Si en la antigua boleta los 28 candidatos a diputado provincial que acompañaban al primero, por lo general muy conocido, eran perfectos desconocidos, en la actual hay 25 que nadie sabe siquiera cómo se llaman porque, salvo el primero, que va con foto, y los dos escoltas, que aparecen mencionados a un costado, no hay señales de vida real que permitan googlear sus respectivos currículum.

Un tercer elemento negativo. Alguien que previamente esté bien provistos de las nuevas boletas puede emular la vieja “calesita”, y sólo debe entregar al votante cinco de ellas con sus casilleros pretildados, esperar que ese elector salga de su box con las boletas en blanco provistas por las autoridades de mesa, y así recomenzar la tramposa vueltita.

Si a ello se suma la denuncia anónima de quienes aseguran que ciertos punteros pagaban a gente para que votara determinados candidatos y la prueba de lealtad quedaba registrada mediante una foto digital de un celular cualquiera, las “picardías” que Javkin y el gobernador Hermes Binner dicen haber superado son más y más sofisticadas que aquellas viejas malas prácticas.

Los candidatos

Todo esto pronto será una anécdota, habida cuenta de que lo más importante que surgió de la jornada electoral es la grilla de candidatos que el 24 de julio diseñará el mapa político de los próximos cuatro años en el segundo estado provincial del segundo país de América Latina. No será lo mismo que el gobernador que salga de esos comicios sea Antonio Bonfatti o Agustín Rossi, ambos ganadores de las primarias del domingo pasado, o Del Sel, quien sin ganarle a nadie hizo una muy buena cosecha.

Bonfatti: “Menos de lo mismo”

Después de la victoria de su calvo delfín Bonfatti, Binner puede respirar sin ayuda mecánica. Podrá gobernar hasta el 10 de diciembre sin la pesada mochila de una derrota en todas sus líneas, pese a lo cual su proyección nacional ya se vio resentida. En principio, a causa de la indisimulable debilidad que supone no haber podido imponer su candidato al resto de sus aliados en el Frente Progresista. En segundo término, el desgaste de la relación con la UCR provincial se trasladó a la que se venía perfilando con la conducción nacional del radicalismo, que quiere abrochar sí o sí con Francisco de Narváez y recibió el veto del mandatario socialista.

Si en esta columna, que plantea la posibilidad de analizar a los candidatos de julio, se habla más de Binner que de Bonfatti, es porque la tan mentada continuidad del proceso iniciado por el primero, promovida en campaña hasta el hartazgo por el oficialismo, esconde que una eventual gestión del ministro de Gobierno será “menos de lo mismo”, tal cual reconoció a este medio un colaborador estrecho del gobernador que dejará la Casa Gris el próximo 10 de diciembre.

Binneristas y cuadros del partido, enfrentados como nunca, coinciden en un punto: Binner premia a Bonfatti más por su lealtad que por sus luces. El ex intendente de Las Parejas viene acompañando a su jefe político desde los inicios de la carrera que lo llevó a gobernar dos veces Rosario y una la provincia de Santa Fe. Nunca hubo un sí o un no que alterara esa relación, que abarca desde los proyectos hasta los negocios, que en tan largo periplo no han sido pocos, en ambos rubros. Menos de lo mismo, luego de ya casi agotada una opaca gestión a cargo de quienes se esperaba produjeran cambios profundos y bonanzas constatables, sólo puede concitar la atención de un electorado que todavía no está preparado para digerir una desilusión de esas proporciones y ve, con acentuada angustia, la posibilidad de que la Provincia vuelva a ser administrada por el peronismo, aunque éste sea notoriamente diferente al que gobernó entre 1983 y 2007.

Rossi, de los huevazos a la gloria

El Chivo Rossi, un militante surgido de la lucha contra la dictadura, un cuadro con experiencia parlamentaria local y nacional, cuyo compromiso con el modelo inaugurado por Néstor Kirchner en mayo de 2003 no precisa testigos calificados, atravesó la dura prueba de las primarias en el justicialismo con un éxito que hace menos de un año nadie se hubiera animado a vaticinar.

Les ganó a dos dirigentes que, por distintas razones, en otro momento podrían haber sido juzgados como favoritos en la previa de cualquier compulsa electoral. Uno de ellos, Rafael Bielsa, hace cuatro años lo dobló en votos, es cierto que con otro armado y apostando a afincarse definitivamente en la provincia.

El otro rival, Omar Perotti, cargado de medallas que ponderan su brillante gestión como intendente de Rafaela, sorprendió a todos con su excelente performance, que lo proyecta a futuro a nivel provincial y que, seguramente, será bien compensado por Rossi, se dice que con el primer lugar de la nómina de diputados nacionales que competirá en octubre bajo el ala de la candidatura presidencial de Cristina Fernández de Kirchner.

