A muchos la presencia de banderas políticas les produce sarpullido.
A muchos la presencia de banderas políticas les produce sarpullido.

Para quienes remarcan las diferencias entre actos “políticos” e “institucionales”, seguramente el de este lunes será catalogado entre los primeros, y se dirá que Cristina Fernández como única oradora refuerza esa idea. Todo acto es político. Pero luego de éste no se hablará durante una semana de los contrapuntos entre Hermes Binner y la Presidenta.

Luego de una semana en la que Binner estrenó ropajes de candidato presidencial recomendando mejores formas de gobernar para conseguir más inversiones y puestos de trabajo minutos antes de que General Motors le anunciara a Cristina que desembolsaría 600 millones de pesos y crearía 600 nuevos puestos de trabajo en la provincia de Santa Fe, no se le puede pedir al gobernador socialista que le agradezca a la mandataria nacional haber quedado mudo, pero lo cierto es que su silencio lo favoreció.

Algunos destacan que el acto fue político por “la fuerte presencia del gobierno nacional”, un argumento pueril si se tiene en cuenta las diatribas que profirieron los mismos medios cada 20 de junio ante alguna ausencia presidencial o ante la escasez de ministros nacionales.

Que haya habido una presencia significativa de militantes peronistas kirchneristas en el acto no puede ser motivo de crítica para los medios locales, acostumbrados a observar a los centenares de cuadros socialistas que acompañan a Antonio Bonfatti o a Mónica Fein en cada inauguración de campaña.

“Binner gorila, cuidado con Cristina”, uno de los cánticos que se escuchó en boca de las columnas kirchneristas, sólo puede sorprender a quienes escucharon el lanzamiento mediático de Binner en Canal 3 sin formularle crítica alguna. “Falta gobernabilidad”, había pontificado el gobernador para contextualizar los episodios de Schoklender y el Inadi. Y agregó, con la mira puesta en Cristina: “Falta conducción”. Es más, si fuera un conductor firme, tal vez hubiera impuesto que se escuchara su discurso. Pero no.

Y cuando la jefa del Estado mandó a su militancia a que “enrollara las banderas”, los jóvenes le obedecieron, y Cristina los mimó: “Enrollamos las banderas, muchachos. Enrollarlas, nunca bajarlas”, lo que ocasionó un coro bien político: “Borombonbón, borombonbón, para Cristina, la reelección”.

La dialéctica de las masas no conspira contra la institucionalidad. Una Presidenta que mide el 52 por ciento de imagen positiva en el mismo lugar en el que la Mesa de Enlace hace dos años dijo que “los Kirchner entorpecen”, un periodismo que se la pasó especulando si en este lunes Cristina anunciaba su candidatura presidencial –por cierto una actitud muy “institucional”– se asusta con los bombos y las banderas. Son los mismos que le hacían notas de color al Tula cuando acompañaba a Carlos Menem. Y nadie hablaba de crispación ni de falta de conducción.

Fotos: Javier García Alfaro

 

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