Tres años han pasado desde la sanción de la Ley 26.522 de Servicios de Comunicación Audiovisual. Aunque el proceso de lucha por una comunicación social y democrática reconoce una linea de tiempo mucho más larga, octubre de 2009 tiene que ser necesariamente un punto a mirar, por un lado, porque fue un escenario en el que convergieron diversos factores para que sea posible plantear el quiebre con el dogma mercantilista del mundo televisivo y radial. Por otro, porque ese quiebre potencial requiere en adelante de algún tipo de trabajo para incidir y alterar verdaderamente la realidad comunicacional y cultural.
Ley como disputa
Podría plantearse que la Ley, como tal, es fruto del proyecto mismo de construcción y continuidad de un modelo de desarrollo económico que intenta cambiar el paradigma neoliberal con que se ha organizado la economía -y desde allí a la sociedad toda- desde 1976 en adelante. Pero también es necesario incluir el conflicto entre bloques mundiales y entre los sectores de la economía real y los de la virtual (los de las Bolsas de Valores, de la especulación financiera) no como anecdótico telón de fondo sino como condición de posibilidad de la reubicación de la América Latina en el tablero global.
El No al ALCA de 2005 en Mar del Plata, la adopción de una misma norma tecnológica para la nueva Televisión Digital y la aparición en Brasil, Uruguay, Ecuador, Bolivia, Venezuela y Argentina de iniciativas de regulación de lo que hasta ahora aparecía como el libre mercado de la comunicación masiva, son muestras del pasaje entre el punto más alto de rechazo continental a las aspiraciones imperialistas norteamericanas y el comienzo de la construcción de acuerdos y normativas entre los pueblos americanos al sur del Río Bravo.
La ley como posibilidad
La ley es solo literatura si no hay sujeto de derecho empoderado como tal dentro de la organización económica e institucional del país en general y cada rincón del país en particular. Y ese sea quizás el saldo más importante logrado con la nueva LSCA: la necesidad de (re)organizarnos. Pero no solo quienes trabajamos en y con los medios sino nosotros como comunidad para producir en el campo de la información, la cultura, la educación, el entretenimiento, lo que necesitemos y creamos conveniente.
Dicho así, no es más que literatura sobre literatura. Y de lo que se trata ahora, superado el momento de sumar adhesiones valorativas a la necesidad de desmercantilizar la comunicación mediática, es de construir nuevas radios, nuevas pantallas de TV y de cine en el seno mismo de nuestras localidades. Pero sin dejarlo librado a la posibilidad y/o capacidad económica de un nuevo inversor privado “externo” que venga a nuestro mercado a realizar su recaudación. Construir es un verbo que nos pone del lado del trabajo, no del consumo de productos y servicios ya terminados.
Manos a la obra
Es momento -y las cartas están echadas en ese sentido- de que practiquemos nuevas formas asociativas de organizar el trabajo y la producción (también cultural) porque esa es la condición primera para garantizar que los medios expresen nuestros saberes y capacidades, nuestros intereses y aspiraciones, nuestras dudas y críticas.
Nuevas formas asociativas que vinculen y mezclen emprendedores particulares, estados municipales y comunales, cooperativas de servicios ya instaladas o nuevas cooperativas de “consumo” (de lectores, de televidentes, de quienes utilizan internet y telefonía en su hogar o en el trabajo).
Si pensamos la ley (en este caso la LSCA) como marco general que marca la cancha donde se juega el partido, lo que queda es organizar un equipo y transpirar la camiseta. De lo contrario, hecha la misma nueva Ley, comenzarán a aparecer los especialistas en trampearlas. Y las noticias seguirán hablando sobre nosotros pero los medios seguirán siendo ajenos. Y así seguiremos enajenados tanto de los recursos como de los mensajes.
Economía y cultura
La idea generalizada es que los medios de comunicación son algo distinto a la vida económica y laboral cotidiana de nuestras localidades. Idea forjada al calor de concentrar en no más de 5 empresas todo el material audiovisual que circula por el país y, además, de hacerlo circular por medios que llegan hasta nuestras regiones pero que, como la red vial y ferroviaria, termina exportando divisas en el puerto.
Sin embargo, si hay algo fundamental desde donde mirar también la necesidad de construir medios locales y regionales, es desde el sostenimiento las economías regionales reinvirtiendo en la actividad de la comunicación y la cultura.
Y además, vale aun más esta perspectiva si comenzamos a pensar que cuando hablamos de nuevos medios de comunicación no estamos hablando de servicios “inocuos” sino de la formación de nuestra imagen y de nuestra conciencia histórica, presente y futura. Porque con el advenimiento de la nuevas tecnologías, hay casi una escuela en casa.
Organización social
Las políticas públicas se han orientado, desde aquel 2009 a la fecha, en el desarrollo de tecnología de punta (sistemas de satélites de telecomunicaciones), en la construcción de redes de tráfico de datos (anillo digital no solo nacional sino latinoamericano), en inversión en equipamiento y capacitación para saltar escalones de la brecha y el analfabetismo digital en el que habíamos quedado relegados (Plan Conectar Igualdad y Argentina Conectada), en promover la producción de nuevos contenidos audiovisuales (financiamiento de concursos INCAA) y en equilibrar en todo el país las condiciones tecnológicas y profesionales para hacer televisión (Programa Polos Audiovisuales Tecnológicos). La cabeza de estas iniciativas está ubicada en el Ministerio de Planificación Federal, donde funciona el Consejo Asesor del Sistema Argentino del TV Digital (SATVD).
A todas estas iniciativas le falta una aspecto central: pantallas de TV y transmisoras radiales directas a través de las cuales los argentinos puedan hacer uso de todos los contenidos producidos y por producir de la mano de esas mismas políticas de fomento.
La clave está construir medios sociales, asociativos en el seno mismo de nuestra comunidad. Caso contrario, la cadena de valor de la industria cultural seguirá siendo ordenada por la oferta empresaria y no por la demanda social.
Nuevos medios y nueva sociedad, son, así, sinónimos de nuestra cotidianidad y de las posibilidades de nuestro futuro. No porque los medios difundan la idea de sociedad que queremos sino porque la nuevas relaciones sociales a construir serán la base de la producción de la información, el conocimiento y la cultura.