El ejercicio que muchos medios no plantean respecto de la fórmula “progresista” encabezada por Bonfatti, en el caso de Rossi casi todos se animan a conjeturar. ¿Cuántos de los votos que el Chivo, Bielsa y Perotti sumaron el 22 de mayo podrá retener la dupla peronista que completa Jorge Hoffmann? Algo imposible de augurar sin caer en la chantocracia de quienes suman y restan naranjas y manzanas, sin importarles el resultado o si la aritmética electoral tolera semejantes operaciones.

Sin embargo, el sólo hecho de que sea Rossi quien lleve las banderas del modelo nacional promete una participación y un protagonismo de la presidenta de la Nación que Perotti no hubiese garantizado y que, si el ungido hubiese sido Bielsa, ya no tiene sentido especular si hubiese resultado más entusiasta de parte de Cristina.

La inédita remontada que el gobierno nacional en general y Cristina en particular vienen exhibiendo desde, por lo menos, los inolvidables fastos del Bicentenario de la Patria, interpelan con vigor a quienes sostenían, antes de las primarias, que Rossi sería un seguro ganador en esa instancia pero que no tenía el piné para ganar la general y sentarse en el principal despacho de la Gobernación.

Habrá que ver si el peronismo más resentido, el que se enroló en la Tendencia Involucionaria durante los oscuros meses que duró la Batalla de la 125, se muestra a la altura de las circunstancias y no tira los caballos para atrás. Algunos de ellos saben que en un rincón, detrás de pesadas cortinas, está la Historia, tomando nota de sus actos.

Del Sel y la nada

Un actor cómico puede ser candidato a gobernador de un Estado que aporta el 20 por ciento del Producto Bruto Interno del segundo país de América Latina, el subcontinente que compite con un pequeño puñado de naciones del sudeste asiático en índices de crecimiento económico. Punto.

Que en elecciones primarias saque casi el 14 por ciento de los votos, llegando a obtener cifras similares de sufragios que las logradas por postulantes como los ya nombrados, es un hecho ponderable y, cómo negarlo, motivo de análisis, sobre todo por la carencia casi total de un discurso que plantee, de mínima, una alternativa que conmueva los cimientos donde se apoya el sistema de partidos en Santa Fe.

Muchos creen que la fama de Miguel Torres del Sel es un soporte más que suficiente para explicar los guarismos que logró el integrante del trío Midachi en comicios en los que jugó sin competir. A Pinky, en 1999, en pleno auge de la Alianza, y en La Matanza, la fama no le alcanzó. Fueron muchos votos los que sacó la conocida animadora, pero perdió. El tema es que el autor del personaje La Tota apenas si se presentó en una decena de programas de aire, dio un puñado de notas en los periódicos donde no se puede estar ausente, y se llevó a la casa bastante más de 200 mil votos.

¿Podrá repetir o incluso incrementar tan promisorio debut electoral? Nadie lo sabe, pero cabe esperar que algún peronista descontento con los resultados abreve en ese estanque, tanto como puede esperarse que muchos de quienes apostaron por él, viendo que suma pero no llega, quiera jugar a ganador y cambie las patas de ese potro por otro pingo que prometa no mancarse. Y parece claro que quien haya votado por Del Sel en primarias no mirará ni de reojo las gateras en busca de equinos “progresistas”.

El 24 de julio se juegan dos modelos de gestión, y si se proyecta con ambición la mirada política, competirán dos modelos de organización socioeconómica. El socialismo, y en eso sí se acerca a Del Sel, seguirá apoyándose en las clásicas alianzas con lo más retrógrado de las corporaciones agroexportadoras, con los conglomerados de servicios y las constructoras de infraestructura que pueden prescindir del desarrollo industrial, para el cual el partido de la rosa y el neoliberalismo no tienen proyecto ni respuestas. Habrá, de parte del binnerismo y del ¿delselismo? la misma fuerte tendencia a financiar obra pública a partir del endeudamiento externo que ya exhibe la administración provincial actual. Y, aquí los caminos se bifurcan, el socialismo, sus socios radicales y los aliados cautivos del FPCyS seguirán pregonando la “calidad institucional”, la “transparencia” y la “construcción de ciudadanía”, mientras mueren dos presos por mes en las cárceles santafesinas y el agua potable sigue sin llegar al oeste de la provincia. Del Sel no se detiene ante esas sutilezas.

A Rossi le alcanza con asegurar que va a hacer lo mismo que Néstor Kirchner y Cristina Fernández hicieron en la Nación. ¿Alcanzará? Este columnista sostiene que, si prima la razón, al elector sólo le bastaría con mirar los números de la economía nacional y ponderar los logros en materia social y de derechos humanos para saber claramente adónde poner su boleta. Si por el contrario se imponen los rencores que propugnan los factores de poder en defensa de inconfesables intereses, la elección está abierta, y el futuro en riesgo.

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